EL
PODER DEL PENSAMIENTO: SU DOMINIO Y SU CIENCIA
José
Manuel Fernández Outeiral
INTRODUCCIÓN
Algunos
lectores de mi blog, amigos todos, me han expresado su desazón al enfrentar
ciertos pasajes de algunas de mis comunicaciones, así como algunos capítulos de
mi libro "Peregrinos de la Eternidad". Su sentir es que estos
escritos son a menudo abstrusos, quizás velados, como si se hallaran envueltos
en una bruma conceptual que dificulta su comprensión. He intentado explicarles,
sin demasiada fortuna, que traducir hechos extraordinarios, cuya naturaleza se
aparta de lo corriente, a un lenguaje ordinario es empresa ardua. ¿Cómo plasmar
en palabras simples e inteligibles aquello que trasciende los horizontes del
entendimiento y la vida diarios? ¿Cómo transmitir nuevas ideas en nuestras
mentes atiborradas y tantas veces arrastradas por la marea de la vida?
Esta
nueva comunicación, tiene la intención de tender un puente hacia lo esencial,
de disipar al menos un poco esas brumas, y ayudar a seguir indagando en
preguntas tan vitales como quiénes somos realmente, qué significa "estar
dormidos", ser “seres dormidos” o cómo opera la mente en el teatro diario de
la existencia. Es un intento sincero de añadir claridad en lo que atañe a
nuestra verdadera naturaleza.
Espero,
con humildad y sin pretensiones, que las palabras que aquí leas puedan servirte
de guía o inspiración. Porque todo conocimiento, incluso el más complicado, ya
nos pertenece, como he reiterado en muchas comunicaciones, solo se trata de ir
apartando los velos que nos impiden llegar a él.
Vamos.
El
valor del conocimiento se mide por su capacidad de purificar y ennoblecer la
vida. Toda persona que busca con sinceridad, anhela aplicar el conocimiento
teórico adquirido en el estudio para mejorar su propio carácter y ayudar a los
demás. Esta comunicación está dirigida a esa clase de personas, con la
esperanza de que comprendan mejor su propia naturaleza intelectual y los
impulse a cultivar lo mejor y eliminar lo negativo.
El
deseo de llevar una vida noble solo puede ser completamente efectivo si está
guiado por la luz clara de la inteligencia. Al igual que una persona ciega
puede desviarse del camino sin darse cuenta hasta que cae en un pozo, una
persona que actúa desde la ignorancia se desvía del camino de la vida recta
hasta que cae en el mal comportamiento. La ignorancia (en sánscrito, Avidya)
es la falta de conocimiento, el primer paso que lleva de la unidad a la
separación. Solo cuando la ignorancia desaparece, la separación disminuye, y
con su completa desaparición se alcanza la paz.
En
el contexto de la presente comunicación, y de otras muchas anteriores, el
"YO" se define como el núcleo consciente, sensible y siempre
existente que cada individuo reconoce como su ser esencial. Es una entidad
indivisible que, aunque actúa a través de múltiples formas y vehículos (como la
mente y el cuerpo), mantiene su unidad esencial.
El
"YO" opera en tres aspectos fundamentales:
1. Voluntad:
La energía dirigida hacia la acción.
2. Sentimiento:
La respuesta interna a los estímulos externos, ya sea en forma de placer o
dolor.
3. Conocimiento:
La capacidad de reflejar y entender el "No-YO" o el mundo externo.
Estos
aspectos no son funciones separadas del "YO", sino manifestaciones
interrelacionadas de su naturaleza integral. El artículo también enfatiza que
el "YO" es el conocedor, mientras que el "No-YO" representa
lo cognoscible. La relación entre ambos da lugar al conocimiento, que es una
interacción dual entre la conciencia (YO) y las formas externas (No-YO).
El
siguiente ejemplo es una ilustración poderosa de la convicción inherente y la
fuerza de la personalidad del "YO" y que, seguramente, a todos os ha
pasado:
Al
escuchar que alguien llama a la puerta y preguntar: "¿Quién es?", la
respuesta inmediata y espontánea de "¡Soy yo!" revela una profunda
certeza y afirmación del "YO" como núcleo de identidad. Este
"YO" no solo se proclama con seguridad, sino que también asume
implícitamente que su existencia es reconocida y entendida por el otro sin
necesidad de explicaciones adicionales en ese momento. Las explicaciones pueden
venir después: soy Yo, tu hermano; soy Yo, tu cuñado; soy Yo, Juan, María; etc.
Lo espontáneo es: ¡Soy Yo!
Este
fenómeno pone de manifiesto varias ideas clave:
1. Universalidad
del "YO": En todas las culturas y lenguajes, el
"YO" es una de las primeras y más fundamentales afirmaciones que
aprendemos. Su uso demuestra que es un punto de referencia común, lo que
refleja su carácter universal.
2. Inmediatez
y convicción: El "YO" no se cuestiona ni se
justifica en el momento inicial. La respuesta "¡Soy yo!" muestra que
hay una convicción interna inquebrantable sobre la existencia y la identidad
que se comunica de manera natural y sin reservas.
3. Reconocimiento
mutuo: Al afirmar "¡Soy yo!", la persona no solo
confirma su identidad, sino que también espera que esta sea reconocida de
inmediato por quien escucha. Esto sugiere una confianza en la conexión
interpersonal y la percepción compartida del "YO".
4. Centralidad
del "YO": Este ejemplo también resalta cómo el
"YO" se percibe como el eje desde el cual se define y comprende la
realidad. La identidad personal ocupa un lugar preeminente y espera ser
comprendida sin necesidad de más detalles iniciales.
El
"YO" en este caso actúa como una fuerza que trasciende las
circunstancias y detalles externos, reforzando la noción de que su afirmación
no requiere pruebas ni argumentos, porque se da por sentada como una verdad
inherente a la experiencia humana. Esto es lo que Bhagavan Das menciona como la
"base indispensable de la vida", un concepto que no puede ser
refutado ni reforzado, porque está profundamente arraigado en nuestra esencia
misma. Pronto publicaré, en este mismo Blog, las traducciones al castellano de
sus principales obras.
Se
resalta la trascendencia del "YO" como la raíz de la individualidad
en el tiempo y el espacio, pero simultáneamente una expresión de la unidad
eterna. Esto sitúa al "YO" como un puente entre la experiencia
personal y el principio universal.
EL
YO COMO CONOCEDOR
Al
estudiar la naturaleza humana, distinguimos al Ser (Yo) de los vehículos que
utiliza, separando al Yo viviente de las "vestiduras" con las que
está envuelto. El Yo es uno, aunque se manifieste de distintas maneras a través
de las diversas formas de la materia. Es cierto que solo existe un Yo, y así
como los rayos provienen del sol, los Yos que forman a los seres humanos no son
más que rayos del Yo Supremo, y cada Yo puede decir: "Yo soy Él". Sin
embargo, para nuestro propósito aquí, considerando un solo rayo, podemos
afirmar que, incluso bajo sus múltiples formas, el Yo mantiene su unidad
esencial. Estas líneas no tienen connotaciones religiosas, aunque podrían
legítimamente incluirlas. Si bien se hace referencia a oraciones, el propósito
es únicamente abordar aspectos de la espiritualidad. En otras ocasiones he
señalado que todas las religiones son necesarias debido a la espiritualidad que
aportan al desarrollo actual de la humanidad. Sin embargo, pierden su valor
cuando se convierten en doctrinas vacías o cuando niegan a otros lo que
reclaman para sí mismas, volviéndose intransigentes y fanáticas.
La
conciencia es una unidad, y las divisiones que hacemos en ella o bien
son con fines de estudio, o son ilusiones provocadas por las limitaciones de
nuestra percepción, limitaciones causadas por los órganos a través de los
cuales opera en los mundos inferiores. Aunque las actividades del Yo se
expresan por separado, como hemos mencionado más arriba, a través de sus tres
aspectos: voluntad o querer, sentir y conocer, esto no
debe llevarnos a pensar que haya una separación real en su sustancia. Todo el
Yo quiere, todo el Yo siente y todo el Yo conoce. Tampoco las funciones están
completamente separadas; cuando el Yo quiere, también siente y conoce, cuando
siente, también quiere y conoce, y cuando conoce, también quiere y siente.
Una
función puede predominar sobre las demás y, a veces, esto ocurre hasta tal
punto que parece ocultar por completo las otras. Sin embargo, incluso en la
concentración más intensa del Yo como conocedor, la función más separada de las
tres, siempre están presentes, aunque de manera latente, tanto el sentimiento
como la voluntad. Un análisis cuidadoso puede descubrirlos como presentes. No
es fácil aclarar el concepto fundamental del Yo más allá de lo que expresa su
propio nombre. Espero que con la explicación dada en la Introducción el
concepto haya quedado más claro. El Yo es esa entidad consciente, sensible y
siempre existente que cada uno de nosotros reconoce como su ser. Ningún ser
humano puede pensar en sí mismo como inexistente o formular la idea "Yo no
soy".
Según
Vashaspati-Mishra, en su comentario (el Bhamati) sobre el Sankaracharya’s
Shariraka Bhashya: "Nadie duda, ¿Soy? o ¿No soy?" La
afirmación del Yo, "Yo soy (soy Yo)", aparece antes que cualquier
otra cosa, está más allá de cualquier discusión. Ninguna prueba puede
reforzarla, ni ninguna refutación puede debilitarla, como hemos dicho antes.
Tanto las pruebas como las refutaciones dependen de "Yo soy".
En
"Ser o no ser", la famosa pregunta de Hamlet, el cuestionamiento no
se refiere al "Yo", sino a la existencia misma como experiencia
humana. Hamlet podría estar contemplando las implicaciones de elegir vivir y
enfrentar el sufrimiento o terminar con su vida para escapar de él. La pregunta
no pone en duda la existencia del "Yo", sino el deseo o el propósito
de persistir en una existencia específica. “Yo Soy”, como principio eterno, es
incuestionable.
Al
observar este "Yo soy", vemos que se expresa de tres formas
distintas: a) la voluntad, que impulsa la energía hacia la acción; b) el
sentimiento, que responde internamente con placer o dolor a los
estímulos externos, raíz de la emoción; c) el conocimiento, que refleja
internamente el "No-Yo", raíz del pensamiento.
"Yo
quiero", "Yo siento", "Yo sé": estas son las tres
afirmaciones del Yo indivisible, del "Yo soy". Todas las actividades
pueden clasificarse bajo uno de estos tres aspectos. El Yo solo se manifiesta
en nuestro mundo de estas tres maneras, así como todos los colores derivan de
los tres colores primarios. Del mismo modo, las innumerables actividades del Yo
provienen de la Voluntad, el Sentir y el Conocer.
El
Yo como quien quiere, el Yo como quien siente, el Yo como quien conoce: es el
Uno en la Eternidad, y también la raíz de la individualidad en el Tiempo y el
Espacio. Ahora, estudiaremos al Yo en su tercer aspecto: el Yo como Conocedor.
EL
NO-YO COMO COGNOSCIBLE
El
Yo, cuya naturaleza es el conocimiento, ve reflejadas en sí mismo una gran
cantidad de formas y, con el tiempo, descubre por experiencia que no puede
querer, sentir, ni conocer dentro de ellas. Se da cuenta de que estas formas no
están bajo su control, como lo estaba la primera forma de la que fue
consciente, y que erróneamente había identificado como parte de sí mismo. El Yo
quiere, pero no percibe movimiento alguno en esas formas; siente, pero no hay
respuesta emocional; conoce, pero ellas no comparten su conocimiento.
El
Yo no puede decir en relación a estas formas: "Yo quiero", "yo
siento", "yo conozco". Finalmente, las reconoce como otros yos,
presentes en formas minerales, vegetales, animales, humanas e incluso
sobrehumanas, y las agrupa bajo un término general: el No-Yo. Este No-Yo es
aquello en lo que el Yo no está presente como un ser separado, aquello en lo
que no puede querer, sentir ni conocer. Durante mucho tiempo, responderá a la
pregunta: "¿Qué es el No-Yo?" con la respuesta: "Todo aquello en
lo que no quiero, ni siento, ni conozco". Y aunque, al hacer un análisis
más profundo, descubrirá que incluso sus propios vehículos, excepto la capa más
sutil que lo distingue como Yo, son partes del No-Yo, son objetos de
conocimiento, es decir, lo Cognoscible, no el Conocedor. Para fines prácticos,
su respuesta es correcta.
EL
CONOCEDOR
El
Conocedor es el propio "YO", entendido como la esencia
consciente e indivisible de cada individuo. Este "YO" es quien
percibe, experimenta, y establece relaciones entre el mundo interno y el
externo, actuando como el sujeto central de la cognición.
Debemos
subrayar que el Conocedor no es la mente ni sus instrumentos (como el
cuerpo o los sentidos), sino el "YO" que utiliza estos vehículos para
interactuar con el mundo. La mente, en este sentido, es solo una herramienta
del Conocedor, quien observa y gobierna sus actividades. Por tanto, el
Conocedor es la expresión consciente del "YO", la base fundamental
que permite toda experiencia y conocimiento.
Para
que el Yo pueda ser el Conocedor y el No-Yo sea lo Cognoscible, debe existir
una relación definida entre ambos. El No-Yo debe afectar al Yo, y a su vez, el
Yo debe afectar al No-Yo. Entre los dos, debe haber un intercambio, un cambio
en la relación. El Conocedor es, en esencia, esa relación entre el Yo y el
No-Yo, y debemos comenzar entendiendo la naturaleza de esta relación. Pero
primero es necesario comprender con claridad que el conocimiento es, en sí
mismo, una relación. Implica una dualidad: la conciencia de un Yo y el
reconocimiento de un No-Yo. La presencia de ambos, en oposición uno al otro, es
esencial para que exista el conocimiento.
El
Conocedor, lo Cognoscible y el acto de Conocer son los tres elementos que
debemos comprender si queremos dirigir el poder del pensamiento hacia su
verdadero propósito: ayudarnos a nosotros mismos y al mundo. Según la
terminología occidental, la mente es el Sujeto que conoce, el Objeto es lo
cognoscible, y la relación entre ambos es el conocimiento. Debemos entender la
naturaleza del Conocedor, la naturaleza de lo Cognoscible y la naturaleza de la
relación que se establece entre ellos, así como el origen de esa relación.
Una
vez que hayamos comprendido esto, habremos dado un paso importante hacia el
conocimiento de uno mismo, que es la verdadera sabiduría. Solo entonces
podremos realmente ayudar al mundo que nos rodea. Pues este es el verdadero
objetivo de la sabiduría: una sabiduría que, encendida por el amor, tiene el
poder de liberar al mundo del sufrimiento al brindarle el conocimiento que hace
desaparecer el dolor para siempre. Este es el objetivo del presente estudio,
porque, como se dice con razón en los antiguos libros de esa nación, la India,
que posee la psicología más antigua, pero a la vez más profunda y sutil, el
propósito de la filosofía es poner fin al sufrimiento. Para esto piensa el
Conocedor, para esto se busca el conocimiento. Eliminar el dolor es la
finalidad última de la filosofía, y no es verdadera sabiduría aquella que no
conduce a la Paz.
El
concepto de Paz es el estado supremo que surge cuando el "YO"
(el Conocedor) trasciende las limitaciones del "No-YO" (el mundo
externo y sus formas) y alcanza la unión con su verdadera naturaleza. Es un
estado de armonía interior y plenitud que resulta de la superación de la
dualidad y el conflicto inherentes a la existencia condicionada. La Paz es el
objetivo último de la filosofía y el conocimiento, ya que pone fin al dolor al
disolver las causas fundamentales de este (la ignorancia, el apego, y las
falsas identificaciones). La Paz es el resultado del desarrollo del Conocedor,
cuando la conciencia reconoce su unidad esencial con todos los demás yos
individuales y con la totalidad del universo. La Paz no es un estado pasivo,
sino una conquista activa del Conocedor mediante la disciplina interior.
