EL PODER DEL PENSAMIENTO: SU DOMINIO Y SU CIENCIA

José Manuel Fernández Outeiral

 

INTRODUCCIÓN

Algunos lectores de mi blog, amigos todos, me han expresado su desazón al enfrentar ciertos pasajes de algunas de mis comunicaciones, así como algunos capítulos de mi libro "Peregrinos de la Eternidad". Su sentir es que estos escritos son a menudo abstrusos, quizás velados, como si se hallaran envueltos en una bruma conceptual que dificulta su comprensión. He intentado explicarles, sin demasiada fortuna, que traducir hechos extraordinarios, cuya naturaleza se aparta de lo corriente, a un lenguaje ordinario es empresa ardua. ¿Cómo plasmar en palabras simples e inteligibles aquello que trasciende los horizontes del entendimiento y la vida diarios? ¿Cómo transmitir nuevas ideas en nuestras mentes atiborradas y tantas veces arrastradas por la marea de la vida?

Esta nueva comunicación, tiene la intención de tender un puente hacia lo esencial, de disipar al menos un poco esas brumas, y ayudar a seguir indagando en preguntas tan vitales como quiénes somos realmente, qué significa "estar dormidos", ser “seres dormidos” o cómo opera la mente en el teatro diario de la existencia. Es un intento sincero de añadir claridad en lo que atañe a nuestra verdadera naturaleza.

Espero, con humildad y sin pretensiones, que las palabras que aquí leas puedan servirte de guía o inspiración. Porque todo conocimiento, incluso el más complicado, ya nos pertenece, como he reiterado en muchas comunicaciones, solo se trata de ir apartando los velos que nos impiden llegar a él.

Vamos.

El valor del conocimiento se mide por su capacidad de purificar y ennoblecer la vida. Toda persona que busca con sinceridad, anhela aplicar el conocimiento teórico adquirido en el estudio para mejorar su propio carácter y ayudar a los demás. Esta comunicación está dirigida a esa clase de personas, con la esperanza de que comprendan mejor su propia naturaleza intelectual y los impulse a cultivar lo mejor y eliminar lo negativo.

El deseo de llevar una vida noble solo puede ser completamente efectivo si está guiado por la luz clara de la inteligencia. Al igual que una persona ciega puede desviarse del camino sin darse cuenta hasta que cae en un pozo, una persona que actúa desde la ignorancia se desvía del camino de la vida recta hasta que cae en el mal comportamiento. La ignorancia (en sánscrito, Avidya) es la falta de conocimiento, el primer paso que lleva de la unidad a la separación. Solo cuando la ignorancia desaparece, la separación disminuye, y con su completa desaparición se alcanza la paz.

En el contexto de la presente comunicación, y de otras muchas anteriores, el "YO" se define como el núcleo consciente, sensible y siempre existente que cada individuo reconoce como su ser esencial. Es una entidad indivisible que, aunque actúa a través de múltiples formas y vehículos (como la mente y el cuerpo), mantiene su unidad esencial.

El "YO" opera en tres aspectos fundamentales:

1.    Voluntad: La energía dirigida hacia la acción.

2.    Sentimiento: La respuesta interna a los estímulos externos, ya sea en forma de placer o dolor.

3.    Conocimiento: La capacidad de reflejar y entender el "No-YO" o el mundo externo.

Estos aspectos no son funciones separadas del "YO", sino manifestaciones interrelacionadas de su naturaleza integral. El artículo también enfatiza que el "YO" es el conocedor, mientras que el "No-YO" representa lo cognoscible. La relación entre ambos da lugar al conocimiento, que es una interacción dual entre la conciencia (YO) y las formas externas (No-YO).

El siguiente ejemplo es una ilustración poderosa de la convicción inherente y la fuerza de la personalidad del "YO" y que, seguramente, a todos os ha pasado:

Al escuchar que alguien llama a la puerta y preguntar: "¿Quién es?", la respuesta inmediata y espontánea de "¡Soy yo!" revela una profunda certeza y afirmación del "YO" como núcleo de identidad. Este "YO" no solo se proclama con seguridad, sino que también asume implícitamente que su existencia es reconocida y entendida por el otro sin necesidad de explicaciones adicionales en ese momento. Las explicaciones pueden venir después: soy Yo, tu hermano; soy Yo, tu cuñado; soy Yo, Juan, María; etc. Lo espontáneo es: ¡Soy Yo!

Este fenómeno pone de manifiesto varias ideas clave:

1.    Universalidad del "YO": En todas las culturas y lenguajes, el "YO" es una de las primeras y más fundamentales afirmaciones que aprendemos. Su uso demuestra que es un punto de referencia común, lo que refleja su carácter universal.

2.    Inmediatez y convicción: El "YO" no se cuestiona ni se justifica en el momento inicial. La respuesta "¡Soy yo!" muestra que hay una convicción interna inquebrantable sobre la existencia y la identidad que se comunica de manera natural y sin reservas.

3.    Reconocimiento mutuo: Al afirmar "¡Soy yo!", la persona no solo confirma su identidad, sino que también espera que esta sea reconocida de inmediato por quien escucha. Esto sugiere una confianza en la conexión interpersonal y la percepción compartida del "YO".

4.    Centralidad del "YO": Este ejemplo también resalta cómo el "YO" se percibe como el eje desde el cual se define y comprende la realidad. La identidad personal ocupa un lugar preeminente y espera ser comprendida sin necesidad de más detalles iniciales.

El "YO" en este caso actúa como una fuerza que trasciende las circunstancias y detalles externos, reforzando la noción de que su afirmación no requiere pruebas ni argumentos, porque se da por sentada como una verdad inherente a la experiencia humana. Esto es lo que Bhagavan Das menciona como la "base indispensable de la vida", un concepto que no puede ser refutado ni reforzado, porque está profundamente arraigado en nuestra esencia misma. Pronto publicaré, en este mismo Blog, las traducciones al castellano de sus principales obras.

Se resalta la trascendencia del "YO" como la raíz de la individualidad en el tiempo y el espacio, pero simultáneamente una expresión de la unidad eterna. Esto sitúa al "YO" como un puente entre la experiencia personal y el principio universal.

EL YO COMO CONOCEDOR

Al estudiar la naturaleza humana, distinguimos al Ser (Yo) de los vehículos que utiliza, separando al Yo viviente de las "vestiduras" con las que está envuelto. El Yo es uno, aunque se manifieste de distintas maneras a través de las diversas formas de la materia. Es cierto que solo existe un Yo, y así como los rayos provienen del sol, los Yos que forman a los seres humanos no son más que rayos del Yo Supremo, y cada Yo puede decir: "Yo soy Él". Sin embargo, para nuestro propósito aquí, considerando un solo rayo, podemos afirmar que, incluso bajo sus múltiples formas, el Yo mantiene su unidad esencial. Estas líneas no tienen connotaciones religiosas, aunque podrían legítimamente incluirlas. Si bien se hace referencia a oraciones, el propósito es únicamente abordar aspectos de la espiritualidad. En otras ocasiones he señalado que todas las religiones son necesarias debido a la espiritualidad que aportan al desarrollo actual de la humanidad. Sin embargo, pierden su valor cuando se convierten en doctrinas vacías o cuando niegan a otros lo que reclaman para sí mismas, volviéndose intransigentes y fanáticas.

La conciencia es una unidad, y las divisiones que hacemos en ella o bien son con fines de estudio, o son ilusiones provocadas por las limitaciones de nuestra percepción, limitaciones causadas por los órganos a través de los cuales opera en los mundos inferiores. Aunque las actividades del Yo se expresan por separado, como hemos mencionado más arriba, a través de sus tres aspectos: voluntad o querer, sentir y conocer, esto no debe llevarnos a pensar que haya una separación real en su sustancia. Todo el Yo quiere, todo el Yo siente y todo el Yo conoce. Tampoco las funciones están completamente separadas; cuando el Yo quiere, también siente y conoce, cuando siente, también quiere y conoce, y cuando conoce, también quiere y siente.

Una función puede predominar sobre las demás y, a veces, esto ocurre hasta tal punto que parece ocultar por completo las otras. Sin embargo, incluso en la concentración más intensa del Yo como conocedor, la función más separada de las tres, siempre están presentes, aunque de manera latente, tanto el sentimiento como la voluntad. Un análisis cuidadoso puede descubrirlos como presentes. No es fácil aclarar el concepto fundamental del Yo más allá de lo que expresa su propio nombre. Espero que con la explicación dada en la Introducción el concepto haya quedado más claro. El Yo es esa entidad consciente, sensible y siempre existente que cada uno de nosotros reconoce como su ser. Ningún ser humano puede pensar en sí mismo como inexistente o formular la idea "Yo no soy".

Según Vashaspati-Mishra, en su comentario (el Bhamati) sobre el Sankaracharya’s Shariraka Bhashya: "Nadie duda, ¿Soy? o ¿No soy?" La afirmación del Yo, "Yo soy (soy Yo)", aparece antes que cualquier otra cosa, está más allá de cualquier discusión. Ninguna prueba puede reforzarla, ni ninguna refutación puede debilitarla, como hemos dicho antes. Tanto las pruebas como las refutaciones dependen de "Yo soy".

En "Ser o no ser", la famosa pregunta de Hamlet, el cuestionamiento no se refiere al "Yo", sino a la existencia misma como experiencia humana. Hamlet podría estar contemplando las implicaciones de elegir vivir y enfrentar el sufrimiento o terminar con su vida para escapar de él. La pregunta no pone en duda la existencia del "Yo", sino el deseo o el propósito de persistir en una existencia específica. “Yo Soy”, como principio eterno, es incuestionable.

Al observar este "Yo soy", vemos que se expresa de tres formas distintas: a) la voluntad, que impulsa la energía hacia la acción; b) el sentimiento, que responde internamente con placer o dolor a los estímulos externos, raíz de la emoción; c) el conocimiento, que refleja internamente el "No-Yo", raíz del pensamiento.

"Yo quiero", "Yo siento", "Yo sé": estas son las tres afirmaciones del Yo indivisible, del "Yo soy". Todas las actividades pueden clasificarse bajo uno de estos tres aspectos. El Yo solo se manifiesta en nuestro mundo de estas tres maneras, así como todos los colores derivan de los tres colores primarios. Del mismo modo, las innumerables actividades del Yo provienen de la Voluntad, el Sentir y el Conocer.

El Yo como quien quiere, el Yo como quien siente, el Yo como quien conoce: es el Uno en la Eternidad, y también la raíz de la individualidad en el Tiempo y el Espacio. Ahora, estudiaremos al Yo en su tercer aspecto: el Yo como Conocedor.

EL NO-YO COMO COGNOSCIBLE

El Yo, cuya naturaleza es el conocimiento, ve reflejadas en sí mismo una gran cantidad de formas y, con el tiempo, descubre por experiencia que no puede querer, sentir, ni conocer dentro de ellas. Se da cuenta de que estas formas no están bajo su control, como lo estaba la primera forma de la que fue consciente, y que erróneamente había identificado como parte de sí mismo. El Yo quiere, pero no percibe movimiento alguno en esas formas; siente, pero no hay respuesta emocional; conoce, pero ellas no comparten su conocimiento.

El Yo no puede decir en relación a estas formas: "Yo quiero", "yo siento", "yo conozco". Finalmente, las reconoce como otros yos, presentes en formas minerales, vegetales, animales, humanas e incluso sobrehumanas, y las agrupa bajo un término general: el No-Yo. Este No-Yo es aquello en lo que el Yo no está presente como un ser separado, aquello en lo que no puede querer, sentir ni conocer. Durante mucho tiempo, responderá a la pregunta: "¿Qué es el No-Yo?" con la respuesta: "Todo aquello en lo que no quiero, ni siento, ni conozco". Y aunque, al hacer un análisis más profundo, descubrirá que incluso sus propios vehículos, excepto la capa más sutil que lo distingue como Yo, son partes del No-Yo, son objetos de conocimiento, es decir, lo Cognoscible, no el Conocedor. Para fines prácticos, su respuesta es correcta.

EL CONOCEDOR

El Conocedor es el propio "YO", entendido como la esencia consciente e indivisible de cada individuo. Este "YO" es quien percibe, experimenta, y establece relaciones entre el mundo interno y el externo, actuando como el sujeto central de la cognición.

Debemos subrayar que el Conocedor no es la mente ni sus instrumentos (como el cuerpo o los sentidos), sino el "YO" que utiliza estos vehículos para interactuar con el mundo. La mente, en este sentido, es solo una herramienta del Conocedor, quien observa y gobierna sus actividades. Por tanto, el Conocedor es la expresión consciente del "YO", la base fundamental que permite toda experiencia y conocimiento.

Para que el Yo pueda ser el Conocedor y el No-Yo sea lo Cognoscible, debe existir una relación definida entre ambos. El No-Yo debe afectar al Yo, y a su vez, el Yo debe afectar al No-Yo. Entre los dos, debe haber un intercambio, un cambio en la relación. El Conocedor es, en esencia, esa relación entre el Yo y el No-Yo, y debemos comenzar entendiendo la naturaleza de esta relación. Pero primero es necesario comprender con claridad que el conocimiento es, en sí mismo, una relación. Implica una dualidad: la conciencia de un Yo y el reconocimiento de un No-Yo. La presencia de ambos, en oposición uno al otro, es esencial para que exista el conocimiento.

El Conocedor, lo Cognoscible y el acto de Conocer son los tres elementos que debemos comprender si queremos dirigir el poder del pensamiento hacia su verdadero propósito: ayudarnos a nosotros mismos y al mundo. Según la terminología occidental, la mente es el Sujeto que conoce, el Objeto es lo cognoscible, y la relación entre ambos es el conocimiento. Debemos entender la naturaleza del Conocedor, la naturaleza de lo Cognoscible y la naturaleza de la relación que se establece entre ellos, así como el origen de esa relación.

Una vez que hayamos comprendido esto, habremos dado un paso importante hacia el conocimiento de uno mismo, que es la verdadera sabiduría. Solo entonces podremos realmente ayudar al mundo que nos rodea. Pues este es el verdadero objetivo de la sabiduría: una sabiduría que, encendida por el amor, tiene el poder de liberar al mundo del sufrimiento al brindarle el conocimiento que hace desaparecer el dolor para siempre. Este es el objetivo del presente estudio, porque, como se dice con razón en los antiguos libros de esa nación, la India, que posee la psicología más antigua, pero a la vez más profunda y sutil, el propósito de la filosofía es poner fin al sufrimiento. Para esto piensa el Conocedor, para esto se busca el conocimiento. Eliminar el dolor es la finalidad última de la filosofía, y no es verdadera sabiduría aquella que no conduce a la Paz.

El concepto de Paz es el estado supremo que surge cuando el "YO" (el Conocedor) trasciende las limitaciones del "No-YO" (el mundo externo y sus formas) y alcanza la unión con su verdadera naturaleza. Es un estado de armonía interior y plenitud que resulta de la superación de la dualidad y el conflicto inherentes a la existencia condicionada. La Paz es el objetivo último de la filosofía y el conocimiento, ya que pone fin al dolor al disolver las causas fundamentales de este (la ignorancia, el apego, y las falsas identificaciones). La Paz es el resultado del desarrollo del Conocedor, cuando la conciencia reconoce su unidad esencial con todos los demás yos individuales y con la totalidad del universo. La Paz no es un estado pasivo, sino una conquista activa del Conocedor mediante la disciplina interior.