LA
NATURALEZA DEL PENSAMIENTO
La
naturaleza del pensamiento puede estudiarse desde dos perspectivas: desde el
lado de la conciencia, que es conocimiento, o desde el lado de la forma,
que permite alcanzar ese conocimiento y cuya capacidad de ser modificada lo
hace posible. En filosofía, hay dos extremos que debemos evitar, porque ambos
ignoran un aspecto de la vida manifestada. Uno de ellos considera todo como
conciencia, ignorando la necesidad de la forma para condicionar y posibilitar
la conciencia. El otro considera todo como forma, olvidando que la forma solo
existe debido a la vida que la anima. La forma y la vida, la materia y el
espíritu, el vehículo y la conciencia, son inseparables en la manifestación, y
son aspectos indivisibles de lo que subyace a ambos: aquello que no es ni la
conciencia ni su vehículo, sino la raíz de ambos.
Una
filosofía que intente explicarlo todo a través de la forma, ignorando la vida,
se enfrentará a problemas irresolubles. Por otro lado, una filosofía que
intente explicarlo todo a través de la vida, ignorando las formas, se
encontrará con barreras que no podrá superar. La verdad es que la conciencia y
sus vehículos, la vida y la forma, la materia y el espíritu, son expresiones
temporales de los dos aspectos de la Existencia no condicionada, la cual
solo es conocida cuando se manifiesta como la raíz del Espíritu (denominada por
los hindúes Pratyagatman), el Ser abstracto, el Logos abstracto de donde
provienen todos los yos individuales, y la raíz de la Materia (Mulaprakriti),
de donde provienen todas las formas.
Siempre
que tiene lugar la manifestación, la raíz del Espíritu genera una triple
conciencia, y la raíz de la Materia produce una triple materia. Bajo estas, se
encuentra la Realidad Una, que siempre es incognoscible para la
conciencia condicionada. La flor jamás ve la raíz de la cual crece, aunque toda
su vida proviene de ella, y sin esa raíz no podría existir.
El
Yo, como Conocedor, tiene como función principal reflejar dentro de sí
mismo el No-Yo. Así como una placa fotográfica sensible recibe los rayos
reflejados de los objetos y estos rayos causan modificaciones en la materia
sobre la que caen, permitiendo obtener imágenes de los objetos, lo mismo sucede
con el Yo en su aspecto de conocimiento. El Yo recibe, a través de su vehículo,
los reflejos del No-Yo, y estos generan dentro de él imágenes que son reflejos
de aquello que no es él mismo.
En
las primeras etapas de la conciencia, el Conocedor no conoce las cosas
en sí mismas, sino solo las imágenes producidas dentro de él por la acción del
No-Yo. Estas imágenes son las representaciones del mundo externo. Por esta
razón, la mente, como vehículo del Yo en su función de Conocedor, ha sido comparada
a un espejo en el que se reflejan los objetos colocados frente a él. No
conocemos las cosas tal como son, sino los efectos que provocan en nuestra
conciencia; lo que percibimos en la mente no son los objetos, sino sus
imágenes. De manera similar, un espejo parece contener los objetos dentro de
él, pero estos objetos visibles son solo imágenes, ilusiones producidas por la
mente: conocemos el mundo externo únicamente a través de estas imágenes
ilusorias. El mito de la caverna de Platón.
Una
pregunta natural surge entonces: "¿Será siempre así? ¿No llegaremos nunca
a conocer las cosas en sí mismas?" Esto nos lleva a una distinción clave
entre la conciencia y la materia, que es esencial para responder
a esa pregunta. Cuando, tras un largo proceso de evolución, la conciencia
desarrolla la capacidad de reproducir en su interior todo lo que existe fuera,
la envoltura material en la que ha estado funcionando se desprende. La
conciencia, que es conocimiento, identifica su Yo con todos los demás yos que
la rodean y ve como No-Yo solo la materia, la cual está igualmente
relacionada con todos los yos. Este es el estado de "Unión", el
triunfo de la evolución, cuando la conciencia se reconoce a sí misma y a las
demás, y conoce a las demás como siendo una sola con ella misma. En
el mito de la caverna de Platón, el prisionero también pasa por un proceso de
liberación y evolución: primero deja de mirar las sombras, luego observa los
objetos que las proyectan, después sale de la caverna y, finalmente, contempla
el sol (símbolo de la verdad absoluta y la fuente de todo conocimiento).
Este
estado de identidad es donde se alcanza el conocimiento perfecto. El Yo
realiza ese estado maravilloso en el que la identidad permanece y la memoria no
se pierde, pero donde termina la separación y donde el conocedor y el conocimiento
se convierten en uno. Esta maravillosa naturaleza del Yo, que actualmente se
desarrolla en nosotros a través del conocimiento, es lo que debemos estudiar
para comprender la naturaleza del pensamiento. Es necesario entender
claramente el carácter ilusorio del proceso para poder utilizar la ilusión y
trascenderla.
Estudiemos
ahora cómo se establece el Conocimiento, es decir, la relación entre el Conocedor
y lo Cognoscible, lo cual nos llevará a comprender con mayor claridad la
naturaleza del pensamiento. Hay una palabra clave: vibración, que cada
vez más se convierte en un principio fundamental tanto en la ciencia occidental
como lo ha sido durante mucho tiempo en la ciencia oriental. El movimiento es
la raíz de todo: la vida es movimiento, la conciencia es movimiento, y cuando
el movimiento actúa sobre la materia, se manifiesta como vibración.
Debemos
pensar en el Uno como inmutable, sin movimiento, ya que en el Uno el
movimiento no puede existir. Esta descripción podríamos asimilarla al concepto
de Dios en tradiciones religiosas como el cristianismo, el islam y el
hinduismo, donde Dios es considerado eterno, absoluto y trascendente.
Solo
cuando hay diferenciación o partes podemos hablar de movimiento, porque el
movimiento implica un cambio de lugar en el tiempo. Cuando el Uno se convierte
en los muchos, surge el movimiento, y este es vida y conciencia cuando es
rítmico y regular; es muerte e inconsciencia cuando es irregular y carece de ritmo.
La vida y la muerte son hermanas gemelas, ambas nacidas del movimiento, que es
la manifestación.
El
movimiento es inevitable cuando el Uno se convierte en los muchos, ya que la
omnipresencia debe representarse como movimiento infinito. La esencia de la materia
es la separatividad, mientras que la esencia del espíritu es la unidad.
El movimiento regular en la materia crea vibraciones, y cada Jivatman o
unidad separada de conciencia (Yo), está aislada por un revestimiento de
materia. Este revestimiento vibra y transmite sus vibraciones a la materia
circundante, que a su vez transmite el impulso a otro Jivatman, estableciendo
una cadena de vibraciones por las cuales el uno llega a conocer al otro.
En
este proceso, el pensamiento es una reproducción en la mente del
Conocedor de aquello que no es el Yo. El pensamiento es literalmente una
imagen formada por la combinación de ondas de vibración. La materia vibrante
entre el Yo y el No-Yo es lo que permite que se establezca y mantenga la
relación del conocer, creando así la cadena entre el Conocedor, lo
Cognoscible y el Conocimiento.
EL
CREADOR DE LA ILUSIÓN
No
hay mejor título para la mente que "El Creador de la Ilusión".
La
mente no es el Conocedor y debe ser cuidadosamente distinguida de
este. Muchas de las confusiones surgen de olvidar esta distinción: el Conocedor
es diferente de la mente, la cual es solo un instrumento para obtener
conocimiento. Es como si el escultor se identificara completamente con su
cincel. La mente es dual y material en su naturaleza, formada por el Cuerpo
Causal y Manas, la mente abstracta, y por el Cuerpo Mental y
Manas, la mente concreta. Manas en sí es una reflexión en la materia atómica de
ese aspecto del Yo que es el conocimiento.
El
Jiva o ser individual está compuesto por siete principios que abarcan
desde los niveles más densos y materiales hasta los más sutiles y espirituales.
En este marco, la mente (Manas) ocupa un lugar intermedio crucial,
actuando como un puente entre lo superior (el Yo) y lo inferior (los cuerpos
materiales).
En
la constitución septenaria, los siete principios son los siguientes:
1. Sthula
Sharira (Cuerpo Físico): El vehículo físico, material y
denso.
2. Prana
(Fuerza Vital): La energía vital que anima al cuerpo
físico.
3. Linga
Sharira (Cuerpo Etérico): El molde energético que da forma al
cuerpo físico.
4. Kama
(Deseo o Pasión): El principio de las emociones y los
deseos.
5. Manas
(Mente): Dividida en:
o Manas
Inferior (Mente Concreta): Asociada al cuerpo mental y
orientada hacia lo externo, los pensamientos específicos y el análisis.
o Manas
Superior (Mente Abstracta): Asociada al cuerpo causal y
orientada hacia lo interno, la reflexión abstracta y los principios
universales.
6. Buddhi
(Sabiduría o Intuición): La facultad espiritual que capta la
verdad y guía al Jiva hacia lo superior.
7. Atman
(Yo Superior o Espíritu): La esencia divina y eterna,
inmutable.
La
mente limita al Jiva (el ser individual), que al aumentar su conciencia
se siente restringido por ella. Tal como alguien que se pone unos guantes
gruesos pierde gran parte de la sensibilidad de sus manos, el Conocedor, al
revestirse de la mente, también ve menguadas sus facultades. Aunque la mano
está presente, su habilidad disminuye con el guante; lo mismo sucede con el Conocedor
al usar la mente, que limita su expresión.
A
lo largo de los siguientes párrafos, limitaremos el término Manas a la
mente concreta: el cuerpo mental y Manas. La mente es el resultado de
pensamientos pasados, y se modifica constantemente por los pensamientos
presentes. Es una entidad definida con capacidades y limitaciones, que hemos
moldeado a lo largo de vidas anteriores. No podemos cambiarla rápidamente ni
trascenderla con un simple acto de voluntad. La mente es una parte del No-Yo,
que hemos adaptado para nuestro propio uso, y solo a través de ella podemos
conocer. Todas las impresiones del pasado están presentes en nosotros como
mente, que vibra constantemente, presentando series de imágenes siempre
cambiantes. Las nuevas impresiones que llegan del exterior se combinan con las
vibraciones existentes, por lo que el resultado no es una reproducción exacta
de la nueva vibración, sino una combinación con las anteriores.
Un
ejemplo de esta distorsión es mirar un objeto verde a través de un cristal de
color, que lo hace parecer negro. El ojo, al igual que la mente, modifica las
vibraciones que recibe. Así, la mente, como medio a través del cual el
Conocedor percibe el mundo exterior, actúa como un filtro que distorsiona las
imágenes. El Conocedor es inconsciente de esta influencia, como una persona que
siempre ha mirado el mundo a través de cristales de color y no se da cuenta del
cambio que estos provocan en los colores.
En
este sentido, la mente es el Creador de la Ilusión, pues nos presenta
solo imágenes distorsionadas. Pero en un sentido más profundo, es
verdaderamente el "Creador de la Ilusión", ya que esas imágenes son
solo reflejos de apariencias, no de realidades. Son sombras de sombras.
Si
pudiéramos conocer el mundo tal como es, incluso en su aspecto fenomenal,
nuestras ideas sobre él serían muy distintas. Esto no es imposible, aunque solo
pueden hacerlo aquellos que han avanzado en el dominio de la mente. Las
vibraciones de la mente pueden ser suspendidas retirando la conciencia de ella,
lo que permitiría una imagen fiel de los objetos observados. O la conciencia
podría exteriorizarse y experimentar directamente las vibraciones del objeto.
En ambos casos, se logra un verdadero conocimiento de la forma.
También
es posible conocer la idea en el mundo de los noúmenos, de la cual la
forma es solo una manifestación. Sin embargo, esto solo puede lograrse cuando
la conciencia funciona en el Cuerpo Causal sin los impedimentos de la
mente concreta.
La
comprensión de que solo conocemos nuestras impresiones de las cosas, y no las
cosas mismas, tiene un profundo impacto en la vida práctica. Nos enseña
humildad, precaución y apertura a nuevas ideas. Perdemos la certeza instintiva
de que siempre tenemos razón y aprendemos a cuestionarnos antes de juzgar a los
demás.
Un
ejemplo práctico: si encuentro a una persona cuyas vibraciones son
complementarias a las mías, podríamos no agradarnos mutuamente. Esto se debe a
que nuestras vibraciones no coinciden. Si tengo un conocimiento adecuado de mí
mismo, no asumiré que la otra persona es inferior; en su lugar, me preguntaré
por qué no puedo responder a sus vibraciones. Así como no podemos cambiar a los
demás, podemos cambiar nuestra propia capacidad para responder a ellos.
Deberíamos
aspirar a ser como la luz blanca, que contiene todos los colores y no
distorsiona ninguno. Podemos medir nuestro crecimiento por nuestra capacidad
para responder a una variedad de caracteres.
EL
CUERPO MENTAL Y MANAS
Ahora
abordemos la composición de la mente como órgano de la conciencia en su función
de Conocedor. La mente, desde el lado de la vida, es Manas, una
reflexión en la materia atómica del plano mental del aspecto cognoscitivo del
Yo. Esta reflexión se manifiesta como pensamiento.
Desde
el lado de la forma, la mente presenta dos aspectos que condicionan la
actividad de Manas: el Cuerpo Causal, compuesto de materia de los
planos más sutiles del plano mental, y el Cuerpo Mental, compuesto de
materia más densa del mismo plano. Ambos actúan como vehículos que condicionan
y limitan la actividad del Conocedor
El
Cuerpo Causal es el órgano del pensamiento abstracto. Está asociado con el Manas
Superior y es responsable del pensamiento abstracto, la reflexión
filosófica y la percepción de principios universales. Sirve como el órgano de
la conciencia para captar ideas, verdades universales y conceptos que
trascienden la experiencia sensorial. En su estado desarrollado, permite al Jiva
comprender las conexiones profundas entre lo individual y lo universal. En gran
parte de la humanidad, el Cuerpo Causal está poco desarrollado porque la
atención está dirigida predominantemente hacia el mundo material y los
pensamientos concretos. Esto limita la capacidad de comprender ideas más
elevadas y de conectar con el Yo Superior (Buddhi).
El Cuerpo Mental, en cambio, es responsable de
los pensamientos más concretos y se compone de materia de pensamiento de las
cuatro subdivisiones inferiores del plano mental. Está asociado con el Manas
Inferior, que procesa los datos sensoriales y se ocupa de pensamientos
específicos y particulares. Es responsable de las operaciones mentales
prácticas, como analizar, calcular y tomar decisiones basadas en la experiencia
directa. Sirve para interpretar e integrar la información del mundo externo. Debido
a su conexión con Kama (el principio del deseo y las emociones), el
Cuerpo Mental a menudo está influido por los impulsos inferiores, dificultando
la claridad y la objetividad en el pensamiento.
El
desarrollo equilibrado de ambos aspectos de la mente (Cuerpo Causal y Cuerpo
Mental) es esencial para la evolución del Jiva. La meta es:
- Purificar y disciplinar el Cuerpo
Mental para que responda al control del Conocedor, en lugar de los
impulsos de Kama.
- Activar el Cuerpo Causal para que la
conciencia del Jiva pueda captar los principios universales y alcanzar la
unidad con el Yo Superior.
De
esta manera, la mente se convierte en un vehículo claro y efectivo para la
expresión del Conocedor y para trascender las limitaciones de la materia hacia
la realización espiritual.
LA
CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL CUERPO MENTAL
El
método por el cual la conciencia construye su vehículo es fundamental, ya que
cada día y cada hora de nuestra vida ofrece oportunidades para aplicarlo.
Mientras estamos despiertos o dormidos, estamos constantemente construyendo
nuestros cuerpos mentales. Cada vibración de la conciencia, incluso un
pensamiento fugaz, atrae nuevas partículas de materia mental y expulsa otras.