LA NATURALEZA DEL PENSAMIENTO

La naturaleza del pensamiento puede estudiarse desde dos perspectivas: desde el lado de la conciencia, que es conocimiento, o desde el lado de la forma, que permite alcanzar ese conocimiento y cuya capacidad de ser modificada lo hace posible. En filosofía, hay dos extremos que debemos evitar, porque ambos ignoran un aspecto de la vida manifestada. Uno de ellos considera todo como conciencia, ignorando la necesidad de la forma para condicionar y posibilitar la conciencia. El otro considera todo como forma, olvidando que la forma solo existe debido a la vida que la anima. La forma y la vida, la materia y el espíritu, el vehículo y la conciencia, son inseparables en la manifestación, y son aspectos indivisibles de lo que subyace a ambos: aquello que no es ni la conciencia ni su vehículo, sino la raíz de ambos.

Una filosofía que intente explicarlo todo a través de la forma, ignorando la vida, se enfrentará a problemas irresolubles. Por otro lado, una filosofía que intente explicarlo todo a través de la vida, ignorando las formas, se encontrará con barreras que no podrá superar. La verdad es que la conciencia y sus vehículos, la vida y la forma, la materia y el espíritu, son expresiones temporales de los dos aspectos de la Existencia no condicionada, la cual solo es conocida cuando se manifiesta como la raíz del Espíritu (denominada por los hindúes Pratyagatman), el Ser abstracto, el Logos abstracto de donde provienen todos los yos individuales, y la raíz de la Materia (Mulaprakriti), de donde provienen todas las formas.

Siempre que tiene lugar la manifestación, la raíz del Espíritu genera una triple conciencia, y la raíz de la Materia produce una triple materia. Bajo estas, se encuentra la Realidad Una, que siempre es incognoscible para la conciencia condicionada. La flor jamás ve la raíz de la cual crece, aunque toda su vida proviene de ella, y sin esa raíz no podría existir.

El Yo, como Conocedor, tiene como función principal reflejar dentro de sí mismo el No-Yo. Así como una placa fotográfica sensible recibe los rayos reflejados de los objetos y estos rayos causan modificaciones en la materia sobre la que caen, permitiendo obtener imágenes de los objetos, lo mismo sucede con el Yo en su aspecto de conocimiento. El Yo recibe, a través de su vehículo, los reflejos del No-Yo, y estos generan dentro de él imágenes que son reflejos de aquello que no es él mismo.

En las primeras etapas de la conciencia, el Conocedor no conoce las cosas en sí mismas, sino solo las imágenes producidas dentro de él por la acción del No-Yo. Estas imágenes son las representaciones del mundo externo. Por esta razón, la mente, como vehículo del Yo en su función de Conocedor, ha sido comparada a un espejo en el que se reflejan los objetos colocados frente a él. No conocemos las cosas tal como son, sino los efectos que provocan en nuestra conciencia; lo que percibimos en la mente no son los objetos, sino sus imágenes. De manera similar, un espejo parece contener los objetos dentro de él, pero estos objetos visibles son solo imágenes, ilusiones producidas por la mente: conocemos el mundo externo únicamente a través de estas imágenes ilusorias. El mito de la caverna de Platón.

Una pregunta natural surge entonces: "¿Será siempre así? ¿No llegaremos nunca a conocer las cosas en sí mismas?" Esto nos lleva a una distinción clave entre la conciencia y la materia, que es esencial para responder a esa pregunta. Cuando, tras un largo proceso de evolución, la conciencia desarrolla la capacidad de reproducir en su interior todo lo que existe fuera, la envoltura material en la que ha estado funcionando se desprende. La conciencia, que es conocimiento, identifica su Yo con todos los demás yos que la rodean y ve como No-Yo solo la materia, la cual está igualmente relacionada con todos los yos. Este es el estado de "Unión", el triunfo de la evolución, cuando la conciencia se reconoce a sí misma y a las demás, y conoce a las demás como siendo una sola con ella misma. En el mito de la caverna de Platón, el prisionero también pasa por un proceso de liberación y evolución: primero deja de mirar las sombras, luego observa los objetos que las proyectan, después sale de la caverna y, finalmente, contempla el sol (símbolo de la verdad absoluta y la fuente de todo conocimiento).  

Este estado de identidad es donde se alcanza el conocimiento perfecto. El Yo realiza ese estado maravilloso en el que la identidad permanece y la memoria no se pierde, pero donde termina la separación y donde el conocedor y el conocimiento se convierten en uno. Esta maravillosa naturaleza del Yo, que actualmente se desarrolla en nosotros a través del conocimiento, es lo que debemos estudiar para comprender la naturaleza del pensamiento. Es necesario entender claramente el carácter ilusorio del proceso para poder utilizar la ilusión y trascenderla.

Estudiemos ahora cómo se establece el Conocimiento, es decir, la relación entre el Conocedor y lo Cognoscible, lo cual nos llevará a comprender con mayor claridad la naturaleza del pensamiento. Hay una palabra clave: vibración, que cada vez más se convierte en un principio fundamental tanto en la ciencia occidental como lo ha sido durante mucho tiempo en la ciencia oriental. El movimiento es la raíz de todo: la vida es movimiento, la conciencia es movimiento, y cuando el movimiento actúa sobre la materia, se manifiesta como vibración.

Debemos pensar en el Uno como inmutable, sin movimiento, ya que en el Uno el movimiento no puede existir. Esta descripción podríamos asimilarla al concepto de Dios en tradiciones religiosas como el cristianismo, el islam y el hinduismo, donde Dios es considerado eterno, absoluto y trascendente.

Solo cuando hay diferenciación o partes podemos hablar de movimiento, porque el movimiento implica un cambio de lugar en el tiempo. Cuando el Uno se convierte en los muchos, surge el movimiento, y este es vida y conciencia cuando es rítmico y regular; es muerte e inconsciencia cuando es irregular y carece de ritmo. La vida y la muerte son hermanas gemelas, ambas nacidas del movimiento, que es la manifestación.

El movimiento es inevitable cuando el Uno se convierte en los muchos, ya que la omnipresencia debe representarse como movimiento infinito. La esencia de la materia es la separatividad, mientras que la esencia del espíritu es la unidad. El movimiento regular en la materia crea vibraciones, y cada Jivatman o unidad separada de conciencia (Yo), está aislada por un revestimiento de materia. Este revestimiento vibra y transmite sus vibraciones a la materia circundante, que a su vez transmite el impulso a otro Jivatman, estableciendo una cadena de vibraciones por las cuales el uno llega a conocer al otro.

En este proceso, el pensamiento es una reproducción en la mente del Conocedor de aquello que no es el Yo. El pensamiento es literalmente una imagen formada por la combinación de ondas de vibración. La materia vibrante entre el Yo y el No-Yo es lo que permite que se establezca y mantenga la relación del conocer, creando así la cadena entre el Conocedor, lo Cognoscible y el Conocimiento.

EL CREADOR DE LA ILUSIÓN

No hay mejor título para la mente que "El Creador de la Ilusión".

La mente no es el Conocedor y debe ser cuidadosamente distinguida de este. Muchas de las confusiones surgen de olvidar esta distinción: el Conocedor es diferente de la mente, la cual es solo un instrumento para obtener conocimiento. Es como si el escultor se identificara completamente con su cincel. La mente es dual y material en su naturaleza, formada por el Cuerpo Causal y Manas, la mente abstracta, y por el Cuerpo Mental y Manas, la mente concreta. Manas en sí es una reflexión en la materia atómica de ese aspecto del Yo que es el conocimiento.

El Jiva o ser individual está compuesto por siete principios que abarcan desde los niveles más densos y materiales hasta los más sutiles y espirituales. En este marco, la mente (Manas) ocupa un lugar intermedio crucial, actuando como un puente entre lo superior (el Yo) y lo inferior (los cuerpos materiales).

En la constitución septenaria, los siete principios son los siguientes:

1.    Sthula Sharira (Cuerpo Físico): El vehículo físico, material y denso.

2.    Prana (Fuerza Vital): La energía vital que anima al cuerpo físico.

3.    Linga Sharira (Cuerpo Etérico): El molde energético que da forma al cuerpo físico.

4.    Kama (Deseo o Pasión): El principio de las emociones y los deseos.

5.    Manas (Mente): Dividida en:

o   Manas Inferior (Mente Concreta): Asociada al cuerpo mental y orientada hacia lo externo, los pensamientos específicos y el análisis.

o   Manas Superior (Mente Abstracta): Asociada al cuerpo causal y orientada hacia lo interno, la reflexión abstracta y los principios universales.

6.    Buddhi (Sabiduría o Intuición): La facultad espiritual que capta la verdad y guía al Jiva hacia lo superior.

7.    Atman (Yo Superior o Espíritu): La esencia divina y eterna, inmutable.

La mente limita al Jiva (el ser individual), que al aumentar su conciencia se siente restringido por ella. Tal como alguien que se pone unos guantes gruesos pierde gran parte de la sensibilidad de sus manos, el Conocedor, al revestirse de la mente, también ve menguadas sus facultades. Aunque la mano está presente, su habilidad disminuye con el guante; lo mismo sucede con el Conocedor al usar la mente, que limita su expresión.

A lo largo de los siguientes párrafos, limitaremos el término Manas a la mente concreta: el cuerpo mental y Manas. La mente es el resultado de pensamientos pasados, y se modifica constantemente por los pensamientos presentes. Es una entidad definida con capacidades y limitaciones, que hemos moldeado a lo largo de vidas anteriores. No podemos cambiarla rápidamente ni trascenderla con un simple acto de voluntad. La mente es una parte del No-Yo, que hemos adaptado para nuestro propio uso, y solo a través de ella podemos conocer. Todas las impresiones del pasado están presentes en nosotros como mente, que vibra constantemente, presentando series de imágenes siempre cambiantes. Las nuevas impresiones que llegan del exterior se combinan con las vibraciones existentes, por lo que el resultado no es una reproducción exacta de la nueva vibración, sino una combinación con las anteriores.

Un ejemplo de esta distorsión es mirar un objeto verde a través de un cristal de color, que lo hace parecer negro. El ojo, al igual que la mente, modifica las vibraciones que recibe. Así, la mente, como medio a través del cual el Conocedor percibe el mundo exterior, actúa como un filtro que distorsiona las imágenes. El Conocedor es inconsciente de esta influencia, como una persona que siempre ha mirado el mundo a través de cristales de color y no se da cuenta del cambio que estos provocan en los colores.

En este sentido, la mente es el Creador de la Ilusión, pues nos presenta solo imágenes distorsionadas. Pero en un sentido más profundo, es verdaderamente el "Creador de la Ilusión", ya que esas imágenes son solo reflejos de apariencias, no de realidades. Son sombras de sombras.

Si pudiéramos conocer el mundo tal como es, incluso en su aspecto fenomenal, nuestras ideas sobre él serían muy distintas. Esto no es imposible, aunque solo pueden hacerlo aquellos que han avanzado en el dominio de la mente. Las vibraciones de la mente pueden ser suspendidas retirando la conciencia de ella, lo que permitiría una imagen fiel de los objetos observados. O la conciencia podría exteriorizarse y experimentar directamente las vibraciones del objeto. En ambos casos, se logra un verdadero conocimiento de la forma.

También es posible conocer la idea en el mundo de los noúmenos, de la cual la forma es solo una manifestación. Sin embargo, esto solo puede lograrse cuando la conciencia funciona en el Cuerpo Causal sin los impedimentos de la mente concreta.

La comprensión de que solo conocemos nuestras impresiones de las cosas, y no las cosas mismas, tiene un profundo impacto en la vida práctica. Nos enseña humildad, precaución y apertura a nuevas ideas. Perdemos la certeza instintiva de que siempre tenemos razón y aprendemos a cuestionarnos antes de juzgar a los demás.

Un ejemplo práctico: si encuentro a una persona cuyas vibraciones son complementarias a las mías, podríamos no agradarnos mutuamente. Esto se debe a que nuestras vibraciones no coinciden. Si tengo un conocimiento adecuado de mí mismo, no asumiré que la otra persona es inferior; en su lugar, me preguntaré por qué no puedo responder a sus vibraciones. Así como no podemos cambiar a los demás, podemos cambiar nuestra propia capacidad para responder a ellos.

Deberíamos aspirar a ser como la luz blanca, que contiene todos los colores y no distorsiona ninguno. Podemos medir nuestro crecimiento por nuestra capacidad para responder a una variedad de caracteres.

EL CUERPO MENTAL Y MANAS

Ahora abordemos la composición de la mente como órgano de la conciencia en su función de Conocedor. La mente, desde el lado de la vida, es Manas, una reflexión en la materia atómica del plano mental del aspecto cognoscitivo del Yo. Esta reflexión se manifiesta como pensamiento.

Desde el lado de la forma, la mente presenta dos aspectos que condicionan la actividad de Manas: el Cuerpo Causal, compuesto de materia de los planos más sutiles del plano mental, y el Cuerpo Mental, compuesto de materia más densa del mismo plano. Ambos actúan como vehículos que condicionan y limitan la actividad del Conocedor

El Cuerpo Causal es el órgano del pensamiento abstracto. Está asociado con el Manas Superior y es responsable del pensamiento abstracto, la reflexión filosófica y la percepción de principios universales. Sirve como el órgano de la conciencia para captar ideas, verdades universales y conceptos que trascienden la experiencia sensorial. En su estado desarrollado, permite al Jiva comprender las conexiones profundas entre lo individual y lo universal. En gran parte de la humanidad, el Cuerpo Causal está poco desarrollado porque la atención está dirigida predominantemente hacia el mundo material y los pensamientos concretos. Esto limita la capacidad de comprender ideas más elevadas y de conectar con el Yo Superior (Buddhi).

          El Cuerpo Mental, en cambio, es responsable de los pensamientos más concretos y se compone de materia de pensamiento de las cuatro subdivisiones inferiores del plano mental. Está asociado con el Manas Inferior, que procesa los datos sensoriales y se ocupa de pensamientos específicos y particulares. Es responsable de las operaciones mentales prácticas, como analizar, calcular y tomar decisiones basadas en la experiencia directa. Sirve para interpretar e integrar la información del mundo externo. Debido a su conexión con Kama (el principio del deseo y las emociones), el Cuerpo Mental a menudo está influido por los impulsos inferiores, dificultando la claridad y la objetividad en el pensamiento.

El desarrollo equilibrado de ambos aspectos de la mente (Cuerpo Causal y Cuerpo Mental) es esencial para la evolución del Jiva. La meta es:

  • Purificar y disciplinar el Cuerpo Mental para que responda al control del Conocedor, en lugar de los impulsos de Kama.
  • Activar el Cuerpo Causal para que la conciencia del Jiva pueda captar los principios universales y alcanzar la unidad con el Yo Superior.

De esta manera, la mente se convierte en un vehículo claro y efectivo para la expresión del Conocedor y para trascender las limitaciones de la materia hacia la realización espiritual.

LA CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL CUERPO MENTAL

El método por el cual la conciencia construye su vehículo es fundamental, ya que cada día y cada hora de nuestra vida ofrece oportunidades para aplicarlo. Mientras estamos despiertos o dormidos, estamos constantemente construyendo nuestros cuerpos mentales. Cada vibración de la conciencia, incluso un pensamiento fugaz, atrae nuevas partículas de materia mental y expulsa otras.

El tipo de materia que atraemos depende de la calidad de nuestras vibraciones. Pensamientos elevados atraen materia mental sutil, mientras que pensamientos bajos atraen materia grosera. Esto afecta nuestra capacidad para responder a los pensamientos externos. Si nuestra mente está compuesta de materia sutil, los pensamientos negativos no tendrán efecto sobre nosotros, mientras que, si está formada por materia grosera, seremos susceptibles a pensamientos nocivos.

Cuando interactuamos con una persona de pensamientos elevados, nuestras mentes pueden beneficiarse si tenemos la capacidad de responder a sus vibraciones. Sin embargo, la mayor parte de la evolución mental debe provenir de nuestras propias actividades conscientes. Debemos trabajar activamente en el pensamiento correcto para desarrollar un cuerpo mental fuerte y bien organizado.

La lectura, por ejemplo, solo es útil en la medida en que nos proporciona material para pensar. No basta con leer mucho; el verdadero desarrollo mental depende de la cantidad de pensamiento que dedicamos a lo que leemos.

Debemos dedicar tiempo diario al estudio profundo y al pensamiento consciente, equilibrando la lectura con la reflexión. Solo así podremos construir nuestras mentes de manera sólida y lograr un pensamiento concentrado y poderoso.

TRANSMISIÓN DEL PENSAMIENTO

Hoy en día, muchas personas sueñan con practicar la transmisión del pensamiento y con el placer de comunicarse con amigos ausentes. Muchos creen que es algo que puede lograrse con poco esfuerzo, y se sorprenden al fracasar en sus intentos. Sin embargo, es claro que primero hay que aprender a pensar antes de poder transmitir el pensamiento, y se necesita una concentración fija para enviar una corriente de pensamiento a través del espacio.

Los pensamientos débiles y vacilantes de la mayoría de las personas apenas provocan ligeras vibraciones en la atmósfera del pensamiento, porque carecen de vitalidad suficiente. Aparecen y desaparecen rápidamente, sin llegar a formar formas de pensamiento definidas. Para poder transmitir un pensamiento, este debe estar claramente formado y bien vitalizado, lo suficientemente fuerte como para producir, al llegar a su destino, un duplicado de sí mismo.

Existen dos métodos principales para la transmisión del pensamiento: uno podría llamarse físico y el otro psíquico. El primero involucra tanto al cerebro como a la mente, mientras que el segundo concierne solo a la mente.

La conciencia también puede causar vibraciones directamente en el cuerpo mental y enviarlas al cuerpo mental de la persona receptora. Un pequeño órgano en el cerebro, la glándula pineal, juega un papel crucial. Este órgano, desconocido para muchos psicólogos occidentales, es rudimentario en la mayoría de las personas, pero está en proceso de evolución. Es el órgano de la transmisión del pensamiento, al igual que los ojos son los órganos de la visión y los oídos de la audición.

Si una persona piensa intensamente en una sola idea, con concentración sostenida, puede llegar a sentir un ligero hormigueo en la glándula pineal. Este estremecimiento es una señal de que el pensamiento ha alcanzado suficiente fuerza para ser transmitido. La vibración del éter en la glándula pineal genera ondas etéricas que se transmiten en todas direcciones. Estas ondas, al llegar a otro cerebro, pueden ser reproducidas por la glándula pineal de la otra persona y transmitidas a su cuerpo mental, llegando finalmente a su conciencia.

Si la segunda glándula pineal no puede reproducir estas ondulaciones, el pensamiento no será percibido, de la misma manera que una persona ciega no puede ver las ondas de luz. En este método de transmisión del pensamiento, el pensador no baja el pensamiento al cerebro, sino que lo envía directamente al cuerpo mental de otra persona. Este método requiere un mayor desarrollo mental, ya que el emisor necesita ser consciente en el plano mental para realizar esta transmisión deliberadamente.

Aunque no siempre somos conscientes de este proceso, todos ejercemos el poder de la transmisión del pensamiento de manera indirecta e inconsciente. Nuestros pensamientos siempre causan vibraciones en el cuerpo mental, las cuales se propagan naturalmente a través de la substancia mental circundante. Estas vibraciones influyen en otras personas de forma continua. Así, la opinión pública se forma en gran parte a través de la propagación de pensamientos compartidos, no porque todos hayan reflexionado profundamente sobre los temas, sino porque las vibraciones de los pensamientos se difunden y afectan a muchas mentes.

El pensamiento de un gran pensador puede ser recogido por mentes receptivas, que reproducen sus vibraciones y fortalecen la onda de pensamiento. Esto, a su vez, afecta a otras personas, incrementando la fuerza del pensamiento en la colectividad. Así, la opinión pública se establece y ejerce una gran influencia sobre la mayoría de las personas.

Existen también modos nacionales de pensar, canales mentales profundos creados por la historia, costumbres y experiencias de una nación. Estos patrones de pensamiento modifican cómo una nación percibe el mundo exterior y afectan a los individuos nacidos dentro de esa nación. Cuando las naciones reciben impresiones de otras culturas, estas impresiones son alteradas por el grado de vibración nacional, lo que lleva a malentendidos y conflictos.

Esta comprensión de la transmisión del pensamiento plantea una cuestión práctica: ¿Cómo podemos protegernos de los pensamientos dañinos y aprovechar los benéficos? Cada persona afecta su propio cuerpo mental constantemente, mientras que los demás lo hacen solo de manera ocasional. Somos los principales responsables de la configuración de nuestras mentes. Si una persona piensa en la verdad, una mentira no podrá entrar en su mente; si piensa en amor, el odio no lo afectará; si piensa en sabiduría, la ignorancia no podrá paralizarlo.

Es crucial no dejar que la mente permanezca vacía, pues así estaría abierta a cualquier pensamiento que pase. La persona que tome el control de su mente, aprendiendo a pensar de manera consciente y dirigida, descubrirá que a través del pensamiento puede hacer su vida más noble y feliz. El verdadero poder reside en el pensamiento consciente, y a través de la sabiduría, podemos poner fin al sufrimiento.

LOS PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO

Pocas personas, fuera del ámbito de los estudiantes de psicología, se han detenido a reflexionar sobre cómo se origina el pensamiento. Al nacer, ya poseemos una gran cantidad de pensamientos formados, un acervo de lo que se llama "ideas innatas". Estos son conceptos que traemos con nosotros al mundo, y representan el resultado condensado de nuestras experiencias en vidas anteriores. Con este acopio mental comenzamos nuestras actividades en esta vida, por lo que el psicólogo no puede observar directamente el origen del pensamiento. Sin embargo, puede aprender algo al observar a los niños ya que, así como el cuerpo físico recorre en la vida prenatal las etapas de la evolución humana, el cuerpo mental también atraviesa rápidamente los grados de su desarrollo pasado.

Si se observa detenidamente a un niño, se puede ver que las sensaciones —la respuesta a estímulos a través de sensaciones de placer o dolor, generalmente de dolor en los primeros momentos— preceden a cualquier señal de inteligencia. Antes de nacer, el niño fue sostenido por las fuerzas vitales que fluyen a través del cuerpo de la madre. Al entrar en una existencia independiente, estas fuerzas se debilitan. La vida comienza a disminuir y ya no se renueva; esta disminución genera necesidad, y esa necesidad se siente como dolor. Cuando esta necesidad se satisface, el niño experimenta placer y vuelve a un estado de inconsciencia. Con el tiempo, la vista y los sonidos empiezan a generar sensaciones, pero aún no hay señales de inteligencia.

La primera señal de inteligencia aparece cuando el niño asocia la presencia o la voz de la madre con la satisfacción de la necesidad recurrente, específicamente con el placer que proporciona el alimento. El enlace entre un objeto externo y la sensación que provoca es el primer indicio de inteligencia, y técnicamente, el primer pensamiento, conocido como percepción. La esencia de esto es el establecimiento de una relación entre la conciencia (el Jivatma) y un objeto externo, y dondequiera que se establezca esta relación, el pensamiento existe.

Este hecho sencillo puede servir como ejemplo general del principio del pensamiento en un Yo separado. En este tipo de Yo, las sensaciones preceden a los pensamientos; el Yo responde con un sentimiento cuando recibe una impresión. La intensa sensación de necesidad, causada por la disminución de la energía vital, por sí misma no despierta el pensamiento; sin embargo, cuando esta necesidad se satisface con el contacto de la leche, surge una impresión definida que es seguida por una sensación de placer.

Con el tiempo, al repetirse esta experiencia, el Yo comienza a dirigir su atención hacia el exterior, de manera vaga e incierta. La energía vital fluye hacia el cuerpo mental, vivificándolo y permitiendo que refleje, aunque sea débilmente al principio, el objeto que provocó la sensación. Esta modificación en el cuerpo mental, repetida muchas veces, estimula al Yo en su aspecto de Conocedor y lo hace vibrar en correspondencia. El Yo ha experimentado necesidad, contacto y placer, y con el contacto surge una imagen que afecta tanto a la vista como a los labios; dos impresiones sensoriales se combinan.

La naturaleza inherente del Yo vincula estos tres elementos —la necesidad, la imagen del contacto y el placer— y este enlace es el pensamiento. Sin esta respuesta, no hay pensamiento; es el Yo quien percibe, no ningún aspecto inferior. Esta percepción específica particulariza el deseo, que deja de ser un anhelo vago por algo indefinido y se convierte en un deseo concreto por algo específico: la leche.

A medida que la percepción evoluciona, el Conocedor asocia tres elementos: la necesidad, la imagen del objeto (como la madre) y el placer que sigue al contacto. En una etapa temprana, es común que la simple vista de la madre despierte la necesidad, incluso cuando el niño no tiene hambre. El Conocedor asocia erróneamente la imagen de la madre con la necesidad. Sin embargo, esta asociación incorrecta se rompe con el tiempo, y el niño comienza a ver a la madre como la causa del placer en lugar de como un objeto que satisface la necesidad. El deseo por la madre se establece de esta manera y se convierte en un nuevo estímulo para el pensamiento.

RELACIÓN ENTRE SENSACIÓN Y PENSAMIENTO

En muchos libros de psicología, tanto orientales como occidentales, se afirma claramente que todo pensamiento tiene su raíz en la sensación. Hasta que no se acumulan un gran número de sensaciones, el pensamiento no puede surgir. "La mente, tal cual la conocemos, puede resolverse en estados de conciencia de variable duración, intensidad, complejidad, etc., fundándose todo, en último término, en la sensación".

Algunos escritores van más allá, declarando que no solo las sensaciones son el material con el que se construyen los pensamientos, sino que los pensamientos son producidos exclusivamente por las sensaciones, negando así la existencia de un Pensador y un Conocedor. Otros, en el extremo opuesto, consideran que el pensamiento es un resultado de la actividad interna del pensador, quien utiliza las sensaciones como materiales sobre los cuales aplica su capacidad inherente. Sin embargo, no consideran las sensaciones como una condición necesaria para su actividad.

Ambas posturas, que consideran el pensamiento como un mero producto de las sensaciones, o como exclusivamente resultado de la actividad del conocedor, son parcialmente verdaderas. La verdad completa se encuentra entre ambas. Si bien es necesario que las sensaciones actúen desde fuera para despertar al Conocedor, y aunque el primer pensamiento se produce a partir de impulsos sensoriales, las sensaciones por sí solas no bastan. Sin una capacidad inherente del Yo para vincular esas sensaciones y organizar relaciones entre ellas y el mundo externo, no podría surgir ningún pensamiento.

El Pensador es el padre, el Sentimiento es la madre, y el Pensamiento es el hijo. Si bien las sensaciones son los principios del pensamiento y estas son causadas por estímulos externos, es crucial que el Conocedor observe con exactitud las sensaciones cuando estas surgen en el Yo consciente. La primera función del conocedor es observar. Si no hubiera nada que observar, el Conocedor permanecería dormido. Sin embargo, cuando se presenta un objeto, el Conocedor percibe el impacto de este y comienza a observar.

La precisión en la capacidad de observar es clave para formar pensamientos precisos. Si el Conocedor observa incorrectamente o establece relaciones equivocadas entre el objeto que causó la sensación y él mismo como observador, se cometerán errores que afectarán todos los pensamientos subsecuentes. Solo al revisar desde el principio puede corregirse este error.

Veamos cómo funcionan la sensación y la percepción en un caso concreto. Supongamos que siento un choque en la mano: este contacto produce una sensación. El reconocimiento de lo que causó la sensación es un pensamiento. Sentir un contacto es una sensación pura, pero cuando se vincula esa sensación con el objeto que la provocó, se genera un pensamiento. Esta percepción implica que el Conocedor establece una relación entre él mismo y el objeto que produjo la sensación.

Además, a menudo experimentamos otras sensaciones simultáneas, como color, suavidad, calor o textura. Estas también son transmitidas al Conocedor, quien, con la ayuda de la memoria (que compara impresiones pasadas con la imagen del objeto actual), decide sobre la naturaleza del objeto que tocó la mano. Aquí es donde la percepción de las cosas que nos causan sensaciones se convierte en el principio del pensamiento. En términos metafísicos, se podría decir que la percepción del No-Yo es el comienzo de la cognición.

El sentimiento por sí solo no puede generar una conciencia del No-Yo. Solo crearía una conciencia interna de placer o dolor, una sensación interna de expansión o contracción. La evolución humana sería imposible si solo pudiéramos sentir; es solo cuando reconocemos los objetos como causas de nuestras sensaciones que comenzamos nuestra verdadera educación humana. El establecimiento de una relación consciente entre el Yo y el No-Yo es fundamental para toda la evolución futura, y esta evolución consiste en que esas relaciones se vuelvan cada vez más numerosas, complejas y precisas.

El Conocedor inicia su desarrollo externo cuando la conciencia, que siente placer o dolor, dirige su atención hacia el mundo externo y dice: "Este objeto me causa placer; aquel otro me causa dolor". Es necesario experimentar una gran cantidad de sensaciones antes de que el Yo pueda responder completamente al entorno externo. Al principio, el Yo tantea torpemente en busca de placer, movido por el deseo de repetir una experiencia placentera. Esto es un buen ejemplo de cómo el sentimiento y el pensamiento están siempre entrelazados. El deseo de repetir una experiencia placentera implica que la imagen del placer permanece en la conciencia, aunque sea débilmente, y esto es memoria, que pertenece al ámbito del pensamiento.

Durante mucho tiempo, el Yo divaga de una experiencia a otra, chocando con el No-Yo de manera accidental, sin tener una dirección clara. Solo después de mucho tiempo y experiencia, el Conocedor puede establecer relaciones claras entre el Yo y el No-Yo, dando inicio a la percepción y al pensamiento consciente.

NATURALEZA DE LA MEMORIA

Cuando se establece una relación entre el placer y un objeto determinado, surge el deseo definido de obtener de nuevo ese objeto y repetir el placer. El cuerpo mental, al estar estimulado, rápidamente repite la imagen del objeto. Esto se debe a una ley general según la cual la energía fluye en la dirección de la menor resistencia, lo que significa que la materia del cuerpo mental tiende a moldearse fácilmente en una forma que ya ha tomado con frecuencia. Esta tendencia a repetir vibraciones anteriores, cuando la energía actúa sobre ellas, es una manifestación de Tamas, la inercia de la materia, y es el germen de la Memoria.