El
tipo de materia que atraemos depende de la calidad de nuestras vibraciones.
Pensamientos elevados atraen materia mental sutil, mientras que pensamientos
bajos atraen materia grosera. Esto afecta nuestra capacidad para responder a
los pensamientos externos. Si nuestra mente está compuesta de materia sutil,
los pensamientos negativos no tendrán efecto sobre nosotros, mientras que, si
está formada por materia grosera, seremos susceptibles a pensamientos nocivos.
Cuando
interactuamos con una persona de pensamientos elevados, nuestras mentes pueden
beneficiarse si tenemos la capacidad de responder a sus vibraciones. Sin
embargo, la mayor parte de la evolución mental debe provenir de nuestras
propias actividades conscientes. Debemos trabajar activamente en el pensamiento
correcto para desarrollar un cuerpo mental fuerte y bien organizado.
La
lectura, por ejemplo, solo es útil en la medida en que nos proporciona material
para pensar. No basta con leer mucho; el verdadero desarrollo mental depende de
la cantidad de pensamiento que dedicamos a lo que leemos.
Debemos
dedicar tiempo diario al estudio profundo y al pensamiento consciente,
equilibrando la lectura con la reflexión. Solo así podremos construir nuestras
mentes de manera sólida y lograr un pensamiento concentrado y poderoso.
TRANSMISIÓN
DEL PENSAMIENTO
Hoy
en día, muchas personas sueñan con practicar la transmisión del pensamiento
y con el placer de comunicarse con amigos ausentes. Muchos creen que es algo
que puede lograrse con poco esfuerzo, y se sorprenden al fracasar en sus
intentos. Sin embargo, es claro que primero hay que aprender a pensar
antes de poder transmitir el pensamiento, y se necesita una concentración
fija para enviar una corriente de pensamiento a través del espacio.
Los
pensamientos débiles y vacilantes de la mayoría de las personas apenas provocan
ligeras vibraciones en la atmósfera del pensamiento, porque carecen de
vitalidad suficiente. Aparecen y desaparecen rápidamente, sin llegar a formar formas
de pensamiento definidas. Para poder transmitir un pensamiento, este debe
estar claramente formado y bien vitalizado, lo suficientemente fuerte como para
producir, al llegar a su destino, un duplicado de sí mismo.
Existen
dos métodos principales para la transmisión del pensamiento: uno podría
llamarse físico y el otro psíquico. El primero involucra tanto al
cerebro como a la mente, mientras que el segundo concierne solo a la mente.
La
conciencia también puede causar vibraciones directamente en el cuerpo mental y
enviarlas al cuerpo mental de la persona receptora. Un pequeño órgano en el
cerebro, la glándula pineal, juega un papel crucial. Este órgano,
desconocido para muchos psicólogos occidentales, es rudimentario en la mayoría
de las personas, pero está en proceso de evolución. Es el órgano de la transmisión
del pensamiento, al igual que los ojos son los órganos de la visión y los
oídos de la audición.
Si
una persona piensa intensamente en una sola idea, con concentración sostenida,
puede llegar a sentir un ligero hormigueo en la glándula pineal. Este
estremecimiento es una señal de que el pensamiento ha alcanzado suficiente
fuerza para ser transmitido. La vibración del éter en la glándula pineal genera
ondas etéricas que se transmiten en todas direcciones. Estas ondas, al llegar a
otro cerebro, pueden ser reproducidas por la glándula pineal de la otra persona
y transmitidas a su cuerpo mental, llegando finalmente a su conciencia.
Si
la segunda glándula pineal no puede reproducir estas ondulaciones, el
pensamiento no será percibido, de la misma manera que una persona ciega no
puede ver las ondas de luz. En este método de transmisión del pensamiento, el
pensador no baja el pensamiento al cerebro, sino que lo envía directamente al
cuerpo mental de otra persona. Este método requiere un mayor desarrollo mental,
ya que el emisor necesita ser consciente en el plano mental para
realizar esta transmisión deliberadamente.
Aunque
no siempre somos conscientes de este proceso, todos ejercemos el poder de la
transmisión del pensamiento de manera indirecta e inconsciente. Nuestros
pensamientos siempre causan vibraciones en el cuerpo mental, las cuales se
propagan naturalmente a través de la substancia mental circundante.
Estas vibraciones influyen en otras personas de forma continua. Así, la opinión
pública se forma en gran parte a través de la propagación de pensamientos
compartidos, no porque todos hayan reflexionado profundamente sobre los temas,
sino porque las vibraciones de los pensamientos se difunden y afectan a muchas
mentes.
El
pensamiento de un gran pensador puede ser recogido por mentes receptivas, que
reproducen sus vibraciones y fortalecen la onda de pensamiento. Esto, a su vez,
afecta a otras personas, incrementando la fuerza del pensamiento en la
colectividad. Así, la opinión pública se establece y ejerce una gran influencia
sobre la mayoría de las personas.
Existen
también modos nacionales de pensar, canales mentales profundos creados
por la historia, costumbres y experiencias de una nación. Estos patrones de
pensamiento modifican cómo una nación percibe el mundo exterior y afectan a los
individuos nacidos dentro de esa nación. Cuando las naciones reciben impresiones
de otras culturas, estas impresiones son alteradas por el grado de vibración
nacional, lo que lleva a malentendidos y conflictos.
Esta
comprensión de la transmisión del pensamiento plantea una cuestión práctica: ¿Cómo
podemos protegernos de los pensamientos dañinos y aprovechar los benéficos?
Cada persona afecta su propio cuerpo mental constantemente, mientras que los
demás lo hacen solo de manera ocasional. Somos los principales responsables de
la configuración de nuestras mentes. Si una persona piensa en la verdad, una
mentira no podrá entrar en su mente; si piensa en amor, el odio no lo afectará;
si piensa en sabiduría, la ignorancia no podrá paralizarlo.
Es
crucial no dejar que la mente permanezca vacía, pues así estaría abierta a
cualquier pensamiento que pase. La persona que tome el control de su mente,
aprendiendo a pensar de manera consciente y dirigida, descubrirá que a través
del pensamiento puede hacer su vida más noble y feliz. El verdadero poder
reside en el pensamiento consciente, y a través de la sabiduría, podemos poner
fin al sufrimiento.
LOS
PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO
Pocas
personas, fuera del ámbito de los estudiantes de psicología, se han detenido a
reflexionar sobre cómo se origina el pensamiento. Al nacer, ya poseemos una
gran cantidad de pensamientos formados, un acervo de lo que se llama "ideas
innatas". Estos son conceptos que traemos con nosotros al mundo, y
representan el resultado condensado de nuestras experiencias en vidas
anteriores. Con este acopio mental comenzamos nuestras actividades en esta
vida, por lo que el psicólogo no puede observar directamente el origen del
pensamiento. Sin embargo, puede aprender algo al observar a los niños ya que,
así como el cuerpo físico recorre en la vida prenatal las etapas de la
evolución humana, el cuerpo mental también atraviesa rápidamente los
grados de su desarrollo pasado.
Si
se observa detenidamente a un niño, se puede ver que las sensaciones —la
respuesta a estímulos a través de sensaciones de placer o dolor, generalmente
de dolor en los primeros momentos— preceden a cualquier señal de inteligencia.
Antes de nacer, el niño fue sostenido por las fuerzas vitales que fluyen a
través del cuerpo de la madre. Al entrar en una existencia independiente, estas
fuerzas se debilitan. La vida comienza a disminuir y ya no se renueva; esta
disminución genera necesidad, y esa necesidad se siente como dolor.
Cuando esta necesidad se satisface, el niño experimenta placer y vuelve
a un estado de inconsciencia. Con el tiempo, la vista y los sonidos empiezan a
generar sensaciones, pero aún no hay señales de inteligencia.
La
primera señal de inteligencia aparece cuando el niño asocia la presencia o la
voz de la madre con la satisfacción de la necesidad recurrente, específicamente
con el placer que proporciona el alimento. El enlace entre un objeto externo y
la sensación que provoca es el primer indicio de inteligencia, y
técnicamente, el primer pensamiento, conocido como percepción. La
esencia de esto es el establecimiento de una relación entre la conciencia (el Jivatma)
y un objeto externo, y dondequiera que se establezca esta relación, el
pensamiento existe.
Este
hecho sencillo puede servir como ejemplo general del principio del pensamiento
en un Yo separado. En este tipo de Yo, las sensaciones preceden a los
pensamientos; el Yo responde con un sentimiento cuando recibe una
impresión. La intensa sensación de necesidad, causada por la disminución de la
energía vital, por sí misma no despierta el pensamiento; sin embargo, cuando
esta necesidad se satisface con el contacto de la leche, surge una impresión
definida que es seguida por una sensación de placer.
Con
el tiempo, al repetirse esta experiencia, el Yo comienza a dirigir su atención
hacia el exterior, de manera vaga e incierta. La energía vital fluye hacia el cuerpo
mental, vivificándolo y permitiendo que refleje, aunque sea débilmente al
principio, el objeto que provocó la sensación. Esta modificación en el cuerpo
mental, repetida muchas veces, estimula al Yo en su aspecto de Conocedor
y lo hace vibrar en correspondencia. El Yo ha experimentado necesidad, contacto
y placer, y con el contacto surge una imagen que afecta tanto a la vista como a
los labios; dos impresiones sensoriales se combinan.
La
naturaleza inherente del Yo vincula estos tres elementos —la necesidad,
la imagen del contacto y el placer— y este enlace es el pensamiento. Sin
esta respuesta, no hay pensamiento; es el Yo quien percibe, no ningún aspecto
inferior. Esta percepción específica particulariza el deseo, que deja de
ser un anhelo vago por algo indefinido y se convierte en un deseo concreto por
algo específico: la leche.
A
medida que la percepción evoluciona, el Conocedor asocia tres elementos: la
necesidad, la imagen del objeto (como la madre) y el placer que sigue al
contacto. En una etapa temprana, es común que la simple vista de la madre
despierte la necesidad, incluso cuando el niño no tiene hambre. El Conocedor
asocia erróneamente la imagen de la madre con la necesidad. Sin embargo, esta
asociación incorrecta se rompe con el tiempo, y el niño comienza a ver a la
madre como la causa del placer en lugar de como un objeto que satisface
la necesidad. El deseo por la madre se establece de esta manera y se
convierte en un nuevo estímulo para el pensamiento.
RELACIÓN
ENTRE SENSACIÓN Y PENSAMIENTO
En
muchos libros de psicología, tanto orientales como occidentales, se afirma
claramente que todo pensamiento tiene su raíz en la sensación. Hasta que
no se acumulan un gran número de sensaciones, el pensamiento no puede surgir.
"La mente, tal cual la conocemos, puede resolverse en estados de
conciencia de variable duración, intensidad, complejidad, etc., fundándose
todo, en último término, en la sensación".
Algunos
escritores van más allá, declarando que no solo las sensaciones son el material
con el que se construyen los pensamientos, sino que los pensamientos son
producidos exclusivamente por las sensaciones, negando así la existencia de
un Pensador y un Conocedor. Otros, en el extremo opuesto,
consideran que el pensamiento es un resultado de la actividad interna del
pensador, quien utiliza las sensaciones como materiales sobre los cuales aplica
su capacidad inherente. Sin embargo, no consideran las sensaciones como una
condición necesaria para su actividad.
Ambas
posturas, que consideran el pensamiento como un mero producto de las
sensaciones, o como exclusivamente resultado de la actividad del conocedor, son
parcialmente verdaderas. La verdad completa se encuentra entre ambas. Si bien
es necesario que las sensaciones actúen desde fuera para despertar al Conocedor,
y aunque el primer pensamiento se produce a partir de impulsos sensoriales, las
sensaciones por sí solas no bastan. Sin una capacidad inherente del Yo
para vincular esas sensaciones y organizar relaciones entre ellas y el mundo
externo, no podría surgir ningún pensamiento.
El
Pensador es el padre, el Sentimiento es la madre, y el
Pensamiento es el hijo. Si bien las sensaciones son los principios del
pensamiento y estas son causadas por estímulos externos, es crucial que el Conocedor
observe con exactitud las sensaciones cuando estas surgen en el Yo consciente.
La primera función del conocedor es observar. Si no hubiera nada que
observar, el Conocedor permanecería dormido. Sin embargo, cuando se presenta un
objeto, el Conocedor percibe el impacto de este y comienza a observar.
La
precisión en la capacidad de observar es clave para formar pensamientos
precisos. Si el Conocedor observa incorrectamente o establece relaciones
equivocadas entre el objeto que causó la sensación y él mismo como observador,
se cometerán errores que afectarán todos los pensamientos subsecuentes. Solo al
revisar desde el principio puede corregirse este error.
Veamos
cómo funcionan la sensación y la percepción en un caso concreto. Supongamos que
siento un choque en la mano: este contacto produce una sensación.
El reconocimiento de lo que causó la sensación es un pensamiento. Sentir un
contacto es una sensación pura, pero cuando se vincula esa sensación con
el objeto que la provocó, se genera un pensamiento. Esta percepción
implica que el Conocedor establece una relación entre él mismo y el
objeto que produjo la sensación.
Además,
a menudo experimentamos otras sensaciones simultáneas, como color, suavidad,
calor o textura. Estas también son transmitidas al Conocedor, quien, con la
ayuda de la memoria (que compara impresiones pasadas con la imagen del
objeto actual), decide sobre la naturaleza del objeto que tocó la mano. Aquí es
donde la percepción de las cosas que nos causan sensaciones se convierte
en el principio del pensamiento. En términos metafísicos, se podría
decir que la percepción del No-Yo es el comienzo de la cognición.
El
sentimiento por sí solo no puede generar una conciencia del No-Yo. Solo
crearía una conciencia interna de placer o dolor, una sensación interna de
expansión o contracción. La evolución humana sería imposible si solo pudiéramos
sentir; es solo cuando reconocemos los objetos como causas de nuestras
sensaciones que comenzamos nuestra verdadera educación humana. El
establecimiento de una relación consciente entre el Yo y el No-Yo es
fundamental para toda la evolución futura, y esta evolución consiste en que esas
relaciones se vuelvan cada vez más numerosas, complejas y precisas.
El
Conocedor inicia su desarrollo externo cuando la conciencia, que siente placer
o dolor, dirige su atención hacia el mundo externo y dice: "Este objeto me
causa placer; aquel otro me causa dolor". Es necesario experimentar una
gran cantidad de sensaciones antes de que el Yo pueda responder completamente
al entorno externo. Al principio, el Yo tantea torpemente en busca de placer,
movido por el deseo de repetir una experiencia placentera. Esto es un buen
ejemplo de cómo el sentimiento y el pensamiento están siempre
entrelazados. El deseo de repetir una experiencia placentera implica que la imagen
del placer permanece en la conciencia, aunque sea débilmente, y esto es memoria,
que pertenece al ámbito del pensamiento.
Durante
mucho tiempo, el Yo divaga de una experiencia a otra, chocando con el No-Yo de
manera accidental, sin tener una dirección clara. Solo después de mucho tiempo
y experiencia, el Conocedor puede establecer relaciones claras entre el Yo y el
No-Yo, dando inicio a la percepción y al pensamiento consciente.
NATURALEZA
DE LA MEMORIA
Cuando
se establece una relación entre el placer y un objeto determinado, surge el
deseo definido de obtener de nuevo ese objeto y repetir el placer. El cuerpo
mental, al estar estimulado, rápidamente repite la imagen del objeto. Esto se
debe a una ley general según la cual la energía fluye en la dirección de la
menor resistencia, lo que significa que la materia del cuerpo mental tiende a
moldearse fácilmente en una forma que ya ha tomado con frecuencia. Esta
tendencia a repetir vibraciones anteriores, cuando la energía actúa sobre
ellas, es una manifestación de Tamas, la inercia de la materia, y es el germen
de la Memoria.