Las moléculas de la materia que se agrupan para formar una imagen se separan lentamente cuando otras energías actúan sobre ellas, pero retienen durante un tiempo considerable la tendencia a volver a su relación anterior. Si reciben un impulso adecuado, estas moléculas vuelven inmediatamente a asumir su disposición previa. Además, cuando el Conocedor ha vibrado de una manera particular, esa capacidad de vibración permanece en él. En el caso de un objeto que genera placer, el deseo por ese objeto activa ese poder de vibración, lo que genera un estímulo en el cuerpo mental.

La imagen así creada es reconocida por el Conocedor, y la atracción del placer lo lleva a reproducir también la imagen de ese placer. El objeto y el placer se relacionan a través de la experiencia, y cuando las vibraciones que forman la imagen se repiten, también se repiten las vibraciones del placer. Así, el placer puede ser revivido en ausencia del objeto. Esto es la memoria en su forma más básica: una vibración generada por el Conocedor que reproduce las mismas sensaciones que originalmente causaron el placer.

Estas imágenes son menos vívidas y menos intensas para el Conocedor parcialmente desarrollado, ya que las vibraciones físicas que acompañan al contacto con un objeto externo suelen tener más energía. Sin embargo, en su esencia, las vibraciones de la memoria son vibraciones mentales de objetos que el Conocedor ha experimentado anteriormente.

Estas imágenes mentales pueden repetirse y refinarse en materia cada vez más sutil, sin necesidad de que intervenga un Conocedor separado. Estas imágenes forman parte de lo que se conoce, en Oriente, como la memoria de Ishvara, el Ser Cósmico. Estas imágenes de imágenes pueden ser alcanzadas por cualquier Conocedor separado en la medida en que haya desarrollado dentro de sí el "poder de vibración" mencionado anteriormente. Similar al proceso de la telegrafía sin hilos, una serie de vibraciones que constituyen un mensaje pueden ser captadas por un receptor adecuado, uno que sea capaz de reproducir esas vibraciones. La memoria de Ishvara, como Ser Cósmico, se refiere al concepto de un registro universal que abarca todas las experiencias, acciones, pensamientos y eventos ocurridos en el cosmos, almacenados en la conciencia de Ishvara, quien es considerado el principio divino que sostiene y dirige el universo. Esta memoria se asocia con una perspectiva superior de la realidad, en la que todo está conectado y tiene un propósito dentro del plan cósmico.

De la misma manera, una vibración latente en un Conocedor puede ser activada por una vibración similar proveniente de estas imágenes cósmicas. En el plano akáshico, estas imágenes forman los llamados anales akáshicos, que se mencionan a menudo en la literatura teosófica, y perduran mientras exista la vida del sistema.

El término akáshico proviene de la palabra sánscrita "akasha", que significa "éter" o "espacio" y, en un sentido más amplio, se refiere a la sustancia primordial o el campo energético que subyace a toda existencia manifestada. En este contexto, akáshico se refiere a lo relacionado con el plano akáshico, un nivel de realidad sutil que actúa como un registro universal de todas las experiencias, pensamientos, emociones y eventos ocurridos en el tiempo y el espacio.

MEMORIA Y ANTICIPACIÓN

El conjunto de las tres cualidades (gunas) – Sattva (luz, verdad, estabilidad, placer), Rajas (pasión, deseo, dolor) y Tamas (ignorancia, oscuridad, inercia) – forma el Universo manifestado o la existencia condicionada. Estas cualidades, mencionadas en la Bhagavad Gita, son esenciales para comprender la naturaleza del pensamiento y sus manifestaciones. Además, conceptos como Ishvara, el Espíritu Divino que mora en el ser humano, y el Akasha, la sustancia primordial de la cual surge el cosmos, son fundamentales para entender cómo se registran y se mantienen los pensamientos y actos en los llamados anales akáshicos.

Volviendo al tema del Conocedor no desarrollado: cuando la memoria comienza a funcionar, la anticipación le sigue rápidamente, ya que la anticipación no es más que la memoria proyectada hacia el futuro. Cuando la memoria revive el placer experimentado en el pasado, el deseo busca obtener nuevamente el objeto que produjo dicho placer. Al pensar en la posibilidad de disfrutar de ese objeto nuevamente en el futuro, se genera la anticipación.

El Conocedor fija su atención en la imagen del objeto y en la imagen del placer, y las relaciona entre sí. Si a esta contemplación se le añade el elemento del tiempo, distinguimos dos procesos: la contemplación junto con la idea del pasado es memoria, mientras que la contemplación junto con la idea del futuro es anticipación.

A medida que estudiamos estas imágenes y procesos, comprendemos mejor el aforismo de Patanjali en el que se afirma que, para la práctica del Yoga, el hombre debe suspender las modificaciones del principio pensante. Desde el punto de vista de la ciencia oculta, cada contacto con el No-Yo modifica el cuerpo mental. Parte de la materia de este cuerpo se organiza en una imagen del objeto externo. Cuando el Conocedor establece relaciones entre estas imágenes, el proceso se convierte en pensamiento, visto desde el lado de la forma. Simultáneamente, hay vibraciones en el Conocedor mismo, que constituyen el pensamiento desde el lado de la vida.

Es importante recordar que la función especial del Conocedor es establecer estas relaciones. Lo que el Conocedor añade a las imágenes convierte dichas imágenes en pensamientos. Estas imágenes en el cuerpo mental son similares a las impresiones que las ondas etéreas (fuera del espectro visible de la luz) dejan en una placa fotográfica, donde las sales de plata se reorganizan para formar una imagen del objeto expuesto.

De manera similar, en el cuerpo mental, los materiales se reorganizan como una imagen de los objetos con los que el Conocedor ha tenido contacto. El Conocedor percibe estas imágenes a través de sus propias vibraciones respondientes, las estudia y, con el tiempo, comienza a reorganizarlas y modificarlas por medio de las vibraciones que emite. Según la ley de que la energía sigue la línea de menor resistencia, estas imágenes se reforman repetidamente, y mientras el Conocedor se limite a esta simple reproducción, con la adición del elemento del tiempo, tendremos memoria y anticipación.

El pensamiento concreto no es más que una repetición de las experiencias diarias en un plano más sutil, con la diferencia de que el Conocedor puede detener el flujo de esas experiencias, modificar su secuencia, acelerarlas o ralentizarlas según su voluntad. Puede detenerse en una imagen, meditar sobre ella y extraer nuevos significados que no percibió en el momento de la experiencia original, cuando estaba sujeto al movimiento constante del tiempo.

Dentro de su propio ámbito, el Conocedor puede controlar el tiempo en relación con su medida, de manera similar a cómo Ishvara, el Logos, maneja el tiempo en sus mundos. Sin embargo, el Conocedor no puede escapar por completo de la esencia del tiempo hasta que alcance la conciencia de Ishvara, liberándose de los lazos de la materia del mundo.

RECEPTIVIDAD DEL YO PARA EL NO-YO

El primer requisito para un pensamiento competente es una observación atenta y precisa. El Yo, como Conocedor, debe observar al No-Yo (el mundo externo) con exactitud y atención, para que este se convierta en lo conocido y se fusione en el Yo. El segundo requisito es la receptividad y tenacidad del cuerpo mental, es decir, la capacidad de recibir rápidamente las impresiones y retenerlas una vez que han sido captadas. La rapidez de la evolución del Conocedor, así como la celeridad con la que sus potencias latentes se convierten en poderes activos, depende de la atención del Conocedor y de la receptividad de su cuerpo mental.

Si el Conocedor no ha observado correctamente una imagen de pensamiento, o si el cuerpo mental no está lo suficientemente desarrollado como para captar más que las vibraciones más fuertes del objeto externo, entonces el material para el pensamiento será defectuoso. En este caso, solo se obtendrá un bosquejo general, con detalles borrosos o faltantes. A medida que desarrollamos nuestras facultades y refinamos la materia en el cuerpo mental, nos volvemos capaces de recibir más del mismo objeto externo, encontrando mucho más en él de lo que antes percibíamos.

Imaginemos a dos hombres observando una espléndida puesta de sol. El primero es un campesino, que solo ha mirado al cielo para saber si va a llover o hacer sol, y su única preocupación es cómo afectará esto a sus cosechas. El segundo es un pintor con un amor profundo por la belleza, educado para disfrutar cada matiz y tono de color. Ambos están expuestos a las mismas vibraciones de la puesta de sol, pero sus experiencias son completamente diferentes.

El campesino observa los colores en el cielo y percibe que hay mucho rojo, lo que podría indicar buen tiempo para el día siguiente, y concluye que esto será bueno o malo para su cosecha. Esa podría ser toda su interpretación. Por otro lado, el pintor, cuyos cuerpos físico, astral y mental son más sensibles y refinados, percibe millones de vibraciones sutiles que el campesino no capta. Él disfruta los delicados tonos de color, las transiciones entre matices, el azul, el rosa, el verde mar pálido con reflejos dorados y franjas de púrpura. Esta experiencia despierta en él emociones profundas, amor, admiración, reverencia, y le trae ideas inspiradoras.

La diferencia entre ambas experiencias no se debe a la puesta de sol misma, sino a la receptividad interna de cada persona. No depende del No-Yo, sino del Yo y de sus envolturas. Cuanto más desarrollada esté la capacidad del Yo para responder a las vibraciones del No-Yo, más riqueza fluirá hacia él.

Este ejemplo ilustra el significado de la evolución del Conocedor. Alrededor de nosotros puede haber un universo lleno de belleza, con ondas actuando sobre nosotros desde todos lados, pero es posible que no lo percibamos si no tenemos la capacidad interna para recibirlo. Todo lo que está en la mente de Ishvara, el Logos de nuestro sistema, está actuando sobre nosotros y nuestros cuerpos en este momento. Lo que podemos recibir de ello depende de nuestro grado de evolución. Para nuestro desarrollo, lo que se necesita no es un cambio en el exterior, sino un cambio interno. Todo ya nos ha sido dado, pero debemos desarrollar la capacidad para recibirlo.


EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO
LA OBSERVACIÓN Y SU VALOR

A partir de lo que ya se ha expuesto, es fácil entender que la observación exacta es un elemento esencial para pensar con claridad. El trabajo comienza en el plano físico, donde nuestros cuerpos entran en contacto con el No-Yo (el mundo externo). La evolución avanza desde el plano inferior al superior, y en el inferior es donde primero tocamos el mundo externo. Las vibraciones del exterior se transmiten hacia arriba (o hacia adentro), despertando los poderes internos.

Por lo tanto, la observación exacta es una facultad que debe ser cultivada de manera consciente. La mayoría de las personas pasa por el mundo con los ojos medio cerrados. Puedes comprobar esto por ti mismo haciéndote preguntas sobre lo que has observado al caminar por una calle. ¿Qué has observado? Muchas personas no recuerdan casi nada, no han formado imágenes claras de lo que han visto. Otras, tal vez, hayan notado unas pocas cosas, y unas cuantas habrán observado muchas.

Se cuenta que el padre de Houdin educó a su hijo en la observación del contenido de las tiendas mientras caminaban por las calles de Londres, hasta que el niño pudo describir todo lo que contenía una tienda con solo una rápida mirada. El niño normal y el salvaje son buenos observadores, y su capacidad para observar determina su inteligencia. La costumbre de observar de manera clara y rápida está relacionada con la claridad de pensamiento. Aquellos que piensan de manera confusa, por lo general, observan con menos precisión, excepto cuando su inteligencia está muy desarrollada y enfocada en su interior.

Sin embargo, la respuesta a la pregunta sobre la observación puede ser: "Estaba pensando en otra cosa y por eso no observé". Esta respuesta es válida si la persona estaba pensando en algo más importante que en educar su cuerpo mental o su capacidad de atención mediante la observación cuidadosa. Pero si estaba solo soñando despierta y sus pensamientos divagaban sin rumbo, entonces ha desperdiciado su tiempo mucho más que si hubiera dirigido su energía hacia el exterior. Esta distinción es importante: los que están profundamente absortos en sus pensamientos no observarán los objetos externos porque su atención está fija en lo interior, no en lo exterior. Los altamente desarrollados y aquellos que lo están parcialmente necesitan diferentes formas de educación.

Sin embargo, ¿cuántos de los que no observan están realmente profundamente inmersos en sus pensamientos? En la mayoría de las personas, lo que pasa por su mente es un vago mirar cualquier imagen de pensamiento que pueda surgir, como quien contempla el contenido de un joyero sin un propósito definido. Esto no es pensar. Pensar significa, como hemos visto, establecer relaciones y añadir algo nuevo a lo que ya está presente. Cuando se piensa, la atención del Conocedor se dirige deliberadamente a las imágenes de pensamiento y trabaja activamente con ellas.

Por tanto, el hábito de la observación es una parte crucial de la educación de la mente. Quienes lo practiquen encontrarán que su mente se aclara, aumenta en poder y se vuelve más manejable, lo que les permite dirigirla a un objetivo concreto con más facilidad. Una vez establecido este poder de observación, el cuerpo mental registra automáticamente las imágenes, las cuales pueden utilizarse después, si es necesario, sin requerir la atención consciente del individuo.

Un ejemplo personal que puede parecer trivial, pero significativo, ilustra esto. En una ocasión, surgió una discusión sobre el número de la locomotora de un tren en el que habíamos viajado. El número apareció instantáneamente en mi mente. Sin que yo fuera consciente de ello, mi mente había observado y registrado el número al entrar el tren en la estación, y cuando necesitaba recordar ese dato, la imagen mental del tren con el número en el frente se presentó claramente.

Esta facultad es muy útil porque significa que, aunque no prestemos atención consciente a los detalles a nuestro alrededor, el cuerpo mental puede registrar esos detalles y recordarlos cuando sea necesario. Este tipo de actividad automática del cuerpo mental ocurre en todos nosotros más de lo que pensamos. Por ejemplo, en hipnosis, una persona puede recordar pequeños detalles que ocurrieron sin que su conciencia los notara. Estas impresiones llegan al cuerpo mental a través del cerebro y se imprimen tanto en el cuerpo mental como en el cerebro físico.

En estado hipnótico, en el delirio o en sueños, cuando la conciencia  no está presente, el cerebro puede liberar estas impresiones, que normalmente están dominadas por impresiones más fuertes que la conciencia misma capta. Sin embargo, si la mente se educa para observar y registrar, la conciencia podrá recuperar esas impresiones cuando lo desee. Así, si dos personas caminan por una calle, una educada en la observación y la otra no, ambas pueden recibir un número de impresiones inconscientemente. Después, la persona entrenada en la observación podrá recordar esas impresiones, mientras que la otra no.

Dado que este poder depende del pensar con claridad, aquellos que deseen cultivar y dominar el poder del pensamiento harían bien en no descuidar el desarrollo del hábito de observación, y evitar el placer pasajero de dejar que su mente vague al azar.

LA EVOLUCIÓN DE LAS FACULTADES MENTALES

A medida que se acumulan imágenes mentales, el trabajo del Conocedor se vuelve más complejo, y su actividad en torno a estas imágenes despierta uno tras otro los poderes inherentes a su naturaleza divina. El Conocedor ya no acepta el mundo externo solo en su relación directa con él mismo, como fuente de placer o dolor, sino que comienza a ordenar las imágenes, estudiarlas desde distintos ángulos y reconsiderarlas. Asimismo, empieza a coordinar sus propias observaciones, observando el orden de sucesión de las imágenes.

Cuando una imagen sigue consistentemente a otra, el Conocedor empieza a esperar que una segunda imagen aparezca cada vez que la primera se presenta. Este es el primer paso hacia el razonamiento, pues empieza a deducir que cuando A aparece, B también aparecerá. Esta previsión, que se confirma constantemente, le lleva a asociar las imágenes como "causa" y "efecto". Sin embargo, muchos de sus primeros errores provienen de establecer estas relaciones de manera precipitada.

Además, el Conocedor empieza a comparar las imágenes colocándolas una al lado de la otra, observando sus semejanzas o diferencias. Desarrolla la facultad de comparación y elige qué imágenes prefiere por el placer que le proporcionan. Esto lo lleva a mover su cuerpo en el mundo externo para buscar esas imágenes, desarrollando así su juicio mediante estas elecciones y sus consecuencias. A través de este proceso, desarrolla un sentido de proporciones, agrupando los objetos según su semejanza o separándolos según sus diferencias. Aunque en esta etapa es propenso a errores, especialmente debido a semejanzas superficiales, posteriormente corrige estos errores mediante nuevas observaciones.

De este modo, el proceso mental se va refinando y surgen una tras otra las facultades de observación, distinción, razonamiento, comparación y juicio. Estas facultades se desarrollan con la práctica y el ejercicio constante. Así, el Yo como Conocedor crece en su capacidad de pensamiento mediante la acción y reacción constante entre el Yo y el No-Yo.

Para acelerar la evolución de estas facultades, debemos ejercitarlas de manera deliberada y consciente, usando las circunstancias cotidianas como oportunidades para su desarrollo. De la misma manera que el poder de observación puede educarse en la vida diaria, también podemos acostumbrarnos a buscar semejanzas y diferencias en los objetos que nos rodean. Podemos sacar conclusiones y verificarlas a través de los sucesos; podemos comparar y juzgar, todo ello de manera consciente y con un propósito definido.

El poder del pensamiento crece rápidamente cuando se ejercita de esta manera, convirtiéndose en una habilidad que se utiliza de forma constante y que se siente como una posesión concreta.

LA MEMORIA

Para comprender claramente las causas de la "mala memoria", es necesario examinar el proceso mental que genera lo que llamamos memoria. Aunque muchos libros de psicología hablan de la memoria como una facultad mental, en realidad no existe una facultad específica con este nombre. La persistencia de una imagen mental no se debe a una facultad especial, sino que es una cualidad general de la mente. Una mente débil carece de persistencia, al igual que en otras áreas, y pierde fácilmente las formas que ha adoptado, como una sustancia demasiado fluida que no retiene la forma de su molde.

Cuando el cuerpo mental está poco organizado, como una masa de materia mental dispersa y poco coherente, la memoria será ciertamente débil. Pero esta debilidad no es exclusiva de la memoria; es una debilidad general de toda la mente y se debe a su bajo nivel de evolución. A medida que el cuerpo mental se organiza y comienzan a operar en él los poderes de Siva, a veces todavía se observa lo que llamamos "mala memoria". Sin embargo, si analizamos esta "mala memoria", veremos que no es deficiente en todos los aspectos. Hay cosas que se recuerdan bien, aquellas que atraen fuertemente la mente, mientras que otras se olvidan fácilmente.

Por ejemplo, conocí a una mujer que se quejaba de mala memoria para los estudios, pero observé que recordaba con precisión los detalles de un vestido que admiraba. A su cuerpo mental no le faltaba capacidad de retención, simplemente recordaba bien lo que le interesaba. En esto se encuentra la clave de la "mala memoria": se debe a la falta de atención, a una observación imprecisa y, por lo tanto, a un pensamiento confuso. El pensamiento confuso es el resultado de una observación descuidada, mientras que el pensamiento claro proviene de una atención concentrada y una observación exacta.

Recordamos bien aquello que nos interesa, pero olvidamos lo que no capta nuestra atención. Entonces, ¿cómo se puede mejorar una "mala memoria"? Primero, hay que identificar las áreas en las que la memoria es débil y aquellas en las que es buena, para calcular la calidad general de la retentiva. Luego, debemos evaluar si las cosas que no recordamos son importantes. Si descubrimos que no nos interesan, pero reconocemos que deberían interesarnos, debemos decirnos: "Voy a prestarles atención, a observarlas cuidadosamente y a pensar en ellas de manera detenida". Al hacerlo, nuestra memoria mejorará.

La memoria depende de la atención, de la observación precisa y del pensamiento claro. Un objeto que nos atrae naturalmente facilita la concentración, pero si no está presente, podemos usar la voluntad para sustituirlo. Como en cualquier habilidad, un ejercicio diario pequeño es más efectivo que un gran esfuerzo ocasional seguido de un periodo de inactividad.

Un buen ejercicio para mejorar la memoria consiste en observar un objeto con cuidado, imaginándolo en la mente con todos sus detalles y manteniéndolo en la mente durante un breve período. Al día siguiente, se debe evocar la imagen y compararla con el objeto original, notando las inexactitudes. Si dedicamos cinco minutos diarios a este ejercicio, observando y evocando imágenes mentales, nuestra memoria mejorará rápidamente. En realidad, estaremos mejorando también nuestras facultades de observación, atención, imaginación y concentración. En resumen, estaremos organizando el cuerpo mental y haciéndolo más eficiente.

Ninguna persona puede llevar a cabo este tipo de ejercicio sin que tenga un efecto positivo. Pronto sentirá que sus facultades mentales han mejorado y que están más bajo el control de su voluntad. Los métodos artificiales para mejorar la memoria, como asociar información con imágenes atractivas o con rimas, pueden ayudar a personas con facilidad para visualizar o escuchar, pero es mucho mejor utilizar el método racional descrito aquí. Este método organiza y estructura el cuerpo mental, haciéndolo más coherente y eficiente.

LA EDUCACIÓN DE LA MENTE

Educar la mente en cualquier aspecto ayuda a organizar el cuerpo mental y a desarrollar algunos de los poderes del Conocedor. Una facultad mejorada puede dirigirse hacia cualquier objetivo y ser útil en múltiples aspectos. Una mente educada se puede aplicar de formas que serían imposibles para una mente no educada, y ahí radica la utilidad de la educación. Sin embargo, no debe confundirse la educación con simplemente acumular hechos; la verdadera educación consiste en desarrollar las capacidades de la mente. La mente no crece al llenarse con los pensamientos de otros, sino al ejercitar sus propios poderes.

Se dice que los grandes Maestros que guían a la humanidad conocen todo lo que existe en el sistema solar. Esto no significa que todos los hechos del universo estén siempre presentes en su conciencia, sino que han desarrollado de tal manera su capacidad de conocimiento que, cuando fijan su atención en algo, lo comprenden inmediatamente. Esto es mucho más valioso que llenar la mente con hechos, ya que equivale a ser capaz de ver un objeto directamente, en lugar de ser ciego y depender de las descripciones de los demás.

La evolución de la mente no se mide por la cantidad de imágenes que contiene, sino por el desarrollo de su capacidad de conocimiento, es decir, el poder de reproducir en la mente todo lo que se le presenta. Este poder es útil en cualquier universo, no solo en el nuestro, y una vez que lo desarrollamos, se convierte en una herramienta que podemos utilizar dondequiera que estemos.

LA ASOCIACIÓN CON SUPERIORES

El proceso de educar la mente puede acelerarse cuando nos asociamos con personas que están más desarrolladas que nosotros. Un pensador más avanzado puede ayudarnos porque emite vibraciones de un orden superior al que nosotros podemos crear. Al igual que un pedazo de hierro se calienta cuando está cerca del fuego, nosotros podemos responder a las vibraciones de un pensador potente y entrar en sintonía con él.

Cuando estamos cerca de un pensador poderoso, sus vibraciones afectan nuestro cuerpo mental, despertando vibraciones similares en nosotros. Durante ese tiempo, sentimos que nuestra capacidad mental aumenta y que podemos comprender conceptos que normalmente se nos escaparían. Sin embargo, cuando estamos solos nuevamente, estos conceptos a menudo se vuelven borrosos y confusos. Es común que alguien escuche una conferencia, siga el hilo del discurso con claridad y luego, al intentar explicárselo a otra persona, se dé cuenta de que no puede reproducir los conceptos que parecían tan claros en su mente.

Esta sensación de "saber" pero no poder expresar lo aprendido proviene de las vibraciones que el cuerpo mental experimentó durante el discurso. En ese momento, las vibraciones externas moldearon las formas mentales, pero estas no nacieron desde el interior. La dificultad para reproducirlas indica que el Conocedor necesita ser expuesto repetidamente a esas vibraciones superiores para poder generar esas formas por sí mismo.

El Conocedor debe vibrar en este nivel superior varias veces antes de poder reproducir esas vibraciones de forma voluntaria. Aunque el poder para hacerlo ya existe dentro de él, está en estado latente y debe ser despertado por el contacto con un poder similar que ya esté activo. Así, una de las utilidades de asociarse con personas más avanzadas es que podemos aprovechar su influencia y desarrollar nuestras capacidades bajo su estímulo.

Un Maestro auténtico ayuda a sus discípulos más por su presencia que por las palabras que pronuncia. El contacto personal directo es el medio más efectivo para recibir esta influencia. Sin embargo, en ausencia de un Maestro o de una asociación directa, mucho también puede lograrse a través de los libros. Al leer una obra de un gran pensador, debemos intentar colocarnos en un estado receptivo, para captar el mayor número posible de sus vibraciones mentales.

Una vez que hayamos percibido esas vibraciones, debemos esforzarnos por captar los pensamientos que subyacen a sus palabras y extraer todas las relaciones ocultas que expresan. Nuestra atención debe estar tan concentrada que podamos penetrar en la mente del escritor a través del velo de sus palabras. Este tipo de lectura actúa como un estímulo para nuestra evolución mental.

Aunque una lectura menos profunda puede proporcionar un pasatiempo agradable, aumentar nuestro conocimiento de hechos útiles y hacernos más capaces en ciertas áreas, la lectura profunda descrita aquí acelera nuestra evolución y no debe ser descuidada por aquellos que buscan desarrollarse para poder servir.


CONCENTRACIÓN

Pocas cosas resultan tan difíciles para alguien que comienza a educar su mente como la concentración. En las primeras etapas de la actividad mental, el progreso depende de los rápidos movimientos de la mente, su agilidad y su disposición para recibir continuamente estímulos sensoriales, dirigiendo la atención de un objeto a otro. Durante esta etapa, la versatilidad es una cualidad valiosa, y la constante dirección de la atención hacia el exterior es esencial para el progreso. Mientras la mente está reuniendo material para pensar, su movilidad es una ventaja, y a lo largo de muchas vidas, la mente se desarrolla a través de esta movilidad, que aumenta con la práctica.

Sin embargo, cuando llega el momento de interrumpir esta costumbre de dispersarse en todas direcciones y se impone la necesidad de fijar la atención en un solo punto, esto causa un sacudimiento en la mente. La mente, acostumbrada a su libertad, reacciona como un caballo sin domar al que se le pone un freno por primera vez.

Hemos visto que el cuerpo mental se adapta a las imágenes de los objetos a los que dirige la atención. Patanjali habla de la interrupción de las modificaciones del principio pensante, es decir, de las constantes reproducciones del mundo externo. Detener estas modificaciones del cuerpo mental y mantenerlo enfocado en una sola imagen es lo que llamamos concentración en cuanto a la forma. En lo que respecta al Conocedor, la concentración consiste en dirigir toda su atención con fijeza a una imagen, para reproducirla perfectamente dentro de sí.

En la concentración, la conciencia se fija en una sola imagen; toda la atención del Conocedor se dirige a un solo punto sin fluctuaciones ni distracciones. La mente, que normalmente salta de un objeto a otro, debe ser enfrentada y forzada mediante la voluntad a mantenerse fija en una sola imagen. Cuando la mente permanece así amoldada a una imagen y el Conocedor la contempla fijamente, el conocimiento del objeto que se obtiene es mucho más completo que cualquier descripción verbal.

Nuestra idea de una pintura o un paisaje es mucho más clara cuando los hemos visto que cuando solo leemos o escuchamos una descripción de ellos. Al concentrarnos en una descripción, la imagen se forma en el cuerpo mental, y obtenemos un conocimiento más completo que el que resulta de la simple lectura de palabras. Las palabras son solo símbolos de las cosas, y la concentración en la imagen mental generada por la descripción añade más detalles, acercando más la conciencia al objeto descrito.

En las primeras etapas de la práctica de la concentración, surgen dos dificultades principales. La primera es ignorar las impresiones que constantemente llegan del exterior. Es necesario resistir la tendencia del cuerpo mental a responder a estas impresiones, lo que requiere inicialmente dirigir parte de la atención a esta misma resistencia. Una vez vencida la tendencia a responder, la resistencia misma debe cesar, logrando un equilibrio perfecto en el que no haya ni resistencia ni respuesta a las impresiones externas.

La segunda dificultad es mantener la mente fija en una sola imagen durante el tiempo necesario. La mente no solo debe resistir los estímulos externos, sino que también debe detener su actividad interna, que constantemente baraja sus contenidos, estableciendo relaciones, descubriendo semejanzas o diferencias. Controlar esta actividad interna es aún más difícil que ignorar los estímulos externos, ya que esta actividad es parte de la vida íntima de la mente.

Al intentar aquietar la mente, se produce un progreso en la conciencia. Pronto nos damos cuenta de que quien controla la mente y la mente no son lo mismo. Nos identificamos con el que gobierna, no con lo gobernado. Al decir "Yo aquieto mi mente", sentimos que la mente es una propiedad del "Yo", algo que le pertenece. Esta distinción entre el "Yo" y la mente crece inconscientemente, y el practicante comienza a experimentar una conciencia de dualidad, una sensación de que hay algo que controla y algo que es controlado.

A medida que la mente concreta inferior se aparta, el "Yo" se siente como un poder más grande, una visión más clara, y surge la percepción de que este "Yo" no depende ni del cuerpo ni de la mente. Este es el primer amanecer de la conciencia de la verdadera naturaleza inmortal, y el horizonte de la conciencia se expande, no hacia afuera, sino hacia adentro, en una profundidad sin límites.

Desarrolla entonces el poder de conocer la verdad a primera vista, un poder que solo se manifiesta cuando se trasciende la mente y su lento proceso de razonamiento. El "Yo" es una expresión del Yo Superior, cuya naturaleza es el conocimiento. Cuando entra en contacto con la verdad, reconoce la armonía en sus vibraciones, mientras que lo falso produce disonancia, revelándose como tal en el mismo contacto.

A medida que la mente inferior asume un papel más subordinado, estos poderes del Ego afirman su predominio, y la intuición, que puede compararse con la visión directa en el plano físico, sustituye al razonamiento, que sería como el sentido del tacto en el plano físico. Una vez que la mente ha sido entrenada en la concentración y puede sostener su agudeza durante un período breve, el siguiente paso es abandonar el objeto y mantener la mente en una actitud de atención fija, sin dirigir la atención a ningún objeto en particular.