Las
moléculas de la materia que se agrupan para formar una imagen se separan
lentamente cuando otras energías actúan sobre ellas, pero retienen durante un
tiempo considerable la tendencia a volver a su relación anterior. Si
reciben un impulso adecuado, estas moléculas vuelven inmediatamente a asumir su
disposición previa. Además, cuando el Conocedor ha vibrado de una manera
particular, esa capacidad de vibración permanece en él. En el caso de un objeto
que genera placer, el deseo por ese objeto activa ese poder de vibración, lo
que genera un estímulo en el cuerpo mental.
La
imagen así creada es reconocida por el Conocedor, y la atracción del
placer lo lleva a reproducir también la imagen de ese placer. El objeto y
el placer se relacionan a través de la experiencia, y cuando las
vibraciones que forman la imagen se repiten, también se repiten las vibraciones
del placer. Así, el placer puede ser revivido en ausencia del objeto. Esto es
la memoria en su forma más básica: una vibración generada por el
Conocedor que reproduce las mismas sensaciones que originalmente causaron el
placer.
Estas
imágenes son menos vívidas y menos intensas para el Conocedor parcialmente
desarrollado, ya que las vibraciones físicas que acompañan al contacto con un
objeto externo suelen tener más energía. Sin embargo, en su esencia, las
vibraciones de la memoria son vibraciones mentales de objetos que el
Conocedor ha experimentado anteriormente.
Estas
imágenes mentales pueden repetirse y refinarse en materia cada vez más sutil,
sin necesidad de que intervenga un Conocedor separado. Estas imágenes forman
parte de lo que se conoce, en Oriente, como la memoria de Ishvara, el
Ser Cósmico. Estas imágenes de imágenes pueden ser alcanzadas por cualquier
Conocedor separado en la medida en que haya desarrollado dentro de sí el
"poder de vibración" mencionado anteriormente. Similar al proceso de
la telegrafía sin hilos, una serie de vibraciones que constituyen un mensaje
pueden ser captadas por un receptor adecuado, uno que sea capaz de reproducir
esas vibraciones. La memoria de Ishvara, como Ser Cósmico, se
refiere al concepto de un registro universal que abarca todas las experiencias,
acciones, pensamientos y eventos ocurridos en el cosmos, almacenados en la
conciencia de Ishvara, quien es considerado el principio divino que
sostiene y dirige el universo. Esta memoria se asocia con una perspectiva
superior de la realidad, en la que todo está conectado y tiene un propósito
dentro del plan cósmico.
De
la misma manera, una vibración latente en un Conocedor puede ser
activada por una vibración similar proveniente de estas imágenes cósmicas. En
el plano akáshico, estas imágenes forman los llamados anales
akáshicos, que se mencionan a menudo en la literatura teosófica, y perduran
mientras exista la vida del sistema.
El
término akáshico proviene de la palabra sánscrita "akasha",
que significa "éter" o "espacio" y, en un sentido más
amplio, se refiere a la sustancia primordial o el campo energético que subyace
a toda existencia manifestada. En este contexto, akáshico se refiere a
lo relacionado con el plano akáshico, un nivel de realidad sutil que actúa
como un registro universal de todas las experiencias, pensamientos, emociones y
eventos ocurridos en el tiempo y el espacio.
MEMORIA
Y ANTICIPACIÓN
El
conjunto de las tres cualidades (gunas) – Sattva (luz, verdad,
estabilidad, placer), Rajas (pasión, deseo, dolor) y Tamas
(ignorancia, oscuridad, inercia) – forma el Universo manifestado o la
existencia condicionada. Estas cualidades, mencionadas en la Bhagavad Gita,
son esenciales para comprender la naturaleza del pensamiento y sus
manifestaciones. Además, conceptos como Ishvara, el Espíritu Divino que
mora en el ser humano, y el Akasha, la sustancia primordial de la cual
surge el cosmos, son fundamentales para entender cómo se registran y se
mantienen los pensamientos y actos en los llamados anales akáshicos.
Volviendo
al tema del Conocedor no desarrollado: cuando la memoria comienza a funcionar,
la anticipación le sigue rápidamente, ya que la anticipación no es más
que la memoria proyectada hacia el futuro. Cuando la memoria revive el placer
experimentado en el pasado, el deseo busca obtener nuevamente el objeto que
produjo dicho placer. Al pensar en la posibilidad de disfrutar de ese objeto
nuevamente en el futuro, se genera la anticipación.
El
Conocedor fija su atención en la imagen del objeto y en la imagen del placer, y
las relaciona entre sí. Si a esta contemplación se le añade el elemento del tiempo,
distinguimos dos procesos: la contemplación junto con la idea del pasado es memoria,
mientras que la contemplación junto con la idea del futuro es anticipación.
A
medida que estudiamos estas imágenes y procesos, comprendemos mejor el aforismo
de Patanjali en el que se afirma que, para la práctica del Yoga, el
hombre debe suspender las modificaciones del principio pensante. Desde
el punto de vista de la ciencia oculta, cada contacto con el No-Yo
modifica el cuerpo mental. Parte de la materia de este cuerpo se
organiza en una imagen del objeto externo. Cuando el Conocedor establece
relaciones entre estas imágenes, el proceso se convierte en pensamiento, visto
desde el lado de la forma. Simultáneamente, hay vibraciones en el Conocedor
mismo, que constituyen el pensamiento desde el lado de la vida.
Es
importante recordar que la función especial del Conocedor es establecer estas
relaciones. Lo que el Conocedor añade a las imágenes convierte dichas imágenes
en pensamientos. Estas imágenes en el cuerpo mental son similares a las
impresiones que las ondas etéreas (fuera del espectro visible de la luz) dejan
en una placa fotográfica, donde las sales de plata se reorganizan para formar
una imagen del objeto expuesto.
De
manera similar, en el cuerpo mental, los materiales se reorganizan como
una imagen de los objetos con los que el Conocedor ha tenido contacto. El
Conocedor percibe estas imágenes a través de sus propias vibraciones respondientes,
las estudia y, con el tiempo, comienza a reorganizarlas y modificarlas por
medio de las vibraciones que emite. Según la ley de que la energía sigue la línea
de menor resistencia, estas imágenes se reforman repetidamente, y mientras
el Conocedor se limite a esta simple reproducción, con la adición del elemento
del tiempo, tendremos memoria y anticipación.
El
pensamiento concreto no es más que una repetición de las experiencias
diarias en un plano más sutil, con la diferencia de que el Conocedor puede detener
el flujo de esas experiencias, modificar su secuencia, acelerarlas o
ralentizarlas según su voluntad. Puede detenerse en una imagen, meditar sobre
ella y extraer nuevos significados que no percibió en el momento de la
experiencia original, cuando estaba sujeto al movimiento constante del tiempo.
Dentro
de su propio ámbito, el Conocedor puede controlar el tiempo en relación con su
medida, de manera similar a cómo Ishvara, el Logos, maneja el tiempo en
sus mundos. Sin embargo, el Conocedor no puede escapar por completo de la
esencia del tiempo hasta que alcance la conciencia de Ishvara,
liberándose de los lazos de la materia del mundo.
RECEPTIVIDAD
DEL YO PARA EL NO-YO
El
primer requisito para un pensamiento competente es una observación
atenta y precisa. El Yo, como Conocedor, debe observar al No-Yo
(el mundo externo) con exactitud y atención, para que este se convierta en lo
conocido y se fusione en el Yo. El segundo requisito es la receptividad
y tenacidad del cuerpo mental, es decir, la capacidad de recibir
rápidamente las impresiones y retenerlas una vez que han sido captadas. La
rapidez de la evolución del Conocedor, así como la celeridad con la que
sus potencias latentes se convierten en poderes activos, depende de la atención
del Conocedor y de la receptividad de su cuerpo mental.
Si
el Conocedor no ha observado correctamente una imagen de pensamiento, o si el
cuerpo mental no está lo suficientemente desarrollado como para captar más que
las vibraciones más fuertes del objeto externo, entonces el material para el
pensamiento será defectuoso. En este caso, solo se obtendrá un bosquejo
general, con detalles borrosos o faltantes. A medida que desarrollamos nuestras
facultades y refinamos la materia en el cuerpo mental, nos volvemos capaces de recibir
más del mismo objeto externo, encontrando mucho más en él de lo que antes
percibíamos.
Imaginemos
a dos hombres observando una espléndida puesta de sol. El primero es un
campesino, que solo ha mirado al cielo para saber si va a llover o hacer sol, y
su única preocupación es cómo afectará esto a sus cosechas. El segundo es un
pintor con un amor profundo por la belleza, educado para disfrutar cada matiz y
tono de color. Ambos están expuestos a las mismas vibraciones de la
puesta de sol, pero sus experiencias son completamente diferentes.
El
campesino observa los colores en el cielo y percibe que hay mucho rojo, lo que
podría indicar buen tiempo para el día siguiente, y concluye que esto será
bueno o malo para su cosecha. Esa podría ser toda su interpretación. Por otro
lado, el pintor, cuyos cuerpos físico, astral y mental son más sensibles
y refinados, percibe millones de vibraciones sutiles que el campesino no capta.
Él disfruta los delicados tonos de color, las transiciones entre matices, el
azul, el rosa, el verde mar pálido con reflejos dorados y franjas de púrpura.
Esta experiencia despierta en él emociones profundas, amor, admiración,
reverencia, y le trae ideas inspiradoras.
La
diferencia entre ambas experiencias no se debe a la puesta de sol misma,
sino a la receptividad interna de cada persona. No depende del No-Yo,
sino del Yo y de sus envolturas. Cuanto más desarrollada esté la
capacidad del Yo para responder a las vibraciones del No-Yo, más riqueza
fluirá hacia él.
Este
ejemplo ilustra el significado de la evolución del Conocedor. Alrededor
de nosotros puede haber un universo lleno de belleza, con ondas actuando sobre
nosotros desde todos lados, pero es posible que no lo percibamos si no tenemos
la capacidad interna para recibirlo. Todo lo que está en la mente de Ishvara,
el Logos de nuestro sistema, está actuando sobre nosotros y nuestros cuerpos en
este momento. Lo que podemos recibir de ello depende de nuestro grado de
evolución. Para nuestro desarrollo, lo que se necesita no es un cambio en
el exterior, sino un cambio interno. Todo ya nos ha sido dado, pero
debemos desarrollar la capacidad para recibirlo.
EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO
LA OBSERVACIÓN Y SU VALOR
A
partir de lo que ya se ha expuesto, es fácil entender que la observación
exacta es un elemento esencial para pensar con claridad. El trabajo
comienza en el plano físico, donde nuestros cuerpos entran en contacto
con el No-Yo (el mundo externo). La evolución avanza desde el plano
inferior al superior, y en el inferior es donde primero tocamos el mundo
externo. Las vibraciones del exterior se transmiten hacia arriba (o hacia
adentro), despertando los poderes internos.
Por
lo tanto, la observación exacta es una facultad que debe ser cultivada
de manera consciente. La mayoría de las personas pasa por el mundo con los ojos
medio cerrados. Puedes comprobar esto por ti mismo haciéndote preguntas sobre
lo que has observado al caminar por una calle. ¿Qué has observado? Muchas
personas no recuerdan casi nada, no han formado imágenes claras de lo que han
visto. Otras, tal vez, hayan notado unas pocas cosas, y unas cuantas habrán
observado muchas.
Se
cuenta que el padre de Houdin educó a su hijo en la observación del contenido
de las tiendas mientras caminaban por las calles de Londres, hasta que el niño
pudo describir todo lo que contenía una tienda con solo una rápida mirada. El niño
normal y el salvaje son buenos observadores, y su capacidad para
observar determina su inteligencia. La costumbre de observar de manera
clara y rápida está relacionada con la claridad de pensamiento. Aquellos que
piensan de manera confusa, por lo general, observan con menos precisión,
excepto cuando su inteligencia está muy desarrollada y enfocada en su
interior.
Sin
embargo, la respuesta a la pregunta sobre la observación puede ser:
"Estaba pensando en otra cosa y por eso no observé". Esta respuesta
es válida si la persona estaba pensando en algo más importante que en educar su
cuerpo mental o su capacidad de atención mediante la observación cuidadosa.
Pero si estaba solo soñando despierta y sus pensamientos divagaban sin
rumbo, entonces ha desperdiciado su tiempo mucho más que si hubiera dirigido su
energía hacia el exterior. Esta distinción es importante: los que están profundamente
absortos en sus pensamientos no observarán los objetos externos porque su
atención está fija en lo interior, no en lo exterior. Los altamente
desarrollados y aquellos que lo están parcialmente necesitan diferentes formas
de educación.
Sin
embargo, ¿cuántos de los que no observan están realmente profundamente
inmersos en sus pensamientos? En la mayoría de las personas, lo que pasa
por su mente es un vago mirar cualquier imagen de pensamiento que pueda
surgir, como quien contempla el contenido de un joyero sin un propósito
definido. Esto no es pensar. Pensar significa, como hemos visto, establecer
relaciones y añadir algo nuevo a lo que ya está presente. Cuando se
piensa, la atención del Conocedor se dirige deliberadamente a las imágenes de
pensamiento y trabaja activamente con ellas.
Por
tanto, el hábito de la observación es una parte crucial de la educación
de la mente. Quienes lo practiquen encontrarán que su mente se aclara,
aumenta en poder y se vuelve más manejable, lo que les permite dirigirla a un
objetivo concreto con más facilidad. Una vez establecido este poder de
observación, el cuerpo mental registra automáticamente las imágenes, las cuales
pueden utilizarse después, si es necesario, sin requerir la atención consciente
del individuo.
Un
ejemplo personal que puede parecer trivial, pero significativo, ilustra esto. En
una ocasión, surgió una discusión sobre el número de la locomotora de un tren
en el que habíamos viajado. El número apareció instantáneamente en mi mente.
Sin que yo fuera consciente de ello, mi mente había observado y registrado el
número al entrar el tren en la estación, y cuando necesitaba recordar ese dato,
la imagen mental del tren con el número en el frente se presentó claramente.
Esta
facultad es muy útil porque significa que, aunque no prestemos atención
consciente a los detalles a nuestro alrededor, el cuerpo mental puede registrar
esos detalles y recordarlos cuando sea necesario. Este tipo de actividad
automática del cuerpo mental ocurre en todos nosotros más de lo que pensamos.
Por ejemplo, en hipnosis, una persona puede recordar pequeños detalles
que ocurrieron sin que su conciencia los notara. Estas impresiones llegan al
cuerpo mental a través del cerebro y se imprimen tanto en el cuerpo mental como
en el cerebro físico.
En
estado hipnótico, en el delirio o en sueños, cuando la conciencia no está presente, el cerebro puede liberar
estas impresiones, que normalmente están dominadas por impresiones más fuertes
que la conciencia misma capta. Sin embargo, si la mente se educa para observar
y registrar, la conciencia podrá recuperar esas impresiones cuando lo desee.
Así, si dos personas caminan por una calle, una educada en la observación y la
otra no, ambas pueden recibir un número de impresiones inconscientemente.
Después, la persona entrenada en la observación podrá recordar esas
impresiones, mientras que la otra no.
Dado
que este poder depende del pensar con claridad, aquellos que deseen cultivar
y dominar el poder del pensamiento harían bien en no descuidar el
desarrollo del hábito de observación, y evitar el placer pasajero de
dejar que su mente vague al azar.
LA
EVOLUCIÓN DE LAS FACULTADES MENTALES
A
medida que se acumulan imágenes mentales, el trabajo del Conocedor
se vuelve más complejo, y su actividad en torno a estas imágenes despierta uno
tras otro los poderes inherentes a su naturaleza divina. El Conocedor ya
no acepta el mundo externo solo en su relación directa con él mismo, como
fuente de placer o dolor, sino que comienza a ordenar las imágenes,
estudiarlas desde distintos ángulos y reconsiderarlas. Asimismo, empieza a coordinar
sus propias observaciones, observando el orden de sucesión de las
imágenes.