En este estado, el cuerpo mental no contiene ninguna imagen; está en un estado de calma perfecta, como un lago sin olas. Entonces, el Ego puede moldear el cuerpo mental con sus pensamientos más elevados, penetrándolo con sus vibraciones más sutiles. El Ego puede darle forma según las elevadas visiones de planos superiores, proporcionando ideas a las que el cuerpo mental no habría podido responder de otra manera. Estas son las inspiraciones del genio, esos destellos que iluminan la mente y que permiten al ser humano comunicar al mundo ideas deslumbrantes, aunque él mismo apenas pueda explicar cómo le llegaron.

El Ego, en este contexto, no es el "Yo" absoluto, sino su expresión individualizada y activa en el plano mental. Actúa como puente entre el Yo Superior y los niveles más densos de la existencia, transmitiendo ideas, intuiciones y verdades desde planos superiores. Es una manifestación elevada y positiva del "Yo", especialmente cuando la mente concreta se subordina y permite que estas influencias superiores fluyan libremente. Por lo tanto, aunque están relacionados, el Ego es el "Yo" en acción dentro del individuo, mientras que el "Yo" es la esencia eterna y trascendente que lo origina.

LA CONCIENCIA ESTÁ DONDE QUIERA QUE HAY UN OBJETO AL CUAL RESPONDE

En el mundo de las formas, un objeto ocupa un espacio definido y no puede estar en otro lugar simultáneamente. Está en un punto específico, y su proximidad o distancia a otros objetos depende de las relaciones espaciales entre ellos. Si un objeto se mueve de un lugar a otro, debe cruzar el espacio que los separa, lo cual puede ser rápido o lento, pero siempre implica un desplazamiento en el tiempo.

En cambio, para la conciencia, el espacio no existe. La conciencia no se mueve de un sitio a otro; cambia de estado, no de lugar. Lo que determina su conocimiento es su capacidad para responder a las vibraciones de los objetos externos, es decir, su receptividad. Cuanto mayor es su poder de respuesta, mayor es su horizonte de conocimiento. No se trata de viajar o de cruzar distancias, sino de expandir la receptividad.

El espacio pertenece a las formas, que se afectan mutuamente en función de su proximidad, mientras que la conciencia no está limitada por estas reglas. Aquellos que practican la concentración con éxito descubren que el espacio no limita la conciencia. Un verdadero adepto puede adquirir conocimiento de cualquier objeto, sin importar la distancia, concentrándose en él. No es que su visión actúe como un telescopio, sino que, en el plano interno, el universo entero se presenta como un punto único. Un adepto llega al corazón de la vida y ve todas las cosas dentro de él.

En los Upanishad, se describe que dentro del corazón hay una pequeña cámara que contiene el "éter interno", coextensivo con el espacio. Este éter es el Atma, el Yo inmortal, inaccesible al dolor.

"Dentro del corazón moran el firmamento y el mundo; dentro moran el fuego y el aire, el sol y la luna, los relámpagos y las estrellas, todo lo que está y todo lo que no está en Este (el Universo)." (Chhandogyopanishad, VIII, 1, 3).

Este éter interno del corazón es un antiguo término místico que describe la naturaleza sutil del Yo, que es uno y todo penetrante. Quien se hace consciente en el Yo, es consciente de todos los puntos del universo.

La ciencia moderna afirma que el movimiento de un cuerpo aquí afecta a la estrella más distante porque todos los cuerpos están sumergidos y penetrados por el éter, un medio continuo que transmite las vibraciones sin pérdida de energía. Esto es el aspecto material de la Naturaleza. Es natural, entonces, que la conciencia, el aspecto vital de la Naturaleza, también sea todo penetrante y continua.

Sentimos que estamos "aquí" porque recibimos impresiones de los objetos que nos rodean. Si la conciencia responde a un objeto distante de la misma manera que responde a uno cercano, sentimos que estamos presentes con ese objeto, sin importar la distancia. Para la conciencia, no hay diferencia entre adquirir conocimiento de algo que ocurre en nuestra habitación y de algo que ocurre a gran distancia.

El Conocedor está donde su conciencia puede responder. A medida que este poder de respuesta aumenta, se amplía su esfera de conciencia. Una buena analogía física es la del ojo: solo puede ver aquello que emite vibraciones luminosas dentro de su capacidad de respuesta. Todo lo que esté fuera de su rango es oscuridad.

Una diferencia importante entre el poder de la conciencia para estar presente en cualquier lugar y el "viajar" a planos superiores es que, en el primer caso, el Jiva (el alma individual), esté o no en sus vehículos inferiores, se siente instantáneamente presente ante los objetos distantes. En el segundo caso, cuando el Jiva se desplaza con el cuerpo mental o el astral, lo hace con conciencia de la traslación. En el primer caso, el Jiva comprende inmediatamente lo que ve y conoce la vida y la forma, mientras que en el segundo puede encontrarse en un mundo extraño y confuso, sin entender lo que observa.

El estudio profundo de la conciencia permite que la luz del Yo Uno brille a través de todo. Este conocimiento sereno y directo no podría adquirirse en milenios de exploración de las formas. La concentración es el medio por el cual el Jiva escapa de la esclavitud de las formas y entra en la paz.

"Para él no hay paz sin la concentración" (Bhagavad Gita, II, 66).

La paz reside en un estado más allá de las agitaciones del mundo de las formas, y solo se alcanza a través de la concentración.

MENTES ERRÁTICAS

Una queja común entre quienes comienzan a practicar la concentración es que, al intentar enfocarse, sienten que la mente se vuelve aún más inquieta. Hasta cierto punto, esto es verdad, ya que la ley de acción y reacción se aplica también en este caso. Al imponer la mente a la concentración, se produce una reacción que puede manifestarse como una mayor agitación.

Sin embargo, si examinamos esto más de cerca, nos damos cuenta de que gran parte de esa sensación de aumento de inquietud es ilusoria. El aumento aparente de la inquietud surge principalmente por la oposición que se genera entre el Ego, que busca fijar la mente, y la mente misma, que está habituada a su movilidad natural. Durante una serie larguísima de vidas, el Ego ha sido llevado de un lado a otro por la mente, del mismo modo que una persona es llevada a través del espacio por la rotación de la Tierra, sin ser consciente de su movimiento.

El hombre no percibe que el mundo se mueve porque forma parte de ese movimiento. Si pudiera separarse de la Tierra y detener su propio movimiento, sin desintegrarse, entonces sí se daría cuenta de la velocidad de la Tierra. De manera similar, mientras el hombre cede a todos los movimientos de la mente, no se da cuenta de su actividad incesante. Pero cuando intenta quedarse quieto, cuando la mente cesa de moverse, entonces empieza a notar el constante movimiento mental al que antes obedecía sin cuestionar.

Si el practicante conoce este proceso, no se desanimará ante esta experiencia universal al principio de sus esfuerzos. Más bien, lo verá como un resultado natural y continuará tranquilamente con su tarea. Después de todo, esta experiencia no es nueva. Hace miles de años, Arjuna, el héroe del Bhagavad Gita, expresó la misma frustración:

“Este Yoga que tú has declarado ser ecuanimidad, oh matador de Madhu, no lo veo firmemente establecido debido a la inquietud. Pues la mente es verdaderamente inquieta, impetuosa, fuerte y difícil de dominar. La considero tan difícil de controlar como al viento."

(Bhagavad Gita, VI, 34)

La respuesta de Krishna a esta queja es reveladora, pues señala el único medio para dominar la mente:

Sin duda alguna, oh poderoso armado, la mente es difícil de dominar e inquieta, pero puede ser controlada mediante la práctica constante y la indiferencia."

(Bhagavad Gita, VI, 35)

A medida que la mente se aquieta con la práctica de la concentración, no se verá fácilmente perturbada por los pensamientos vagabundos de otras mentes, que constantemente buscan un lugar donde alojarse. La mente que está acostumbrada a la concentración adquiere un estado de positividad, lo que la protege de la influencia de pensamientos intrusos.

Para quienes están en el proceso de educar su mente, es fundamental mantener una vigilancia firme respecto a los pensamientos que "llegan" a su mente, practicando una selección constante. Negarse a acoger pensamientos negativos, rechazarlos rápidamente si entran, y reemplazarlos por pensamientos opuestos y positivos es una práctica que fortalece la mente. Después de un tiempo, esta práctica se convierte en algo automático, y la mente comenzará a rechazar lo negativo por sí sola.

Las vibraciones armoniosas y rítmicas repelen las que son desordenadas o discordantes, del mismo modo que una piedra lanzada contra una rueda en movimiento es rechazada por la misma. Viviendo, como todos vivimos, en una corriente constante de pensamientos buenos y malos, es necesario cultivar la selectividad de la mente, de modo que los pensamientos beneficiosos sean acogidos automáticamente y los perjudiciales sean rechazados de la misma manera.

La mente actúa como un imán que atrae o repele pensamientos según su naturaleza. Si observamos los pensamientos que llegan a nuestra mente, veremos que suelen ser similares a los que habitualmente abrigamos. La mente atrae los pensamientos que son congruentes con sus actividades normales. Si durante un tiempo practicamos deliberadamente esta selección, la mente comenzará a realizarla por sí sola y, con el tiempo, los pensamientos negativos no podrán penetrar, mientras que los positivos encontrarán siempre la puerta abierta.

 

MODO DE CONCENTRARSE

Una vez comprendida la teoría de la concentración, debemos comenzar a practicarla. Si el practicante tiene un temperamento devocional, su tarea será mucho más sencilla, ya que puede elegir como objeto de su concentración el objeto de su devoción. Como el corazón se siente poderosamente atraído por ese objeto, la mente permanece en él con facilidad, mostrando la imagen amada sin esfuerzo y excluyendo otras imágenes sin dificultad. Esto se debe a que la mente está constantemente guiada por el deseo y siempre busca lo que le causa placer, evitando lo que le genera dolor, como hemos visto.

La mente se aferra a lo que le produce placer, y si se le aparta de ese objeto, volverá a él una y otra vez. Un devoto puede, por lo tanto, alcanzar rápidamente un grado considerable de concentración. Puede visualizar al objeto de su devoción, ya sea una imagen de Cristo, la Virgen María, un ángel guardián, o, para otras religiones, de Krishna, Buda, etc., y mantener la mente fija en esa imagen. De este modo, la atracción que ejerce el objeto devocional sobre el corazón hace que la mente se concentre con poco esfuerzo.

Para aquellos cuyo temperamento no es devocional, también se puede usar el poder de atracción, pero en este caso la concentración debe centrarse en una idea profunda o un problema elevado. Este interés intelectual, junto con el deseo de conocimiento, puede actuar como una fuerza poderosa que facilita la concentración. Otra opción es concentrarse en una virtud, como la compasión o la sabiduría, lo que puede despertar una verdadera devoción hacia la belleza moral e intelectual.

El proceso implica que la mente imagine la virtud en toda su plenitud y luego se fije en su esencia. La gran ventaja de esta forma de concentración es que la mente se moldea a la virtud y repite sus vibraciones, haciendo que la virtud se convierta en parte de la naturaleza del practicante y se establezca en su carácter.

Este proceso de moldear la mente es, en realidad, un acto de autocreación, ya que la mente, tras un tiempo, adquiere afinidad por las formas en las que se ha concentrado, y esas formas se convierten en los órganos habituales de su expresión.

"El hombre es la creación de su pensamiento; lo que piensa en su vida, en eso mismo se convertirá en el futuro." (Chhandogyopanishad, III, XIV, 1)

Cuando la mente se distrae del objeto, ya sea devocional o intelectual, debe ser traída de vuelta una y otra vez. Al principio, la mente vagará sin que el practicante se dé cuenta, y solo de repente se dará cuenta de que está pensando en algo completamente diferente. Esto sucederá muchas veces, y es necesario tener paciencia y traer la mente de vuelta al objeto de concentración.

Es útil e instructivo, cuando esto ocurre, retroceder mentalmente por el mismo camino por el que la mente se desvió. Este ejercicio fortalece el control sobre la mente inquieta y disminuye su tendencia a escapar. Aunque el pensamiento consecutivo (es decir, seguir una serie de pensamientos de forma lógica) es un paso hacia la concentración, no es lo mismo que la concentración, ya que en el pensamiento consecutivo la mente pasa de una imagen a otra.

Para los devotos, una buena técnica es imaginar una escena de la vida de su objeto de devoción. Pueden pintar vividamente la escena, incluyendo detalles del paisaje, los colores, y luego fijar la mente en la figura central de la escena. A medida que se repite esta práctica, la escena se vuelve más real en la mente, y puede incluso permitir al devoto conectarse magnéticamente con la memoria cósmica de esa escena, obteniendo un conocimiento mucho más profundo que el que proporcionaría una descripción verbal.

De esta manera, el devoto también puede conectarse con el objeto de su devoción y establecer una relación más íntima con él. La conciencia, como se ha mencionado antes, no está limitada por el espacio físico; está presente donde quiera que se hace consciente.

Es importante recordar, sin embargo, que la concentración no es lo mismo que el pensamiento consecutivo. La mente debe ser fijada en un solo objeto y permanecer en él, no razonando sobre él, sino absorbiendo su esencia.

LOS PELIGROS DE LA CONCENTRACIÓN

Existen ciertos peligros relacionados con la práctica de la concentración, y es importante advertir a los principiantes para que puedan evitarlos. Muchos `practicantes, en su afán de progresar rápidamente, intentan avanzar demasiado deprisa, lo que, en lugar de facilitarles el camino, crea obstáculos. El cuerpo físico puede llegar a sufrir si no se toman las precauciones necesarias, lo que ocurre por la ignorancia y la falta de cuidados del practicante.

Cuando una persona concentra su mente, su cuerpo entra en un estado de tensión, aunque esta tensión no sea intencionada. Este fenómeno se puede observar en situaciones cotidianas: cuando intentamos recordar algo, arrugamos la frente; si prestamos atención firme, nuestros ojos se fijan y las cejas se tensan; ante la ansiedad, nuestros ojos se vuelven vehementes. Durante siglos, el esfuerzo mental ha estado vinculado al esfuerzo corporal, debido a que la mente ha estado condicionada para satisfacer las necesidades del cuerpo mediante actividades físicas. Esta relación se ha establecido de forma tan automática que cuando comenzamos a concentrarnos, el cuerpo tiende a tensarse junto con la mente, lo que provoca rigidez muscular y nerviosa.

Esto puede generar una gran fatiga física, agotamiento muscular y nervioso, y hasta dolores de cabeza intensos, lo que lleva a muchas personas a abandonar la práctica, creyendo que estos efectos negativos son inevitables. Sin embargo, estos problemas pueden evitarse con una simple precaución: el practicante debe interrumpir su concentración de vez en cuando para observar el estado de su cuerpo. Si nota cansancio o rigidez, debe dejar de concentrarse en ese momento. Con el tiempo, al tomar conciencia de estos momentos de tensión, el cuerpo aprenderá a relajarse mientras la mente se concentra.

El sabio Patanjali enseña que, durante la meditación, la postura debe ser "cómoda y estable", porque el cuerpo no puede ayudar a la mente si está tenso y, además, podría verse perjudicado.