Cuando
una imagen sigue consistentemente a otra, el Conocedor empieza a esperar
que una segunda imagen aparezca cada vez que la primera se presenta. Este es el
primer paso hacia el razonamiento, pues empieza a deducir que cuando A
aparece, B también aparecerá. Esta previsión, que se confirma constantemente,
le lleva a asociar las imágenes como "causa" y "efecto".
Sin embargo, muchos de sus primeros errores provienen de establecer estas
relaciones de manera precipitada.
Además,
el Conocedor empieza a comparar las imágenes colocándolas una al lado de
la otra, observando sus semejanzas o diferencias. Desarrolla la facultad
de comparación y elige qué imágenes prefiere por el placer que le
proporcionan. Esto lo lleva a mover su cuerpo en el mundo externo para buscar
esas imágenes, desarrollando así su juicio mediante estas elecciones y
sus consecuencias. A través de este proceso, desarrolla un sentido de
proporciones, agrupando los objetos según su semejanza o separándolos según
sus diferencias. Aunque en esta etapa es propenso a errores, especialmente
debido a semejanzas superficiales, posteriormente corrige estos errores
mediante nuevas observaciones.
De
este modo, el proceso mental se va refinando y surgen una tras otra las
facultades de observación, distinción, razonamiento, comparación
y juicio. Estas facultades se desarrollan con la práctica y el ejercicio
constante. Así, el Yo como Conocedor crece en su capacidad de
pensamiento mediante la acción y reacción constante entre el Yo y
el No-Yo.
Para
acelerar la evolución de estas facultades, debemos ejercitarlas de
manera deliberada y consciente, usando las circunstancias cotidianas como
oportunidades para su desarrollo. De la misma manera que el poder de
observación puede educarse en la vida diaria, también podemos
acostumbrarnos a buscar semejanzas y diferencias en los objetos que nos rodean.
Podemos sacar conclusiones y verificarlas a través de los sucesos; podemos
comparar y juzgar, todo ello de manera consciente y con un propósito definido.
El
poder del pensamiento crece rápidamente cuando se ejercita de esta
manera, convirtiéndose en una habilidad que se utiliza de forma
constante y que se siente como una posesión concreta.
LA
MEMORIA
Para
comprender claramente las causas de la "mala memoria", es
necesario examinar el proceso mental que genera lo que llamamos memoria. Aunque
muchos libros de psicología hablan de la memoria como una facultad mental,
en realidad no existe una facultad específica con este nombre. La persistencia
de una imagen mental no se debe a una facultad especial, sino que es una
cualidad general de la mente. Una mente débil carece de persistencia, al igual
que en otras áreas, y pierde fácilmente las formas que ha adoptado, como una
sustancia demasiado fluida que no retiene la forma de su molde.
Cuando
el cuerpo mental está poco organizado, como una masa de materia mental
dispersa y poco coherente, la memoria será ciertamente débil. Pero esta
debilidad no es exclusiva de la memoria; es una debilidad general de toda la
mente y se debe a su bajo nivel de evolución. A medida que el cuerpo mental se
organiza y comienzan a operar en él los poderes de Siva, a veces todavía
se observa lo que llamamos "mala memoria". Sin embargo, si analizamos
esta "mala memoria", veremos que no es deficiente en todos los aspectos.
Hay cosas que se recuerdan bien, aquellas que atraen fuertemente la
mente, mientras que otras se olvidan fácilmente.
Por
ejemplo, conocí a una mujer que se quejaba de mala memoria para los estudios,
pero observé que recordaba con precisión los detalles de un vestido que
admiraba. A su cuerpo mental no le faltaba capacidad de retención, simplemente recordaba
bien lo que le interesaba. En esto se encuentra la clave de la "mala
memoria": se debe a la falta de atención, a una observación
imprecisa y, por lo tanto, a un pensamiento confuso. El pensamiento confuso
es el resultado de una observación descuidada, mientras que el pensamiento
claro proviene de una atención concentrada y una observación exacta.
Recordamos
bien aquello que nos interesa, pero olvidamos lo que no capta nuestra
atención. Entonces, ¿cómo se puede mejorar una "mala memoria"?
Primero, hay que identificar las áreas en las que la memoria es débil y
aquellas en las que es buena, para calcular la calidad general de la
retentiva. Luego, debemos evaluar si las cosas que no recordamos son
importantes. Si descubrimos que no nos interesan, pero reconocemos que deberían
interesarnos, debemos decirnos: "Voy a prestarles atención, a observarlas
cuidadosamente y a pensar en ellas de manera detenida". Al hacerlo,
nuestra memoria mejorará.
La
memoria depende de la atención, de la observación precisa y del
pensamiento claro. Un objeto que nos atrae naturalmente facilita la
concentración, pero si no está presente, podemos usar la voluntad para
sustituirlo. Como en cualquier habilidad, un ejercicio diario pequeño es más
efectivo que un gran esfuerzo ocasional seguido de un periodo de inactividad.
Un
buen ejercicio para mejorar la memoria consiste en observar un objeto con
cuidado, imaginándolo en la mente con todos sus detalles y manteniéndolo en
la mente durante un breve período. Al día siguiente, se debe evocar la
imagen y compararla con el objeto original, notando las inexactitudes. Si
dedicamos cinco minutos diarios a este ejercicio, observando y evocando
imágenes mentales, nuestra memoria mejorará rápidamente. En realidad, estaremos
mejorando también nuestras facultades de observación, atención,
imaginación y concentración. En resumen, estaremos organizando el cuerpo
mental y haciéndolo más eficiente.
Ninguna
persona puede llevar a cabo este tipo de ejercicio sin que tenga un efecto
positivo. Pronto sentirá que sus facultades mentales han mejorado y que están
más bajo el control de su voluntad. Los métodos artificiales para
mejorar la memoria, como asociar información con imágenes atractivas o con
rimas, pueden ayudar a personas con facilidad para visualizar o escuchar, pero
es mucho mejor utilizar el método racional descrito aquí. Este método organiza
y estructura el cuerpo mental, haciéndolo más coherente y eficiente.
LA
EDUCACIÓN DE LA MENTE
Educar
la mente en cualquier aspecto ayuda a organizar el cuerpo mental y a
desarrollar algunos de los poderes del Conocedor. Una facultad mejorada puede
dirigirse hacia cualquier objetivo y ser útil en múltiples aspectos. Una mente
educada se puede aplicar de formas que serían imposibles para una mente no
educada, y ahí radica la utilidad de la educación. Sin embargo, no debe
confundirse la educación con simplemente acumular hechos; la verdadera
educación consiste en desarrollar las capacidades de la mente. La mente no
crece al llenarse con los pensamientos de otros, sino al ejercitar sus propios
poderes.
Se
dice que los grandes Maestros que guían a la humanidad conocen todo lo
que existe en el sistema solar. Esto no significa que todos los hechos del
universo estén siempre presentes en su conciencia, sino que han desarrollado de
tal manera su capacidad de conocimiento que, cuando fijan su atención en algo,
lo comprenden inmediatamente. Esto es mucho más valioso que llenar la
mente con hechos, ya que equivale a ser capaz de ver un objeto directamente, en
lugar de ser ciego y depender de las descripciones de los demás.
La
evolución de la mente no se mide por la cantidad de imágenes que contiene, sino
por el desarrollo de su capacidad de conocimiento, es decir, el poder de
reproducir en la mente todo lo que se le presenta. Este poder es útil en
cualquier universo, no solo en el nuestro, y una vez que lo desarrollamos, se
convierte en una herramienta que podemos utilizar dondequiera que estemos.
LA
ASOCIACIÓN CON SUPERIORES
El
proceso de educar la mente puede acelerarse cuando nos asociamos con personas
que están más desarrolladas que nosotros. Un pensador más avanzado puede
ayudarnos porque emite vibraciones de un orden superior al que nosotros podemos
crear. Al igual que un pedazo de hierro se calienta cuando está cerca del
fuego, nosotros podemos responder a las vibraciones de un pensador potente y
entrar en sintonía con él.
Cuando
estamos cerca de un pensador poderoso, sus vibraciones afectan nuestro cuerpo
mental, despertando vibraciones similares en nosotros. Durante ese tiempo,
sentimos que nuestra capacidad mental aumenta y que podemos comprender
conceptos que normalmente se nos escaparían. Sin embargo, cuando estamos solos
nuevamente, estos conceptos a menudo se vuelven borrosos y confusos. Es común
que alguien escuche una conferencia, siga el hilo del discurso con claridad y
luego, al intentar explicárselo a otra persona, se dé cuenta de que no puede
reproducir los conceptos que parecían tan claros en su mente.
Esta
sensación de "saber" pero no poder expresar lo aprendido proviene de
las vibraciones que el cuerpo mental experimentó durante el discurso. En ese
momento, las vibraciones externas moldearon las formas mentales, pero estas no
nacieron desde el interior. La dificultad para reproducirlas indica que el
Conocedor necesita ser expuesto repetidamente a esas vibraciones superiores
para poder generar esas formas por sí mismo.
El
Conocedor debe vibrar en este nivel superior varias veces antes de poder
reproducir esas vibraciones de forma voluntaria. Aunque el poder para hacerlo
ya existe dentro de él, está en estado latente y debe ser despertado por el
contacto con un poder similar que ya esté activo. Así, una de las utilidades de
asociarse con personas más avanzadas es que podemos aprovechar su influencia y
desarrollar nuestras capacidades bajo su estímulo.
Un
Maestro auténtico ayuda a sus discípulos más por su presencia que por las
palabras que pronuncia. El contacto personal directo es el medio más efectivo
para recibir esta influencia. Sin embargo, en ausencia de un Maestro o de una
asociación directa, mucho también puede lograrse a través de los libros. Al
leer una obra de un gran pensador, debemos intentar colocarnos en un estado
receptivo, para captar el mayor número posible de sus vibraciones mentales.
Una
vez que hayamos percibido esas vibraciones, debemos esforzarnos por captar los
pensamientos que subyacen a sus palabras y extraer todas las relaciones ocultas
que expresan. Nuestra atención debe estar tan concentrada que podamos penetrar
en la mente del escritor a través del velo de sus palabras. Este tipo de
lectura actúa como un estímulo para nuestra evolución mental.
Aunque
una lectura menos profunda puede proporcionar un pasatiempo agradable, aumentar
nuestro conocimiento de hechos útiles y hacernos más capaces en ciertas áreas,
la lectura profunda descrita aquí acelera nuestra evolución y no debe ser
descuidada por aquellos que buscan desarrollarse para poder servir.
CONCENTRACIÓN
Pocas
cosas resultan tan difíciles para alguien que comienza a educar su mente como
la concentración. En las primeras etapas de la actividad mental, el progreso
depende de los rápidos movimientos de la mente, su agilidad y su disposición
para recibir continuamente estímulos sensoriales, dirigiendo la atención de un
objeto a otro. Durante esta etapa, la versatilidad es una cualidad valiosa, y
la constante dirección de la atención hacia el exterior es esencial para el
progreso. Mientras la mente está reuniendo material para pensar, su movilidad
es una ventaja, y a lo largo de muchas vidas, la mente se desarrolla a través
de esta movilidad, que aumenta con la práctica.
Sin
embargo, cuando llega el momento de interrumpir esta costumbre de dispersarse
en todas direcciones y se impone la necesidad de fijar la atención en un solo
punto, esto causa un sacudimiento en la mente. La mente, acostumbrada a su
libertad, reacciona como un caballo sin domar al que se le pone un freno por
primera vez.
Hemos
visto que el cuerpo mental se adapta a las imágenes de los objetos a los que
dirige la atención. Patanjali habla de la interrupción de las modificaciones
del principio pensante, es decir, de las constantes reproducciones del mundo
externo. Detener estas modificaciones del cuerpo mental y mantenerlo enfocado
en una sola imagen es lo que llamamos concentración en cuanto a la forma. En lo
que respecta al Conocedor, la concentración consiste en dirigir toda su
atención con fijeza a una imagen, para reproducirla perfectamente dentro de sí.
En
la concentración, la conciencia se fija en una sola imagen; toda la atención
del Conocedor se dirige a un solo punto sin fluctuaciones ni distracciones. La
mente, que normalmente salta de un objeto a otro, debe ser enfrentada y forzada
mediante la voluntad a mantenerse fija en una sola imagen. Cuando la mente
permanece así amoldada a una imagen y el Conocedor la contempla fijamente, el
conocimiento del objeto que se obtiene es mucho más completo que cualquier
descripción verbal.
Nuestra
idea de una pintura o un paisaje es mucho más clara cuando los hemos visto que
cuando solo leemos o escuchamos una descripción de ellos. Al concentrarnos en
una descripción, la imagen se forma en el cuerpo mental, y obtenemos un
conocimiento más completo que el que resulta de la simple lectura de palabras.
Las palabras son solo símbolos de las cosas, y la concentración en la imagen
mental generada por la descripción añade más detalles, acercando más la
conciencia al objeto descrito.
En
las primeras etapas de la práctica de la concentración, surgen dos dificultades
principales. La primera es ignorar las impresiones que constantemente llegan
del exterior. Es necesario resistir la tendencia del cuerpo mental a responder
a estas impresiones, lo que requiere inicialmente dirigir parte de la atención
a esta misma resistencia. Una vez vencida la tendencia a responder, la
resistencia misma debe cesar, logrando un equilibrio perfecto en el que no haya
ni resistencia ni respuesta a las impresiones externas.
La
segunda dificultad es mantener la mente fija en una sola imagen durante el
tiempo necesario. La mente no solo debe resistir los estímulos externos, sino
que también debe detener su actividad interna, que constantemente baraja sus
contenidos, estableciendo relaciones, descubriendo semejanzas o diferencias.
Controlar esta actividad interna es aún más difícil que ignorar los estímulos
externos, ya que esta actividad es parte de la vida íntima de la mente.
Al
intentar aquietar la mente, se produce un progreso en la conciencia. Pronto nos
damos cuenta de que quien controla la mente y la mente no son lo mismo. Nos
identificamos con el que gobierna, no con lo gobernado. Al decir "Yo
aquieto mi mente", sentimos que la mente es una propiedad del "Yo",
algo que le pertenece. Esta distinción entre el "Yo" y la mente crece
inconscientemente, y el practicante comienza a experimentar una conciencia
de dualidad, una sensación de que hay algo que controla y algo que es
controlado.
A
medida que la mente concreta inferior se aparta, el "Yo" se siente
como un poder más grande, una visión más clara, y surge la percepción de que
este "Yo" no depende ni del cuerpo ni de la mente. Este es el primer
amanecer de la conciencia de la verdadera naturaleza inmortal, y el
horizonte de la conciencia se expande, no hacia afuera, sino hacia adentro, en
una profundidad sin límites.
Desarrolla
entonces el poder de conocer la verdad a primera vista, un poder que
solo se manifiesta cuando se trasciende la mente y su lento proceso de
razonamiento. El "Yo" es una expresión del Yo Superior, cuya
naturaleza es el conocimiento. Cuando entra en contacto con la verdad, reconoce
la armonía en sus vibraciones, mientras que lo falso produce disonancia,
revelándose como tal en el mismo contacto.
A
medida que la mente inferior asume un papel más subordinado, estos poderes del Ego
afirman su predominio, y la intuición, que puede compararse con la
visión directa en el plano físico, sustituye al razonamiento, que sería como el
sentido del tacto en el plano físico. Una vez que la mente ha sido entrenada en
la concentración y puede sostener su agudeza durante un período breve, el
siguiente paso es abandonar el objeto y mantener la mente en una actitud
de atención fija, sin dirigir la atención a ningún objeto en particular.
En
este estado, el cuerpo mental no contiene ninguna imagen; está en un estado de calma
perfecta, como un lago sin olas. Entonces, el Ego puede moldear el
cuerpo mental con sus pensamientos más elevados, penetrándolo con sus
vibraciones más sutiles. El Ego puede darle forma según las elevadas
visiones de planos superiores, proporcionando ideas a las que el cuerpo
mental no habría podido responder de otra manera. Estas son las inspiraciones
del genio, esos destellos que iluminan la mente y que permiten al ser
humano comunicar al mundo ideas deslumbrantes, aunque él mismo apenas pueda
explicar cómo le llegaron.
El
Ego, en este contexto, no es el "Yo" absoluto, sino su
expresión individualizada y activa en el plano mental. Actúa como puente entre
el Yo Superior y los niveles más densos de la existencia, transmitiendo
ideas, intuiciones y verdades desde planos superiores. Es una manifestación
elevada y positiva del "Yo", especialmente cuando la mente concreta
se subordina y permite que estas influencias superiores fluyan libremente. Por
lo tanto, aunque están relacionados, el Ego es el "Yo" en acción
dentro del individuo, mientras que el "Yo" es la esencia eterna y
trascendente que lo origina.
LA
CONCIENCIA ESTÁ DONDE QUIERA QUE HAY UN OBJETO AL CUAL RESPONDE
En
el mundo de las formas, un objeto ocupa un espacio definido y no puede
estar en otro lugar simultáneamente. Está en un punto específico, y su
proximidad o distancia a otros objetos depende de las relaciones espaciales
entre ellos. Si un objeto se mueve de un lugar a otro, debe cruzar el
espacio que los separa, lo cual puede ser rápido o lento, pero siempre
implica un desplazamiento en el tiempo.
En
cambio, para la conciencia, el espacio no existe. La conciencia no se
mueve de un sitio a otro; cambia de estado, no de lugar. Lo que
determina su conocimiento es su capacidad para responder a las
vibraciones de los objetos externos, es decir, su receptividad. Cuanto
mayor es su poder de respuesta, mayor es su horizonte de conocimiento. No se
trata de viajar o de cruzar distancias, sino de expandir la receptividad.
El
espacio pertenece a las formas, que se afectan mutuamente en función de
su proximidad, mientras que la conciencia no está limitada por estas reglas.
Aquellos que practican la concentración con éxito descubren que el
espacio no limita la conciencia. Un verdadero adepto puede adquirir
conocimiento de cualquier objeto, sin importar la distancia, concentrándose
en él. No es que su visión actúe como un telescopio, sino que, en el plano
interno, el universo entero se presenta como un punto único. Un
adepto llega al corazón de la vida y ve todas las cosas dentro de él.
En
los Upanishad, se describe que dentro del corazón hay una pequeña cámara
que contiene el "éter interno", coextensivo con el espacio. Este éter
es el Atma, el Yo inmortal, inaccesible al dolor.
"Dentro
del corazón moran el firmamento y el mundo; dentro moran el fuego y el aire, el
sol y la luna, los relámpagos y las estrellas, todo lo que está y todo lo que
no está en Este (el Universo)." (Chhandogyopanishad,
VIII, 1, 3).
Este
éter interno del corazón es un antiguo término místico que describe la
naturaleza sutil del Yo, que es uno y todo penetrante. Quien se hace
consciente en el Yo, es consciente de todos los puntos del universo.
La
ciencia moderna afirma que el movimiento de un cuerpo aquí afecta a la estrella
más distante porque todos los cuerpos están sumergidos y penetrados por el éter,
un medio continuo que transmite las vibraciones sin pérdida de energía. Esto es
el aspecto material de la Naturaleza. Es natural, entonces, que la
conciencia, el aspecto vital de la Naturaleza, también sea todo
penetrante y continua.
Sentimos
que estamos "aquí" porque recibimos impresiones de los objetos que
nos rodean. Si la conciencia responde a un objeto distante de la misma
manera que responde a uno cercano, sentimos que estamos presentes con
ese objeto, sin importar la distancia. Para la conciencia, no hay diferencia
entre adquirir conocimiento de algo que ocurre en nuestra habitación y de algo
que ocurre a gran distancia.
El
Conocedor está donde su conciencia puede responder. A medida que este poder de
respuesta aumenta, se amplía su esfera de conciencia. Una buena analogía
física es la del ojo: solo puede ver aquello que emite vibraciones luminosas
dentro de su capacidad de respuesta. Todo lo que esté fuera de su rango es
oscuridad.
Una
diferencia importante entre el poder de la conciencia para estar
presente en cualquier lugar y el "viajar" a planos superiores es que,
en el primer caso, el Jiva (el alma individual), esté o no en sus
vehículos inferiores, se siente instantáneamente presente ante los objetos
distantes. En el segundo caso, cuando el Jiva se desplaza con el cuerpo
mental o el astral, lo hace con conciencia de la traslación. En el
primer caso, el Jiva comprende inmediatamente lo que ve y conoce la
vida y la forma, mientras que en el segundo puede encontrarse en un mundo
extraño y confuso, sin entender lo que observa.
El
estudio profundo de la conciencia permite que la luz del Yo Uno
brille a través de todo. Este conocimiento sereno y directo no podría
adquirirse en milenios de exploración de las formas. La concentración
es el medio por el cual el Jiva escapa de la esclavitud de las formas y entra
en la paz.
"Para
él no hay paz sin la concentración" (Bhagavad Gita, II, 66).
La
paz reside en un estado más allá de las agitaciones del mundo de las
formas, y solo se alcanza a través de la concentración.
MENTES
ERRÁTICAS
Una
queja común entre quienes comienzan a practicar la concentración es que,
al intentar enfocarse, sienten que la mente se vuelve aún más inquieta.
Hasta cierto punto, esto es verdad, ya que la ley de acción y reacción
se aplica también en este caso. Al imponer la mente a la concentración, se
produce una reacción que puede manifestarse como una mayor agitación.
Sin
embargo, si examinamos esto más de cerca, nos damos cuenta de que gran parte de
esa sensación de aumento de inquietud es ilusoria. El aumento aparente
de la inquietud surge principalmente por la oposición que se genera
entre el Ego, que busca fijar la mente, y la mente misma, que está
habituada a su movilidad natural. Durante una serie larguísima de vidas,
el Ego ha sido llevado de un lado a otro por la mente, del mismo modo que una
persona es llevada a través del espacio por la rotación de la Tierra, sin ser
consciente de su movimiento.
El
hombre no percibe que el mundo se mueve porque forma parte de ese movimiento.
Si pudiera separarse de la Tierra y detener su propio movimiento, sin
desintegrarse, entonces sí se daría cuenta de la velocidad de la Tierra. De
manera similar, mientras el hombre cede a todos los movimientos de la mente, no
se da cuenta de su actividad incesante. Pero cuando intenta quedarse
quieto, cuando la mente cesa de moverse, entonces empieza a notar el constante
movimiento mental al que antes obedecía sin cuestionar.
Si
el practicante conoce este proceso, no se desanimará ante esta
experiencia universal al principio de sus esfuerzos. Más bien, lo verá como un resultado
natural y continuará tranquilamente con su tarea. Después de todo, esta
experiencia no es nueva. Hace miles de años, Arjuna, el héroe del Bhagavad
Gita, expresó la misma frustración:
“Este
Yoga que tú has declarado ser ecuanimidad, oh matador de Madhu, no lo veo
firmemente establecido debido a la inquietud. Pues la mente es verdaderamente
inquieta, impetuosa, fuerte y difícil de dominar. La considero tan difícil de controlar
como al viento."
(Bhagavad
Gita, VI, 34)
La
respuesta de Krishna a esta queja es reveladora, pues señala el único medio
para dominar la mente:
“Sin
duda alguna, oh poderoso armado, la mente es difícil de dominar e inquieta,
pero puede ser controlada mediante la práctica constante y la indiferencia."
(Bhagavad
Gita, VI, 35)
A
medida que la mente se aquieta con la práctica de la concentración, no
se verá fácilmente perturbada por los pensamientos vagabundos de otras
mentes, que constantemente buscan un lugar donde alojarse. La mente que está
acostumbrada a la concentración adquiere un estado de positividad, lo
que la protege de la influencia de pensamientos intrusos.
Para
quienes están en el proceso de educar su mente, es fundamental mantener
una vigilancia firme respecto a los pensamientos que "llegan"
a su mente, practicando una selección constante. Negarse a acoger
pensamientos negativos, rechazarlos rápidamente si entran, y reemplazarlos por pensamientos
opuestos y positivos es una práctica que fortalece la mente. Después de un
tiempo, esta práctica se convierte en algo automático, y la mente comenzará a
rechazar lo negativo por sí sola.
Las
vibraciones armoniosas y rítmicas repelen las que son desordenadas o
discordantes, del mismo modo que una piedra lanzada contra una rueda en
movimiento es rechazada por la misma. Viviendo, como todos vivimos, en una
corriente constante de pensamientos buenos y malos, es necesario cultivar la
selectividad de la mente, de modo que los pensamientos beneficiosos sean
acogidos automáticamente y los perjudiciales sean rechazados de la misma
manera.
La
mente actúa como un imán que atrae o repele pensamientos según su naturaleza.
Si observamos los pensamientos que llegan a nuestra mente, veremos que suelen
ser similares a los que habitualmente abrigamos. La mente atrae los
pensamientos que son congruentes con sus actividades normales. Si durante un
tiempo practicamos deliberadamente esta selección, la mente comenzará a
realizarla por sí sola y, con el tiempo, los pensamientos negativos no podrán
penetrar, mientras que los positivos encontrarán siempre la puerta abierta.
MODO
DE CONCENTRARSE
Una
vez comprendida la teoría de la concentración, debemos comenzar a
practicarla. Si el practicante tiene un temperamento devocional, su
tarea será mucho más sencilla, ya que puede elegir como objeto de su
concentración el objeto de su devoción. Como el corazón se siente
poderosamente atraído por ese objeto, la mente permanece en él con facilidad,
mostrando la imagen amada sin esfuerzo y excluyendo otras imágenes sin
dificultad. Esto se debe a que la mente está constantemente guiada por el deseo
y siempre busca lo que le causa placer, evitando lo que le genera dolor,
como hemos visto.
La
mente se aferra a lo que le produce placer, y si se le aparta de ese objeto,
volverá a él una y otra vez. Un devoto puede, por lo tanto, alcanzar
rápidamente un grado considerable de concentración. Puede visualizar al objeto
de su devoción, ya sea una imagen de Cristo, la Virgen María, un ángel
guardián, o, para otras religiones, de Krishna, Buda, etc., y
mantener la mente fija en esa imagen. De este modo, la atracción que ejerce el
objeto devocional sobre el corazón hace que la mente se concentre con poco
esfuerzo.
Para
aquellos cuyo temperamento no es devocional, también se puede usar el poder
de atracción, pero en este caso la concentración debe centrarse en una idea
profunda o un problema elevado. Este interés intelectual, junto con
el deseo de conocimiento, puede actuar como una fuerza poderosa que
facilita la concentración. Otra opción es concentrarse en una virtud,
como la compasión o la sabiduría, lo que puede despertar una
verdadera devoción hacia la belleza moral e intelectual.
El
proceso implica que la mente imagine la virtud en toda su plenitud y luego se fije
en su esencia. La gran ventaja de esta forma de concentración es que la mente
se moldea a la virtud y repite sus vibraciones, haciendo que la virtud
se convierta en parte de la naturaleza del practicante y se establezca en su
carácter.
Este
proceso de moldear la mente es, en realidad, un acto de autocreación, ya
que la mente, tras un tiempo, adquiere afinidad por las formas en las que se ha
concentrado, y esas formas se convierten en los órganos habituales de su
expresión.
"El
hombre es la creación de su pensamiento; lo que piensa en su vida, en eso mismo
se convertirá en el futuro." (Chhandogyopanishad, III, XIV, 1)
Cuando
la mente se distrae del objeto, ya sea devocional o intelectual, debe
ser traída de vuelta una y otra vez. Al principio, la mente vagará sin que el practicante
se dé cuenta, y solo de repente se dará cuenta de que está pensando en algo
completamente diferente. Esto sucederá muchas veces, y es necesario tener
paciencia y traer la mente de vuelta al objeto de concentración.
Es
útil e instructivo, cuando esto ocurre, retroceder mentalmente por el
mismo camino por el que la mente se desvió. Este ejercicio fortalece el control
sobre la mente inquieta y disminuye su tendencia a escapar. Aunque el pensamiento
consecutivo (es decir, seguir una serie de pensamientos de forma lógica) es
un paso hacia la concentración, no es lo mismo que la concentración, ya que en
el pensamiento consecutivo la mente pasa de una imagen a otra.
Para
los devotos, una buena técnica es imaginar una escena de la vida de su
objeto de devoción. Pueden pintar vividamente la escena, incluyendo
detalles del paisaje, los colores, y luego fijar la mente en la figura central
de la escena. A medida que se repite esta práctica, la escena se vuelve más
real en la mente, y puede incluso permitir al devoto conectarse magnéticamente
con la memoria cósmica de esa escena, obteniendo un conocimiento mucho
más profundo que el que proporcionaría una descripción verbal.
De
esta manera, el devoto también puede conectarse con el objeto de su devoción y
establecer una relación más íntima con él. La conciencia, como se ha
mencionado antes, no está limitada por el espacio físico; está presente donde
quiera que se hace consciente.
Es
importante recordar, sin embargo, que la concentración no es lo mismo
que el pensamiento consecutivo. La mente debe ser fijada en un solo
objeto y permanecer en él, no razonando sobre él, sino absorbiendo su
esencia.
LOS
PELIGROS DE LA CONCENTRACIÓN
Existen
ciertos peligros relacionados con la práctica de la concentración,
y es importante advertir a los principiantes para que puedan evitarlos. Muchos `practicantes,
en su afán de progresar rápidamente, intentan avanzar demasiado deprisa, lo que,
en lugar de facilitarles el camino, crea obstáculos. El cuerpo físico
puede llegar a sufrir si no se toman las precauciones necesarias, lo que ocurre
por la ignorancia y la falta de cuidados del practicante.
Cuando
una persona concentra su mente, su cuerpo entra en un estado de tensión,
aunque esta tensión no sea intencionada. Este fenómeno se puede observar en
situaciones cotidianas: cuando intentamos recordar algo, arrugamos la frente;
si prestamos atención firme, nuestros ojos se fijan y las cejas se tensan; ante
la ansiedad, nuestros ojos se vuelven vehementes. Durante siglos, el esfuerzo
mental ha estado vinculado al esfuerzo corporal, debido a que la mente
ha estado condicionada para satisfacer las necesidades del cuerpo mediante
actividades físicas. Esta relación se ha establecido de forma tan automática
que cuando comenzamos a concentrarnos, el cuerpo tiende a tensarse junto con la
mente, lo que provoca rigidez muscular y nerviosa.
Esto
puede generar una gran fatiga física, agotamiento muscular y nervioso, y
hasta dolores de cabeza intensos, lo que lleva a muchas personas a
abandonar la práctica, creyendo que estos efectos negativos son inevitables.
Sin embargo, estos problemas pueden evitarse con una simple precaución:
el practicante debe interrumpir su concentración de vez en cuando para observar
el estado de su cuerpo. Si nota cansancio o rigidez, debe dejar de
concentrarse en ese momento. Con el tiempo, al tomar conciencia de estos
momentos de tensión, el cuerpo aprenderá a relajarse mientras la mente
se concentra.
El
sabio Patanjali enseña que, durante la meditación, la postura
debe ser "cómoda y estable", porque el cuerpo no puede ayudar a la
mente si está tenso y, además, podría verse perjudicado.