Otro peligro surge del efecto de la concentración en las células nerviosas del cerebro. A medida que aumenta el poder de concentración, y la mente se aquieta, el Ego comienza a actuar más directamente, poniendo a prueba las células nerviosas. Estas células están formadas por átomos, cuyas paredes consisten en pequeñas espirales a través de las cuales circula la energía vital. Estas espirales existen en siete series, pero solo cuatro están activas; las otras tres aún no se han desarrollado completamente. Las energías superiores, cuando comienzan a fluir a través de estas espirales inactivas, pueden forzar su activación. Si esto ocurre lentamente y con cuidado, no hay problema, pero si la presión es excesiva, estas estructuras delicadas pueden dañarse.

El primer signo de peligro es un sentimiento de pesadez en el cerebro. Si esto no se atiende, puede progresar a un dolor agudo y, finalmente, a una inflamación. Por lo tanto, la concentración debe practicarse con moderación al principio, sin llegar al agotamiento cerebral. Al principio, basta con unos pocos minutos de práctica diaria, y el tiempo puede aumentarse gradualmente. La regularidad es clave: incluso si se practican solo unos minutos al día, es importante hacerlo todos los días para evitar retrocesos.

En algunas escuelas de Hatha Yoga, se recomienda fijar la vista en un punto negro en una pared blanca para ayudar en la concentración. Sin embargo, este método puede dañar la vista y afectar negativamente al cerebro. Cuando se fija la vista en un punto durante mucho tiempo, las células de la retina se fatigan, perdiendo sensibilidad, lo que puede provocar una especie de parálisis cerebral. Esta técnica no solo detiene el pensamiento físico, sino que también impide que el Ego pueda expresar sus impresiones, lo que significa que no produce sabiduría, sino simplemente una incapacidad física.

RECEPTIVIDAD

La mayoría de las personas son demasiado receptivas, pero esa receptividad a menudo se debe a la debilidad, y no a una entrega consciente a influencias superiores. Por lo tanto, es útil aprender a ser positivos normalmente y saber cómo hacernos negativos cuando sea necesario. La concentración, por sí misma, fortalece la mente, capacitándola para ejercer control y selección sobre los pensamientos que provienen del exterior. Ya hemos hablado sobre cómo podemos entrenar la mente para que rechace automáticamente los pensamientos negativos.

Sin embargo, es importante agregar que cuando un pensamiento negativo penetra en la mente, lo mejor no es enfrentarlo directamente. En lugar de luchar contra él, podemos recordar que la mente solo puede enfocarse en una cosa a la vez. Si hacemos que la mente se concentre en un pensamiento positivo, el pensamiento negativo será expulsado naturalmente.

Luchar contra algo solo provoca una reacción, aumentando la resistencia y el esfuerzo que hacemos. Pero si en lugar de resistir, cambiamos nuestro enfoque, el pensamiento no deseado desaparece de manera tranquila. Muchas personas gastan años en vano tratando de combatir pensamientos negativos, cuando simplemente ocupar la mente con pensamientos puros y positivos no dejaría espacio para los pensamientos negativos.

Con el tiempo, la mente, al atraer material mental que no responde a lo negativo, se vuelve positiva y no receptiva a esa clase de pensamientos. Este es el verdadero secreto de la receptividad: la mente responde según su constitución, respondiendo a lo que es afín a ella. Si alimentamos la mente con pensamientos buenos de manera habitual, construimos una mente que responde solo a lo positivo y rechaza lo negativo.

Por lo tanto, debemos pensar en lo que queremos atraer y evitar pensar en lo que no queremos. Una mente así, flotando en el océano de pensamientos que la rodea, atraerá pensamientos buenos, rechazará los malos, y con el tiempo se volverá más pura y fuerte, incluso en un entorno que podría debilitar e impurificar a otros.

El método de reemplazar un pensamiento negativo por uno positivo puede aplicarse de muchas maneras. Si un pensamiento negativo sobre otra persona invade nuestra mente, debe ser reemplazado inmediatamente por un pensamiento positivo sobre alguna virtud o buena acción que esa persona haya hecho. Si nuestra mente está atormentada por la ansiedad, podemos dirigir nuestra atención hacia el propósito de la vida, recordando la Ley Suprema que "gobierna todas las cosas de manera dulce y poderosa".

Si algún pensamiento no deseado nos asedia constantemente, podemos usar una técnica especial: escoger un verso o una frase que encarne la idea opuesta, y cada vez que surja el pensamiento perturbador, repetimos esa frase y nos centramos en ella. En una o dos semanas, ese pensamiento dejará de molestarnos.

Es una buena idea nutrir la mente diariamente con un pensamiento elevado, una palabra de ánimo o una aspiración hacia una vida noble. Antes de sumergirnos en el ajetreo del día, podemos proteger la mente con un buen pensamiento. Unas pocas palabras tomadas de las escrituras o textos sagrados de nuestra tradición son suficientes. Si repetimos estas palabras cada mañana, la mente las recordará una y otra vez a lo largo del día, y las repetirá cuando esté en reposo.

MEDITACIÓN

La meditación ya ha sido explicada en su esencia, pues es simplemente la actitud sostenida de una mente concentrada en un objeto de devoción, en un problema que necesita aclararse, o en cualquier cosa cuya vida se desea penetrar y absorber, más que su forma. Sin haber logrado un dominio parcial de la concentración, es difícil meditar con eficacia. La concentración no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar un fin: convertir la mente en un instrumento que su dueño pueda utilizar a voluntad.

Cuando una mente concentrada se dirige firmemente a un objeto, con la intención de traspasar el velo de lo superficial y conectar con la esencia de aquello que se contempla, se lleva a cabo la meditación. La concentración puede considerarse como la preparación del órgano mental, mientras que la meditación es su función activa. Una mente bien afinada se dirige hacia el objeto y permanece allí, buscando profundizar en su naturaleza interna.

La meditación diaria es esencial para cualquiera que desee llevar una vida espiritual. Así como el cuerpo físico no puede mantenerse sin alimento, la vida espiritual no puede sostenerse sin meditación. Aquellos que no pueden apartar media hora diaria para retirarse del mundo exterior y permitir que su mente reciba la energía de los planos espirituales, no podrán cultivar la vida espiritual de manera efectiva. Solo una mente que se ha desconectado del mundo puede permitir que lo divino se revele. En ese silencio interior, se encuentran la paz, fortaleza y poder que fluyen hacia el alma.

 

CÓMO FORTALECER EL PODER DEL PENSAMIENTO

Para avanzar en nuestro Poder del Pensamiento, debemos llevarlo a la práctica, pues el estudio que no conduce a una aplicación es infructuoso. Como dice un antiguo principio: "El fin de la filosofía es poner fin al dolor". Debemos aprender a desarrollar y usar nuestro poder del pensamiento, no solo para nuestro progreso personal, sino también para ayudar a los demás, vivos y muertos, y para acelerar la evolución humana.

El poder del pensamiento se incrementa únicamente mediante la práctica firme y persistente. Así como el desarrollo muscular depende del ejercicio, el desarrollo mental también depende del uso constante de la mente. La vida dentro de nosotros siempre busca una expresión externa mayor, y cuando ejercitamos nuestra mente, nueva materia se integra a ella, permitiendo su expansión y desarrollo.

El cuerpo mental crece a través del ejercicio constante del pensamiento, independientemente de si los pensamientos son buenos o malos. La cantidad de pensamiento determina su crecimiento, mientras que la calidad de los pensamientos determina el tipo de materia que lo forma. Asimismo, las células del cerebro físico también se multiplican con el ejercicio mental. Exámenes post mortem han demostrado que el cerebro de un pensador es más grande y tiene más circunvoluciones que el cerebro de una persona que no ha ejercitado su capacidad de pensar.

Por lo tanto, tanto el cuerpo mental como el cerebro físico se desarrollan a través del pensamiento regular y deliberado. El conocedor interno, el aspecto divino en cada ser, también se fortalece con esta práctica, y sus poderes se incrementan.

Para llevar esta práctica a cabo de manera efectiva, es crucial ser metódico. Escoge un libro profundo y valioso, lleno de ideas desafiantes, y lee una frase o dos, luego piensa intensamente en lo que has leído. Dedica media hora si es posible, pero al principio, incluso quince minutos son suficientes para evitar la fatiga. Tras varios meses de práctica regular, notarás un incremento claro en la fuerza mental, y te enfrentarás a los problemas de la vida con mayor eficacia.

La frase "hay que leer como beben las gallinas" se atribuye a San Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia y un influyente filósofo y teólogo cristiano. Este gesto se utiliza como una analogía para indicar que, al leer, debemos detenernos después de cada frase o idea, reflexionar sobre su significado y elevar la mente.

La regularidad es clave para un desarrollo firme. Si omites un día de práctica, puede tomar tres o cuatro días volver al mismo nivel. Una vez que el hábito del pensamiento profundo esté bien establecido, la regularidad será menos importante. Sin embargo, hasta que ese hábito esté consolidado, es vital seguir un ritmo constante. Incluso cinco minutos diarios son mejores que media hora irregularmente.

CAVILACIÓN: SU SIGNIFICADO Y ANULACIÓN

Es bien sabido que la gente envejece más por la cavilación que por el trabajo. El trabajo, siempre que no sea excesivo, fortalece el aparato del pensamiento en lugar de perjudicarlo. En cambio, la cavilación afecta directamente la mente, y con el tiempo puede causar agotamiento nervioso e irritabilidad, lo que obstaculiza la capacidad para realizar un trabajo mental firme.

¿Pero qué es exactamente la cavilación? Es un proceso en el que la mente repite una y otra vez la misma serie de pensamientos, con variantes mínimas, sin avanzar hacia una conclusión ni pretender obtener un resultado. La cavilación es la continua reproducción de formas de pensamiento iniciadas por el cuerpo mental y el cerebro, pero no dirigidas por la conciencia. Así como los músculos cansados no pueden descansar adecuadamente, sino que permanecen tensos, el cuerpo mental y el cerebro fatigados repiten las mismas vibraciones, mientras el pensador sufre bajo el dominio de estos órganos.

Este estado suele originarse cuando el pensador ha meditado en un asunto que le preocupa, ha tratado de llegar a una conclusión y ha fracasado. Aunque ha dejado de pensar activamente en ello, la insatisfacción lo mantiene en un estado de ansiedad, impulsando una repetición automática de las imágenes que ha rechazado. Esto genera un ciclo vicioso de acción y reacción que alimenta el agotamiento mental y emocional.

El pensador se convierte así en esclavo de sus cuerpos servidores: el cuerpo mental y el cerebro, que dominan con su automatismo. No obstante, esta tendencia natural de los órganos a repetir patrones puede utilizarse para corregir el hábito de la cavilación. Cuando un flujo de pensamientos ha establecido un canal mental, las nuevas corrientes tienden a seguir ese curso porque es la línea de menor resistencia. Así como un pensamiento doloroso vuelve a aparecer por el temor, del mismo modo un pensamiento placentero regresa atraído por el amor.

Una forma efectiva de extirpar la cavilación es crear un nuevo canal mental opuesto. Esto puede lograrse mediante pensamientos definidos y regulares. Una persona que sufre de cavilación puede dedicar unos minutos cada mañana, al despertar, a pensamientos nobles y alentadores como: "El Yo es la paz; ese Yo es mi yo", o "El Yo es la Fuerza; ese Yo es mi yo". Esta práctica abre un nuevo conducto mental y cerebral, por el cual la energía fluirá con mayor facilidad.

Meditar en la naturaleza esencial del Yo, que es inmortal, inmutable, libre y sereno, ayuda a crear un canal mental de paz. Día tras día, este pensamiento se repetirá de forma automática, y la mente aprenderá a regresar a ese estado de calma aun en medio del caos. De este modo, la cavilación se disolverá lentamente.

Otro enfoque es aprender a reposar en la Buena Ley (la ley kármica), desarrollando un hábito de contento. Esto implica aceptar que todo lo que sucede en la vida es producto de la ley y no del azar, y que lo que nos ocurre es lo que hemos generado nosotros mismos a través de nuestras acciones pasadas. Con este enfoque, incluso el dolor y el sufrimiento se vuelven camino hacia la dicha, pues el sufrimiento nos libera de las cadenas del karma y nos acerca a la liberación final.

Cuando estos pensamientos se convierten en hábitos, la mente deja de ser perturbada por la cavilación. La armadura de la paz es tan fuerte que las garras de la preocupación no pueden penetrarla.

PENSAR Y DEJAR DE PENSAR

Una gran fortaleza puede obtenerse al aprender no solo a pensar con claridad, sino también a dejar de pensar a voluntad. Mientras pensamos, debemos lanzar toda nuestra mente en el proceso, haciéndolo con el máximo esfuerzo; pero, una vez que hemos terminado, es fundamental abandonar por completo el pensamiento, sin permitir que nuestra mente divague inútilmente. Dejar que la mente siga girando sobre los mismos pensamientos sin un propósito claro es un desgaste inútil, similar a mantener una máquina en funcionamiento sin que produzca nada, lo que resulta en un gasto innecesario de energía.

Aprender a dejar de pensar y a permitir que la mente descanse es una habilidad valiosa. Así como el cuerpo se revitaliza con el reposo, la mente también encuentra alivio en la quietud completa. Pensar de manera constante implica mantener vibraciones continuas en la mente, lo que conlleva un gasto continuo de energía. Este desgaste innecesario contribuye al agotamiento mental y al envejecimiento prematuro. Para conservar el vigor de la mente y el cerebro, es crucial aprender a dejar de pensar cuando no hay un propósito útil para el pensamiento.

Sin embargo, dejar de pensar no es fácil. De hecho, puede ser más difícil que pensar. Al principio, debemos practicar la cesación del pensamiento en breves periodos, hasta que el proceso se vuelva habitual. Este ejercicio implica inicialmente un esfuerzo para mantener la mente en quietud, pero con persistencia se logra una sensación de paz que motiva a continuar. La mente debe aprender a no reaccionar a pensamientos intrusivos, rechazando su atención sobre ellos. Si surge un pensamiento no deseado, es útil imaginar un vacío y concentrarse solo en la conciencia de la quietud.

Este entrenamiento es esencial, especialmente para aquellos que buscan alcanzar niveles superiores de conciencia. Solo cuando la mente ha aprendido a cesar de pensar en los planos inferiores puede liberarse para operar en los planos superiores.

Otra técnica más sencilla que dejar de pensar es el cambio de pensamiento. Cuando una persona ha estado pensando intensamente en una dirección, puede encontrar alivio dirigiendo su mente hacia otro tema completamente distinto. El cambio de actividad mental ayuda a refrescar la mente, como lo demuestra el ejemplo de William Ewart Gladstone, quien mantenía su mente joven y vigorosa alternando entre la política y los estudios de teología y griego.

En contraste, Charles Darwin, en su vejez, lamentaba haber dejado que algunas de sus facultades mentales se atrofiasen debido a su absorción exclusiva en una única área de estudio. El ser humano necesita variación en el ejercicio mental, de la misma manera que el cuerpo necesita variar su actividad física para evitar la fatiga. Especialmente para aquellos inmersos en trabajos exigentes, es crucial cultivar intereses en otras áreas para evitar el calambre mental.

EL SECRETO DE LA PAZ DE LA MENTE

Mucho de lo que hemos visto hasta ahora nos proporciona claves sobre cómo alcanzar la paz mental, pero el requisito fundamental es comprender claramente nuestro lugar en el universo. Somos parte de una Gran Vida que no conoce fracaso, que guía todas las cosas con poder y armonía hacia una meta. La ilusión de que nuestras vidas son unidades separadas e independientes, luchando contra innumerables otras unidades separadas, es una fuente de perturbación y sufrimiento.