Otro
peligro surge del efecto de la concentración en las células nerviosas del
cerebro. A medida que aumenta el poder de concentración, y la mente se
aquieta, el Ego comienza a actuar más directamente, poniendo a prueba
las células nerviosas. Estas células están formadas por átomos, cuyas paredes
consisten en pequeñas espirales a través de las cuales circula la energía
vital. Estas espirales existen en siete series, pero solo cuatro están
activas; las otras tres aún no se han desarrollado completamente. Las energías
superiores, cuando comienzan a fluir a través de estas espirales inactivas,
pueden forzar su activación. Si esto ocurre lentamente y con cuidado, no hay
problema, pero si la presión es excesiva, estas estructuras delicadas pueden dañarse.
El
primer signo de peligro es un sentimiento de pesadez en el cerebro. Si
esto no se atiende, puede progresar a un dolor agudo y, finalmente, a una
inflamación. Por lo tanto, la concentración debe practicarse con moderación
al principio, sin llegar al agotamiento cerebral. Al principio, basta con unos
pocos minutos de práctica diaria, y el tiempo puede aumentarse gradualmente. La
regularidad es clave: incluso si se practican solo unos minutos al día,
es importante hacerlo todos los días para evitar retrocesos.
En
algunas escuelas de Hatha Yoga, se recomienda fijar la vista en un punto
negro en una pared blanca para ayudar en la concentración. Sin embargo, este
método puede dañar la vista y afectar negativamente al cerebro. Cuando se fija
la vista en un punto durante mucho tiempo, las células de la retina se fatigan,
perdiendo sensibilidad, lo que puede provocar una especie de parálisis
cerebral. Esta técnica no solo detiene el pensamiento físico, sino que también
impide que el Ego pueda expresar sus impresiones, lo que significa que
no produce sabiduría, sino simplemente una incapacidad física.
RECEPTIVIDAD
La
mayoría de las personas son demasiado receptivas, pero esa receptividad
a menudo se debe a la debilidad, y no a una entrega consciente a
influencias superiores. Por lo tanto, es útil aprender a ser positivos
normalmente y saber cómo hacernos negativos cuando sea necesario. La concentración,
por sí misma, fortalece la mente, capacitándola para ejercer control y
selección sobre los pensamientos que provienen del exterior. Ya hemos hablado
sobre cómo podemos entrenar la mente para que rechace automáticamente los
pensamientos negativos.
Sin
embargo, es importante agregar que cuando un pensamiento negativo
penetra en la mente, lo mejor no es enfrentarlo directamente. En lugar de
luchar contra él, podemos recordar que la mente solo puede enfocarse en una
cosa a la vez. Si hacemos que la mente se concentre en un pensamiento
positivo, el pensamiento negativo será expulsado naturalmente.
Luchar
contra algo solo provoca una reacción, aumentando la resistencia y el esfuerzo
que hacemos. Pero si en lugar de resistir, cambiamos nuestro enfoque, el
pensamiento no deseado desaparece de manera tranquila. Muchas personas gastan años
en vano tratando de combatir pensamientos negativos, cuando simplemente ocupar
la mente con pensamientos puros y positivos no dejaría espacio para los
pensamientos negativos.
Con
el tiempo, la mente, al atraer material mental que no responde a lo negativo,
se vuelve positiva y no receptiva a esa clase de pensamientos.
Este es el verdadero secreto de la receptividad: la mente responde según
su constitución, respondiendo a lo que es afín a ella. Si alimentamos la mente
con pensamientos buenos de manera habitual, construimos una mente que responde
solo a lo positivo y rechaza lo negativo.
Por
lo tanto, debemos pensar en lo que queremos atraer y evitar pensar en
lo que no queremos. Una mente así, flotando en el océano de pensamientos
que la rodea, atraerá pensamientos buenos, rechazará los malos, y con el tiempo
se volverá más pura y fuerte, incluso en un entorno que podría debilitar e
impurificar a otros.
El
método de reemplazar un pensamiento negativo por uno positivo puede
aplicarse de muchas maneras. Si un pensamiento negativo sobre otra persona
invade nuestra mente, debe ser reemplazado inmediatamente por un pensamiento
positivo sobre alguna virtud o buena acción que esa persona haya hecho. Si
nuestra mente está atormentada por la ansiedad, podemos dirigir nuestra
atención hacia el propósito de la vida, recordando la Ley Suprema
que "gobierna todas las cosas de manera dulce y poderosa".
Si
algún pensamiento no deseado nos asedia constantemente, podemos usar una
técnica especial: escoger un verso o una frase que encarne la
idea opuesta, y cada vez que surja el pensamiento perturbador, repetimos esa
frase y nos centramos en ella. En una o dos semanas, ese pensamiento dejará de
molestarnos.
Es
una buena idea nutrir la mente diariamente con un pensamiento elevado, una
palabra de ánimo o una aspiración hacia una vida noble. Antes de
sumergirnos en el ajetreo del día, podemos proteger la mente con un buen
pensamiento. Unas pocas palabras tomadas de las escrituras o textos sagrados de
nuestra tradición son suficientes. Si repetimos estas palabras cada mañana, la
mente las recordará una y otra vez a lo largo del día, y las repetirá
cuando esté en reposo.
MEDITACIÓN
La
meditación ya ha sido explicada en su esencia, pues es simplemente la actitud
sostenida de una mente concentrada en un objeto de devoción, en un
problema que necesita aclararse, o en cualquier cosa cuya vida se desea
penetrar y absorber, más que su forma. Sin haber logrado un dominio parcial
de la concentración, es difícil meditar con eficacia. La concentración
no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar un fin: convertir la
mente en un instrumento que su dueño pueda utilizar a voluntad.
Cuando
una mente concentrada se dirige firmemente a un objeto, con la intención de traspasar
el velo de lo superficial y conectar con la esencia de aquello que
se contempla, se lleva a cabo la meditación. La concentración puede
considerarse como la preparación del órgano mental, mientras que la
meditación es su función activa. Una mente bien afinada se dirige hacia
el objeto y permanece allí, buscando profundizar en su naturaleza interna.
La
meditación diaria es esencial para cualquiera que desee
llevar una vida espiritual. Así como el cuerpo físico no puede mantenerse sin
alimento, la vida espiritual no puede sostenerse sin meditación.
Aquellos que no pueden apartar media hora diaria para retirarse del mundo
exterior y permitir que su mente reciba la energía de los planos espirituales,
no podrán cultivar la vida espiritual de manera efectiva. Solo una mente que se
ha desconectado del mundo puede permitir que lo divino se revele. En ese
silencio interior, se encuentran la paz, fortaleza y poder que
fluyen hacia el alma.
CÓMO
FORTALECER EL PODER DEL PENSAMIENTO
Para
avanzar en nuestro Poder del Pensamiento, debemos llevarlo a la práctica,
pues el estudio que no conduce a una aplicación es infructuoso. Como dice un
antiguo principio: "El fin de la filosofía es poner fin al dolor".
Debemos aprender a desarrollar y usar nuestro poder del
pensamiento, no solo para nuestro progreso personal, sino también para ayudar a
los demás, vivos y muertos, y para acelerar la evolución humana.
El
poder del pensamiento se incrementa únicamente mediante la práctica firme y
persistente. Así como el desarrollo muscular depende del ejercicio, el desarrollo
mental también depende del uso constante de la mente. La vida dentro
de nosotros siempre busca una expresión externa mayor, y cuando ejercitamos
nuestra mente, nueva materia se integra a ella, permitiendo su expansión
y desarrollo.
El
cuerpo mental crece a través del ejercicio constante del pensamiento,
independientemente de si los pensamientos son buenos o malos. La cantidad de
pensamiento determina su crecimiento, mientras que la calidad de los
pensamientos determina el tipo de materia que lo forma. Asimismo, las células
del cerebro físico también se multiplican con el ejercicio mental. Exámenes
post mortem han demostrado que el cerebro de un pensador es más grande y
tiene más circunvoluciones que el cerebro de una persona que no ha ejercitado
su capacidad de pensar.
Por
lo tanto, tanto el cuerpo mental como el cerebro físico se desarrollan a través
del pensamiento regular y deliberado. El conocedor interno, el
aspecto divino en cada ser, también se fortalece con esta práctica, y sus
poderes se incrementan.
Para
llevar esta práctica a cabo de manera efectiva, es crucial ser metódico.
Escoge un libro profundo y valioso, lleno de ideas desafiantes, y lee una frase
o dos, luego piensa intensamente en lo que has leído. Dedica media hora
si es posible, pero al principio, incluso quince minutos son suficientes para
evitar la fatiga. Tras varios meses de práctica regular, notarás un incremento
claro en la fuerza mental, y te enfrentarás a los problemas de la vida con
mayor eficacia.
La
frase "hay que leer como beben las gallinas" se atribuye a San
Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia y un influyente filósofo
y teólogo cristiano. Este gesto se utiliza como una analogía para indicar que,
al leer, debemos detenernos después de cada frase o idea, reflexionar sobre su
significado y elevar la mente.
La
regularidad es clave para un desarrollo firme. Si omites un día de
práctica, puede tomar tres o cuatro días volver al mismo nivel. Una vez que el
hábito del pensamiento profundo esté bien establecido, la regularidad será
menos importante. Sin embargo, hasta que ese hábito esté consolidado, es vital
seguir un ritmo constante. Incluso cinco minutos diarios son mejores que
media hora irregularmente.
CAVILACIÓN:
SU SIGNIFICADO Y ANULACIÓN
Es
bien sabido que la gente envejece más por la cavilación que por el
trabajo. El trabajo, siempre que no sea excesivo, fortalece el aparato
del pensamiento en lugar de perjudicarlo. En cambio, la cavilación afecta
directamente la mente, y con el tiempo puede causar agotamiento nervioso
e irritabilidad, lo que obstaculiza la capacidad para realizar un trabajo
mental firme.
¿Pero
qué es exactamente la cavilación? Es un proceso en el que la mente repite una y
otra vez la misma serie de pensamientos, con variantes mínimas, sin
avanzar hacia una conclusión ni pretender obtener un resultado. La cavilación
es la continua reproducción de formas de pensamiento iniciadas por el
cuerpo mental y el cerebro, pero no dirigidas por la conciencia. Así
como los músculos cansados no pueden descansar adecuadamente, sino que
permanecen tensos, el cuerpo mental y el cerebro fatigados repiten las mismas
vibraciones, mientras el pensador sufre bajo el dominio de estos
órganos.
Este
estado suele originarse cuando el pensador ha meditado en un asunto que le
preocupa, ha tratado de llegar a una conclusión y ha fracasado. Aunque ha
dejado de pensar activamente en ello, la insatisfacción lo mantiene en
un estado de ansiedad, impulsando una repetición automática de las imágenes que
ha rechazado. Esto genera un ciclo vicioso de acción y reacción que
alimenta el agotamiento mental y emocional.
El
pensador se convierte así en esclavo de sus cuerpos servidores: el
cuerpo mental y el cerebro, que dominan con su automatismo. No obstante, esta
tendencia natural de los órganos a repetir patrones puede utilizarse para
corregir el hábito de la cavilación. Cuando un flujo de pensamientos ha
establecido un canal mental, las nuevas corrientes tienden a seguir ese
curso porque es la línea de menor resistencia. Así como un pensamiento doloroso
vuelve a aparecer por el temor, del mismo modo un pensamiento placentero
regresa atraído por el amor.
Una
forma efectiva de extirpar la cavilación es crear un nuevo canal mental
opuesto. Esto puede lograrse mediante pensamientos definidos y regulares.
Una persona que sufre de cavilación puede dedicar unos minutos cada mañana, al
despertar, a pensamientos nobles y alentadores como: "El Yo es la
paz; ese Yo es mi yo", o "El Yo es la Fuerza; ese Yo es mi yo".
Esta práctica abre un nuevo conducto mental y cerebral, por el cual la energía
fluirá con mayor facilidad.
Meditar
en la naturaleza esencial del Yo, que es inmortal, inmutable, libre y sereno,
ayuda a crear un canal mental de paz. Día tras día, este pensamiento se
repetirá de forma automática, y la mente aprenderá a regresar a ese estado de
calma aun en medio del caos. De este modo, la cavilación se disolverá
lentamente.
Otro
enfoque es aprender a reposar en la Buena Ley (la ley kármica),
desarrollando un hábito de contento. Esto implica aceptar que todo lo
que sucede en la vida es producto de la ley y no del azar, y que lo que nos
ocurre es lo que hemos generado nosotros mismos a través de nuestras acciones
pasadas. Con este enfoque, incluso el dolor y el sufrimiento se vuelven camino
hacia la dicha, pues el sufrimiento nos libera de las cadenas del karma y
nos acerca a la liberación final.
Cuando
estos pensamientos se convierten en hábitos, la mente deja de ser
perturbada por la cavilación. La armadura de la paz es tan fuerte que las
garras de la preocupación no pueden penetrarla.
PENSAR
Y DEJAR DE PENSAR
Una
gran fortaleza puede obtenerse al aprender no solo a pensar con claridad,
sino también a dejar de pensar a voluntad. Mientras pensamos, debemos
lanzar toda nuestra mente en el proceso, haciéndolo con el máximo esfuerzo;
pero, una vez que hemos terminado, es fundamental abandonar por completo
el pensamiento, sin permitir que nuestra mente divague inútilmente. Dejar que
la mente siga girando sobre los mismos pensamientos sin un propósito claro es
un desgaste inútil, similar a mantener una máquina en funcionamiento sin
que produzca nada, lo que resulta en un gasto innecesario de energía.
Aprender
a dejar de pensar y a permitir que la mente descanse es una habilidad
valiosa. Así como el cuerpo se revitaliza con el reposo, la mente también
encuentra alivio en la quietud completa. Pensar de manera constante
implica mantener vibraciones continuas en la mente, lo que conlleva un gasto
continuo de energía. Este desgaste innecesario contribuye al agotamiento
mental y al envejecimiento prematuro. Para conservar el vigor de la mente y el
cerebro, es crucial aprender a dejar de pensar cuando no hay un
propósito útil para el pensamiento.
Sin
embargo, dejar de pensar no es fácil. De hecho, puede ser más difícil que
pensar. Al principio, debemos practicar la cesación del pensamiento en breves
periodos, hasta que el proceso se vuelva habitual. Este ejercicio implica
inicialmente un esfuerzo para mantener la mente en quietud, pero con
persistencia se logra una sensación de paz que motiva a continuar. La
mente debe aprender a no reaccionar a pensamientos intrusivos, rechazando su
atención sobre ellos. Si surge un pensamiento no deseado, es útil imaginar un
vacío y concentrarse solo en la conciencia de la quietud.
Este
entrenamiento es esencial, especialmente para aquellos que buscan alcanzar niveles
superiores de conciencia. Solo cuando la mente ha aprendido a cesar de
pensar en los planos inferiores puede liberarse para operar en los planos
superiores.
Otra
técnica más sencilla que dejar de pensar es el cambio de pensamiento.
Cuando una persona ha estado pensando intensamente en una dirección, puede
encontrar alivio dirigiendo su mente hacia otro tema completamente distinto. El
cambio de actividad mental ayuda a refrescar la mente, como lo demuestra
el ejemplo de William Ewart Gladstone, quien mantenía su mente joven y vigorosa
alternando entre la política y los estudios de teología y griego.
En
contraste, Charles Darwin, en su vejez, lamentaba haber dejado que algunas de
sus facultades mentales se atrofiasen debido a su absorción exclusiva en
una única área de estudio. El ser humano necesita variación en el ejercicio
mental, de la misma manera que el cuerpo necesita variar su actividad
física para evitar la fatiga. Especialmente para aquellos inmersos en trabajos
exigentes, es crucial cultivar intereses en otras áreas para evitar el calambre
mental.
EL
SECRETO DE LA PAZ DE LA MENTE
Mucho
de lo que hemos visto hasta ahora nos proporciona claves sobre cómo alcanzar la
paz mental, pero el requisito fundamental es comprender claramente nuestro
lugar en el universo. Somos parte de una Gran Vida que no conoce fracaso,
que guía todas las cosas con poder y armonía hacia una meta. La ilusión de que
nuestras vidas son unidades separadas e independientes, luchando contra
innumerables otras unidades separadas, es una fuente de perturbación y
sufrimiento.