Mientras sigamos pensando que estamos aislados del resto del universo, la paz parecerá algo inalcanzable. Pero cuando reconocemos que todos los yos son uno, la paz mental nos pertenece sin temor a perderla. Nuestras angustias provienen de creer que somos seres individuales, preocupados por nuestros propios intereses, alegrías y dolores. Aquellos que viven solo para sí mismos, buscando solo su propio progreso, ya sea material o espiritual, siempre estarán insatisfechos y ansiosos.

La verdadera paz no se encuentra en satisfacer al yo separado, sino en renunciar al yo individual y vivir al servicio del Gran Yo, que es uno con todo. Incluso en la vida cotidiana, las personas que no son egoístas tienden a ser más felices. Aquellos que trabajan por el bienestar de los demás y olvidan sus propios problemas son los que encuentran mayor satisfacción.

Somos el Yo y, por lo tanto, las alegrías y penas de los demás son también nuestras. En la medida en que sentimos y vivimos esta verdad, nuestras mentes aprenden el secreto de la paz. Como se dice en la Bhagavad Gita: "Obtiene la paz aquel en quien todos los deseos fluyen como los ríos en el Océano, que está lleno de agua y permanece inalterable". A medida que eliminamos los deseos egoístas, la sed de felicidad, que es la verdadera fuente del sufrimiento, se disuelve. El secreto de la paz es el conocimiento del Yo, y el pensamiento constante de que "ese Yo soy yo" nos guiará hacia una paz mental inquebrantable.

AYUDAR A OTROS POR MEDIO DEL PENSAMIENTO

Lo más valioso que obtiene quien desarrolla el poder del pensamiento es la capacidad de ayudar a los demás, especialmente a aquellos que aún no han aprendido a usar sus propios poderes mentales. Un corazón y una mente en paz pueden ser herramientas poderosas para auxiliar a otros en momentos de dificultad. Aunque cualquier pensamiento positivo puede ejercer influencia en su esfera, el estudiante avanzado desea hacer más que simplemente ofrecer alivio momentáneo; quiere lograr un cambio profundo y duradero.

Tomemos como ejemplo el caso de una persona que está dominada por una mala costumbre, como la adicción a la bebida. Si se desea ayudarle, debe seguir un proceso metódico para influir positivamente en su mente. Primero, es importante identificar un momento en el que la mente del paciente esté más tranquila, como cuando se va a dormir. Si es posible, el practicante debe retirarse a un lugar tranquilo y crear mentalmente una imagen clara de la persona, visualizándola con el mayor detalle posible, como si estuviera sentada frente a él. Aunque la claridad de la imagen no es esencial, puede hacer que el proceso sea más efectivo.

Una vez que tiene la imagen mental, debe concentrarse profundamente en ella y dirigir los pensamientos que desea transmitir al paciente, uno por uno y de manera lenta y deliberada. Por ejemplo, en el caso de la adicción, puede enviar imágenes mentales que muestren las consecuencias negativas del alcoholismo, como el agotamiento nervioso, las enfermedades, y el inevitable final trágico. Si el paciente está durmiendo, su mente subconsciente será atraída por el pensamiento que el practicante está enviando, haciendo que la imagen mental creada cobre vida.

El éxito de este ejercicio depende de la capacidad del practicante para concentrarse y de la firmeza de sus pensamientos. Su impacto será proporcional al desarrollo del poder del pensamiento del practicante. Es esencial que el objetivo sea presentar ideas que influyan en la inteligencia y los sentimientos del paciente para que él mismo llegue a formar un juicio correcto. No se debe intentar dominar su voluntad, pues imponer una determinada conducta por la fuerza solo cambiaría un vicio por otro sin resolver la raíz del problema.

El crecimiento y el desarrollo espiritual no se logran mediante la coerción. Es necesario convencer la inteligencia y despertar los sentimientos correctos para que el paciente, por su propia voluntad, haga el esfuerzo de cambiar. Obligar a alguien a la templanza, por ejemplo, es como encarcelarlo: no está realmente curado, simplemente se le ha impedido actuar. Imponer nuestra voluntad a otra persona, incluso si creemos que es por su bien, no fomenta el desarrollo espiritual.

Si el practicante desea enviar algún otro tipo de ayuda mental, puede seguir un método similar. Por ejemplo, un deseo fuerte de bienestar puede ser enviado a su amigo como una forma de pensamiento que actúe como un escudo protector a su alrededor, bloqueando pensamientos hostiles e incluso peligros físicos. Un pensamiento de paz y tranquilidad enviado de esta manera puede calmar su mente y rodearlo con una atmósfera de serenidad.

Este tipo de ayuda es similar a la que a menudo se logra mediante la oración. El éxito de la oración se debe en gran parte a la intensa concentración e intensidad que el creyente pone en su petición. Una concentración similar, aunque no involucre la oración, puede producir resultados igualmente efectivos.

Además, en algunos casos, la oración puede atraer la atención de inteligencias superiores (como seres espirituales o humanos más avanzados) que intervienen directamente, brindando una ayuda más poderosa que la del que ora. Sin embargo, no es necesario recurrir siempre a seres superiores, ya que la energía y el poder del pensamiento propio pueden ser suficientes para marcar una diferencia.

Es importante mencionar que algunos temen interferir con el Karma de otra persona al ofrecer ayuda mental. Sin embargo, no deben dejar que este miedo los detenga. El Karma se encargará de sí mismo. Si puedes ayudar a un amigo, hazlo sin temor, confiando en que, si tienes la capacidad de ayudar, es porque esa ayuda forma parte del Karma de tu amigo, y tú no eres más que el agente afortunado de la Ley.

 

 

AUXILIO A LOS QUE DENOMINAMOS MUERTOS

Todo lo que podemos hacer por los vivos a través del pensamiento, podemos lograrlo aún más fácilmente para aquellos que han cruzado las puertas de la muerte. En su estado post-mortem, no hay materia física densa que interfiera con las vibraciones del pensamiento antes de que lleguen a la conciencia de aquellos que han partido.

Después de la muerte, la tendencia natural del ser es volver su atención hacia adentro y vivir más en el plano mental que en el físico. Las corrientes de pensamiento que antes se proyectaban hacia el exterior, utilizando los órganos sensoriales para interactuar con el mundo, ahora se ven rodeadas por un vacío, ya que los órganos físicos han dejado de existir. Es como si una persona que acostumbraba a cruzar un puente cada día encontrara de repente que el puente ha desaparecido, y debe detenerse ante el vacío.

Inmediatamente después de la pérdida del cuerpo físico, el cuerpo astral se reorganiza, y esto tiende a encerrar las energías mentales en lugar de dejarlas fluir hacia afuera. La materia astral forma una especie de barrera que aísla al ser de las influencias externas. Cuanto más elevada y pura haya sido la vida de la persona, más completa será esta barrera. No obstante, aunque estas energías están ahora más concentradas hacia adentro, el ser se vuelve mucho más receptivo a las influencias provenientes del mundo mental.

Por esta razón, podemos ayudar, consolar y aconsejar a los seres que han partido de una manera mucho más efectiva que cuando estaban en el plano físico. En el mundo astral, un pensamiento amoroso y positivo es tan palpable como pueden serlo aquí las palabras afectuosas o los cuidados físicos. Por lo tanto, es esencial enviar a los seres que han fallecido pensamientos de paz y amor, deseando que atraviesen rápidamente el "valle de la muerte" y alcancen las regiones superiores y más luminosas del más allá.

Lamentablemente, muchos seres permanecen en el estado intermedio más tiempo del necesario porque no tienen el buen karma de contar con amigos, familiares o seres queridos, en la Tierra que sepan cómo ayudarlos a avanzar. Si las personas que permanecen en el mundo físico supieran cuánto consuelo y felicidad pueden aportar a aquellos que están en el proceso de transición mediante mensajes mentales de amor y fortaleza, se esforzarían más en mantener esa conexión. Estos pensamientos amorosos actúan como verdaderos mensajeros angélicos que reconfortan y animan a los que están en el proceso de alcanzar los mundos superiores.

Los seres que han partido tienen derecho a nuestro amor y cuidado. Y para quienes se sienten desolados por la pérdida de un ser querido, este servicio espiritual puede traer un gran consuelo, ya que nos permite seguir sirviendo y ayudando a la persona amada en su viaje. A través de estos pensamientos, podemos rodear al fallecido con ángeles guardianes, asegurando que no esté solo en su camino.

Los antiguos fundadores de las grandes religiones no descuidaron esta tarea de ayudar a los que han fallecido. En la tradición hindú, el Shraddha es un ritual en el que se realizan ofrendas y oraciones para facilitar el paso de las almas al Svarga, o cielo. Las iglesias cristianas mantienen las misas y oraciones por los difuntos, como el rezo: “Concédele, Señor, la paz eterna, y permite que la luz perpetua brille sobre él”. Solo algunas ramas del cristianismo protestante han abandonado esta antigua y valiosa práctica. Es de esperar que el conocimiento espiritual devuelva pronto esta costumbre, que es una forma poderosa de servicio tanto para los vivos como para los muertos

TRABAJO DEL PENSAMIENTO FUERA DEL CUERPO

No debemos limitar la actividad del pensamiento a las horas en que estamos despiertos dentro del cuerpo físico, ya que se puede trabajar de manera más eficaz cuando nuestros cuerpos están descansando en el sueño. El proceso de "dormirse" no es más que la retirada de la conciencia del cuerpo físico, mientras esta permanece activa en sus cuerpos más sutiles, particularmente en el astral. Durante este tiempo, el cuerpo físico descansa, pero la persona en sí misma se traslada al mundo astral, donde tiene más poder y libertad para actuar con sus pensamientos.

Cuando estamos libres del peso del cuerpo físico, nuestro pensamiento puede operar más intensamente y sin los obstáculos físicos, aunque generalmente seguimos ocupándonos de los problemas cotidianos que capturan nuestra atención durante la vigilia. Este fenómeno es reconocido en el antiguo dicho de que "la noche es buena consejera", o cuando se recomienda "consultar con la almohada" antes de tomar decisiones importantes. Esto refleja que, durante el sueño, la mente sigue procesando y resolviendo inquietudes, y al despertar, solemos encontrar soluciones que antes parecían fuera de nuestro alcance.

Aquellos que buscan impulsar su evolución pueden utilizar este tiempo de libertad del cuerpo físico de manera consciente. Para ello, deben formular un problema o cuestión que necesite solución justo antes de dormir. No es necesario debatirlo ni argumentarlo internamente, ya que esto interferiría con el sueño, sino simplemente exponerlo claramente y dejarlo en la mente. De esta forma, la conciencia se ocupará del problema una vez que esté libre del cuerpo físico, y al despertar, muchas veces la solución estará presente en la mente. Personalmente, tengo muchas experiencias al respecto.

Es útil anotar los pensamientos o soluciones—en el móvil, por ejemplo— que puedan llegar justo al despertar, ya que estos pueden desvanecerse rápidamente con la reactivación de los sentidos físicos. Esta práctica puede ayudar a resolver problemas de la vida diaria o cuestiones mentales complejas cuando se confía en la inteligencia que opera fuera del cuerpo.

El trabajo del pensamiento también puede ser dirigido hacia otros seres, tanto vivos como fallecidos, mientras dormimos. Si queremos ayudar a alguien, podemos visualizar su imagen mental antes de dormir, determinando encontrarnos con esa persona y prestarle ayuda. Esta visualización puede facilitar un encuentro en el plano astral, donde se producirá una comunicación real entre ambas conciencias.

Es importante recordar que, en estos casos, debemos tratar de calmar nuestras emociones antes de dormir. Las emociones intensas, como el dolor o la tristeza por un ser fallecido, pueden agitar el cuerpo astral y dificultar la comunicación. Si el cuerpo astral está agitado, aísla a la conciencia y evita que las vibraciones mentales se proyecten con claridad.

Finalmente, ya sea que recordemos o no los detalles de los sueños, esto no afecta el trabajo real que ocurre en el plano astral. El trabajo más beneficioso puede ocurrir durante el sueño sin necesidad de que el cerebro físico recuerde las actividades.

EL PODER DEL PENSAMIENTO COMBINADO

Una de las mayores fuerzas que podemos utilizar para ayudar a otros y al mundo es el pensamiento combinado, el cual es bien conocido tanto por ocultistas como por aquellos que estudian la ciencia profunda de la mente. Este poder es reconocido incluso en las tradiciones religiosas, como en el caso de los católicos romanos que se preparan para enviar misiones evangélicas. Antes de que una misión sea enviada a un distrito, un pequeño grupo se reúne durante semanas o meses para visualizar y preparar mentalmente el terreno. Estos pensadores visualizan el área y meditan intensamente sobre una enseñanza o dogma de la Iglesia, creando una atmósfera favorable que facilita la aceptación de las enseñanzas en esa comunidad.

La intensidad de este trabajo de pensamiento es ayudada por la oración fervorosa, que añade energía y dirección a los pensamientos. De manera similar, las órdenes contemplativas y los monjes en las religiones hindú y budista realizan un trabajo profundo y útil al enviar pensamientos elevados y nobles para el bienestar del mundo. Cualquier inteligencia pura y bondadosa que trabaje para el bien común contribuye significativamente a elevar la conciencia humana.

Este mismo principio puede aplicarse en otros movimientos espirituales no necesariamente religiosos. Por ejemplo, si un grupo decide concentrarse en la enseñanza de la reencarnación durante diez minutos al día en una hora fija durante varios meses, crearía una atmósfera poderosa de formas de pensamiento en su área, que penetraría en las mentes de las personas. Esto podría despertar el interés por la reencarnación en muchas personas, quienes buscarían más información, libros o asistirían a conferencias sobre el tema con mayor interés.

Cuando varias personas unen sus pensamientos para un propósito común, logran un progreso mucho mayor que si actuaran individualmente. Esta práctica regular puede ser una poderosa herramienta para propagar ideas espirituales o causar un impacto positivo en el entorno.

CONCLUSIÓN

De este modo podemos aprender a utilizar las grandes fuerzas que existen en nosotros y a emplearlas con el mayor impacto. A medida que las usamos, su poder aumentará, y con sorpresa y alegría descubriremos cuánta capacidad para servir poseemos.

Es importante recordar que constantemente estamos utilizando estos poderes de manera inconsciente, esporádica y débil, influyendo siempre, para bien o para mal, en todos los que nos rodean a lo largo de nuestra vida. Aquí buscamos animar al lector a que utilice estas mismas fuerzas de manera consciente, potente y decidida. No podemos evitar pensar hasta cierto punto, por débiles que sean las corrientes de pensamiento que generemos. Queramos o no, afectamos a los que nos rodean; lo único que debemos decidir es si lo hacemos de manera beneficiosa o perjudicial, débil o poderosamente, de manera indecisa o con un propósito claro. No podemos evitar que los pensamientos de otros lleguen a nuestras mentes; solo podemos elegir cuáles aceptar y cuáles rechazar. Tenemos que influir y ser influenciados; pero podemos influir para bien o para mal, y podemos ser influenciados por lo bueno o lo malo. Esta es nuestra elección, una decisión de gran trascendencia tanto para nosotros como para el mundo.

Elegid bien, pues vuestra elección es breve y, sin embargo, duradera. 

PAZ A TODOS

 

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