Mientras
sigamos pensando que estamos aislados del resto del universo, la paz parecerá
algo inalcanzable. Pero cuando reconocemos que todos los yos son uno, la
paz mental nos pertenece sin temor a perderla. Nuestras angustias provienen de
creer que somos seres individuales, preocupados por nuestros propios intereses,
alegrías y dolores. Aquellos que viven solo para sí mismos, buscando solo su
propio progreso, ya sea material o espiritual, siempre estarán insatisfechos
y ansiosos.
La
verdadera paz no se encuentra en satisfacer al yo separado, sino en renunciar
al yo individual y vivir al servicio del Gran Yo, que es uno con todo.
Incluso en la vida cotidiana, las personas que no son egoístas tienden a ser
más felices. Aquellos que trabajan por el bienestar de los demás y olvidan sus
propios problemas son los que encuentran mayor satisfacción.
Somos
el Yo y, por lo tanto, las alegrías y penas de los demás son también nuestras.
En la medida en que sentimos y vivimos esta verdad, nuestras mentes aprenden el
secreto de la paz. Como se dice en la Bhagavad Gita: "Obtiene la paz aquel
en quien todos los deseos fluyen como los ríos en el Océano, que está lleno de
agua y permanece inalterable". A medida que eliminamos los deseos
egoístas, la sed de felicidad, que es la verdadera fuente del sufrimiento,
se disuelve. El secreto de la paz es el conocimiento del Yo, y el
pensamiento constante de que "ese Yo soy yo" nos guiará hacia una paz
mental inquebrantable.
AYUDAR
A OTROS POR MEDIO DEL PENSAMIENTO
Lo
más valioso que obtiene quien desarrolla el poder del pensamiento es la
capacidad de ayudar a los demás, especialmente a aquellos que aún no han
aprendido a usar sus propios poderes mentales. Un corazón y una mente en paz
pueden ser herramientas poderosas para auxiliar a otros en momentos de
dificultad. Aunque cualquier pensamiento positivo puede ejercer influencia en
su esfera, el estudiante avanzado desea hacer más que simplemente ofrecer
alivio momentáneo; quiere lograr un cambio profundo y duradero.
Tomemos
como ejemplo el caso de una persona que está dominada por una mala costumbre,
como la adicción a la bebida. Si se desea ayudarle, debe seguir un proceso
metódico para influir positivamente en su mente. Primero, es importante
identificar un momento en el que la mente del paciente esté más tranquila, como
cuando se va a dormir. Si es posible, el practicante debe retirarse a un lugar
tranquilo y crear mentalmente una imagen clara de la persona, visualizándola
con el mayor detalle posible, como si estuviera sentada frente a él. Aunque la
claridad de la imagen no es esencial, puede hacer que el proceso sea más
efectivo.
Una
vez que tiene la imagen mental, debe concentrarse profundamente en ella
y dirigir los pensamientos que desea transmitir al paciente, uno por uno y de
manera lenta y deliberada. Por ejemplo, en el caso de la adicción, puede enviar
imágenes mentales que muestren las consecuencias negativas del
alcoholismo, como el agotamiento nervioso, las enfermedades, y el inevitable
final trágico. Si el paciente está durmiendo, su mente subconsciente será
atraída por el pensamiento que el practicante está enviando, haciendo que la
imagen mental creada cobre vida.
El
éxito de este ejercicio depende de la capacidad del practicante para
concentrarse y de la firmeza de sus pensamientos. Su impacto será proporcional
al desarrollo del poder del pensamiento del practicante. Es esencial que el
objetivo sea presentar ideas que influyan en la inteligencia y los
sentimientos del paciente para que él mismo llegue a formar un juicio correcto.
No se debe intentar dominar su voluntad, pues imponer una determinada
conducta por la fuerza solo cambiaría un vicio por otro sin resolver la raíz
del problema.
El
crecimiento y el desarrollo espiritual no se logran mediante la coerción. Es
necesario convencer la inteligencia y despertar los sentimientos
correctos para que el paciente, por su propia voluntad, haga el esfuerzo de
cambiar. Obligar a alguien a la templanza, por ejemplo, es como encarcelarlo:
no está realmente curado, simplemente se le ha impedido actuar. Imponer nuestra
voluntad a otra persona, incluso si creemos que es por su bien, no fomenta el
desarrollo espiritual.
Si
el practicante desea enviar algún otro tipo de ayuda mental, puede
seguir un método similar. Por ejemplo, un deseo fuerte de bienestar
puede ser enviado a su amigo como una forma de pensamiento que actúe como un escudo
protector a su alrededor, bloqueando pensamientos hostiles e incluso
peligros físicos. Un pensamiento de paz y tranquilidad enviado de
esta manera puede calmar su mente y rodearlo con una atmósfera de serenidad.
Este
tipo de ayuda es similar a la que a menudo se logra mediante la oración.
El éxito de la oración se debe en gran parte a la intensa concentración e
intensidad que el creyente pone en su petición. Una concentración similar,
aunque no involucre la oración, puede producir resultados igualmente efectivos.
Además,
en algunos casos, la oración puede atraer la atención de inteligencias
superiores (como seres espirituales o humanos más avanzados) que
intervienen directamente, brindando una ayuda más poderosa que la del que ora.
Sin embargo, no es necesario recurrir siempre a seres superiores, ya que la
energía y el poder del pensamiento propio pueden ser suficientes para marcar
una diferencia.
Es
importante mencionar que algunos temen interferir con el Karma de otra
persona al ofrecer ayuda mental. Sin embargo, no deben dejar que este miedo los
detenga. El Karma se encargará de sí mismo. Si puedes ayudar a un amigo,
hazlo sin temor, confiando en que, si tienes la capacidad de ayudar, es porque
esa ayuda forma parte del Karma de tu amigo, y tú no eres más que el agente
afortunado de la Ley.
AUXILIO
A LOS QUE DENOMINAMOS MUERTOS
Todo
lo que podemos hacer por los vivos a través del pensamiento, podemos lograrlo
aún más fácilmente para aquellos que han cruzado las puertas de la muerte. En
su estado post-mortem, no hay materia física densa que interfiera con las
vibraciones del pensamiento antes de que lleguen a la conciencia de aquellos
que han partido.
Después
de la muerte, la tendencia natural del ser es volver su atención hacia
adentro y vivir más en el plano mental que en el físico. Las corrientes de
pensamiento que antes se proyectaban hacia el exterior, utilizando los órganos
sensoriales para interactuar con el mundo, ahora se ven rodeadas por un vacío,
ya que los órganos físicos han dejado de existir. Es como si una persona que
acostumbraba a cruzar un puente cada día encontrara de repente que el puente ha
desaparecido, y debe detenerse ante el vacío.
Inmediatamente
después de la pérdida del cuerpo físico, el cuerpo astral se reorganiza, y esto
tiende a encerrar las energías mentales en lugar de dejarlas fluir hacia
afuera. La materia astral forma una especie de barrera que aísla al ser
de las influencias externas. Cuanto más elevada y pura haya sido la vida de la
persona, más completa será esta barrera. No obstante, aunque estas energías
están ahora más concentradas hacia adentro, el ser se vuelve mucho más
receptivo a las influencias provenientes del mundo mental.
Por
esta razón, podemos ayudar, consolar y aconsejar a los seres que han partido de
una manera mucho más efectiva que cuando estaban en el plano físico. En el
mundo astral, un pensamiento amoroso y positivo es tan palpable como pueden
serlo aquí las palabras afectuosas o los cuidados físicos. Por lo tanto, es
esencial enviar a los seres que han fallecido pensamientos de paz y amor,
deseando que atraviesen rápidamente el "valle de la muerte" y
alcancen las regiones superiores y más luminosas del más allá.
Lamentablemente,
muchos seres permanecen en el estado intermedio más tiempo del necesario
porque no tienen el buen karma de contar con amigos, familiares o seres
queridos, en la Tierra que sepan cómo ayudarlos a avanzar. Si las personas que
permanecen en el mundo físico supieran cuánto consuelo y felicidad pueden
aportar a aquellos que están en el proceso de transición mediante mensajes
mentales de amor y fortaleza, se esforzarían más en mantener esa conexión.
Estos pensamientos amorosos actúan como verdaderos mensajeros angélicos
que reconfortan y animan a los que están en el proceso de alcanzar los mundos superiores.
Los
seres que han partido tienen derecho a nuestro amor y cuidado. Y para quienes
se sienten desolados por la pérdida de un ser querido, este servicio espiritual
puede traer un gran consuelo, ya que nos permite seguir sirviendo y ayudando a
la persona amada en su viaje. A través de estos pensamientos, podemos rodear
al fallecido con ángeles guardianes, asegurando que no esté solo en su
camino.
Los
antiguos fundadores de las grandes religiones no descuidaron esta tarea de
ayudar a los que han fallecido. En la tradición hindú, el Shraddha es un
ritual en el que se realizan ofrendas y oraciones para facilitar el paso de las
almas al Svarga, o cielo. Las iglesias cristianas mantienen las
misas y oraciones por los difuntos, como el rezo: “Concédele, Señor, la paz
eterna, y permite que la luz perpetua brille sobre él”. Solo algunas ramas del cristianismo
protestante han abandonado esta antigua y valiosa práctica. Es de esperar
que el conocimiento espiritual devuelva pronto esta costumbre, que es
una forma poderosa de servicio tanto para los vivos como para los muertos
TRABAJO
DEL PENSAMIENTO FUERA DEL CUERPO
No
debemos limitar la actividad del pensamiento a las horas en que estamos
despiertos dentro del cuerpo físico, ya que se puede trabajar de manera más
eficaz cuando nuestros cuerpos están descansando en el sueño. El proceso de
"dormirse" no es más que la retirada de la conciencia del cuerpo
físico, mientras esta permanece activa en sus cuerpos más sutiles,
particularmente en el astral. Durante este tiempo, el cuerpo físico descansa,
pero la persona en sí misma se traslada al mundo astral, donde tiene más
poder y libertad para actuar con sus pensamientos.
Cuando
estamos libres del peso del cuerpo físico, nuestro pensamiento puede operar más
intensamente y sin los obstáculos físicos, aunque generalmente seguimos
ocupándonos de los problemas cotidianos que capturan nuestra atención durante
la vigilia. Este fenómeno es reconocido en el antiguo dicho de que "la
noche es buena consejera", o cuando se recomienda "consultar con la
almohada" antes de tomar decisiones importantes. Esto refleja que, durante
el sueño, la mente sigue procesando y resolviendo inquietudes, y al despertar,
solemos encontrar soluciones que antes parecían fuera de nuestro alcance.
Aquellos
que buscan impulsar su evolución pueden utilizar este tiempo de libertad
del cuerpo físico de manera consciente. Para ello, deben formular un problema o
cuestión que necesite solución justo antes de dormir. No es necesario debatirlo
ni argumentarlo internamente, ya que esto interferiría con el sueño, sino
simplemente exponerlo claramente y dejarlo en la mente. De esta forma,
la conciencia se ocupará del problema una vez que esté libre del cuerpo físico,
y al despertar, muchas veces la solución estará presente en la mente.
Personalmente, tengo muchas experiencias al respecto.
Es
útil anotar los pensamientos o soluciones—en el móvil, por ejemplo— que
puedan llegar justo al despertar, ya que estos pueden desvanecerse rápidamente
con la reactivación de los sentidos físicos. Esta práctica puede ayudar a
resolver problemas de la vida diaria o cuestiones mentales complejas cuando se
confía en la inteligencia que opera fuera del cuerpo.
El
trabajo del pensamiento también puede ser dirigido hacia otros seres, tanto
vivos como fallecidos, mientras dormimos. Si queremos ayudar a alguien, podemos
visualizar su imagen mental antes de dormir, determinando encontrarnos
con esa persona y prestarle ayuda. Esta visualización puede facilitar un
encuentro en el plano astral, donde se producirá una comunicación real
entre ambas conciencias.
Es
importante recordar que, en estos casos, debemos tratar de calmar nuestras
emociones antes de dormir. Las emociones intensas, como el dolor o la
tristeza por un ser fallecido, pueden agitar el cuerpo astral y dificultar la
comunicación. Si el cuerpo astral está agitado, aísla a la conciencia y evita
que las vibraciones mentales se proyecten con claridad.
Finalmente,
ya sea que recordemos o no los detalles de los sueños, esto no afecta el trabajo
real que ocurre en el plano astral. El trabajo más beneficioso puede
ocurrir durante el sueño sin necesidad de que el cerebro físico recuerde las
actividades.
EL
PODER DEL PENSAMIENTO COMBINADO
Una
de las mayores fuerzas que podemos utilizar para ayudar a otros y al mundo
es el pensamiento combinado, el cual es bien conocido tanto por ocultistas como
por aquellos que estudian la ciencia profunda de la mente. Este poder es
reconocido incluso en las tradiciones religiosas, como en el caso de los
católicos romanos que se preparan para enviar misiones evangélicas. Antes de
que una misión sea enviada a un distrito, un pequeño grupo se reúne durante
semanas o meses para visualizar y preparar mentalmente el terreno. Estos
pensadores visualizan el área y meditan intensamente sobre una enseñanza o
dogma de la Iglesia, creando una atmósfera favorable que facilita la aceptación
de las enseñanzas en esa comunidad.
La
intensidad de este trabajo de pensamiento es ayudada por la oración
fervorosa, que añade energía y dirección a los pensamientos. De manera
similar, las órdenes contemplativas y los monjes en las religiones hindú y
budista realizan un trabajo profundo y útil al enviar pensamientos elevados y
nobles para el bienestar del mundo. Cualquier inteligencia pura y bondadosa
que trabaje para el bien común contribuye significativamente a elevar la
conciencia humana.
Este
mismo principio puede aplicarse en otros movimientos espirituales no
necesariamente religiosos. Por ejemplo, si un grupo decide concentrarse en la
enseñanza de la reencarnación durante diez minutos al día en una hora fija
durante varios meses, crearía una atmósfera poderosa de formas de
pensamiento en su área, que penetraría en las mentes de las personas. Esto
podría despertar el interés por la reencarnación en muchas personas, quienes
buscarían más información, libros o asistirían a conferencias sobre el tema con
mayor interés.
Cuando
varias personas unen sus pensamientos para un propósito común, logran un progreso
mucho mayor que si actuaran individualmente. Esta práctica regular puede ser
una poderosa herramienta para propagar ideas espirituales o causar un impacto
positivo en el entorno.
CONCLUSIÓN
De
este modo podemos aprender a utilizar las grandes fuerzas que existen en
nosotros y a emplearlas con el mayor impacto. A medida que las usamos, su poder
aumentará, y con sorpresa y alegría descubriremos cuánta capacidad para servir
poseemos.
Es
importante recordar que constantemente estamos utilizando estos poderes de
manera inconsciente, esporádica y débil, influyendo siempre, para bien o para
mal, en todos los que nos rodean a lo largo de nuestra vida. Aquí buscamos
animar al lector a que utilice estas mismas fuerzas de manera consciente,
potente y decidida. No podemos evitar pensar hasta cierto punto, por débiles
que sean las corrientes de pensamiento que generemos. Queramos o no, afectamos
a los que nos rodean; lo único que debemos decidir es si lo hacemos de manera
beneficiosa o perjudicial, débil o poderosamente, de manera indecisa o con un
propósito claro. No podemos evitar que los pensamientos de otros lleguen a
nuestras mentes; solo podemos elegir cuáles aceptar y cuáles rechazar. Tenemos
que influir y ser influenciados; pero podemos influir para bien o para mal, y
podemos ser influenciados por lo bueno o lo malo. Esta es nuestra elección, una
decisión de gran trascendencia tanto para nosotros como para el mundo.
Elegid
bien, pues vuestra elección es breve y, sin embargo, duradera.
PAZ
A TODOS
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