José Manuel Fernández Outeiral


LAS SIETE REGLAS DE PARACELSO


1º Lo primero es mejorar la salud. Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un hábito que debes a tu propia dignidad.

2º Desterrar absolutamente de tu ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza. Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.

3º Haz todo el bien posible. Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y huir de todo sentimentalismo.

4º Hay que olvidar toda ofensa, más aún: esfuérzate por pensar bien del mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablará así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en sí, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.

5º Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada. Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una voz interior que te guiara en tales instantes de silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.

6º Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales. Abstenerte, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más íntimos, todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. Por un largo tiempo, al menos, debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.

7º Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día de mañana. Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo. El miedo y desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el desastre. Si estudias atentamente a las personas de buena suerte, veras que, intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que allegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha. Puede ser uno de los factores que a ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es el egoísmo. Jamás te quejes de nada, domina tus sentidos; huye tanto de la humildad como de la vanidad. La humildad te sustraerá fuerzas y la vanidad es tan nociva, que es como si dijéramos pecado mortal contra el Espíritu Santo.

 

PARACELSO: EXTRACTO DE SU OBRA

 

“Sabed que nuestro mundo y todo lo que vemos y podemos tocar en nuestro entorno no son más que la mitad del Cosmos. Aquel mundo que no vemos es igual al nuestro en peso y medida, en esencia y condición. De donde se sigue que también hay otra mitad del hombre que actúa en ese mundo invisible. Cuando sabemos de la existencia de ambos mundos, entendemos que sólo las dos mitades forman un hombre completo; porque son por así decirlo como dos hombres unidos en un cuerpo”. (Opus Paramirum)

 

“Cuando nos hallemos ante enfermedades cuyo origen no nos sea posible conocer por medio del cuerpo visible, debemos encender la luz que nos permita hablar, pues si no, las obras que esas enfermedades representan nos exhortarán a callar, por más que esto nos parezca en todo caso un tanto incomprensible. Si nos guiamos por esa luz podremos reconocer que ésa otra mitad invisible del hombre existe realmente y que su cuerpo no es sólo carne y sangre, sino una cosa demasiado brillante para nuestros groseros ojos. En esa parte están pues las enfermedades invisibles de todas las enfermedades”. (Opus Paramirum, Libro V, prefacio, 309)

 

“Por eso nos conviene buscar siempre la causa por la que cada obra ha sido hecha tal cual es y por eso, si su razón visible no nos convence, debemos buscar inmediatamente la invisible. Lo invisible puede así hacerse visible igual que lo que no posee esa propiedad, siempre que esté presente su propia luz y sepamos buscarlo bajo su resplandor. Esas enfermedades están escondidas en las grandes iniciales (Versahlen) y pueden subsistir en nosotros como enfermedades espirituales... En el caso de las enfermedades, el espíritu es visible a su luz, por cuanto constituye la mitad del hombre”. (Opus Paramirum, Libro V, Prefacio)

 

“En definitiva: sabed que la Fe puede producir todo cuanto el cuerpo produce, incluso la misma muerte, tan bien como con un disparo de arcabuz. Válgaos pues este ejemplo como enseñanza y aprended por él que sois desde luego visibles y corporales, pero además y al mismo tiempo no lo sois, y que todo cuanto hace nuestro cuerpo visible lo hace también invisible” (Opus Paramirum, Libro V, cap. 3)

 

“El hombre es hijo de dos padres; el uno es la "tierra", el otro el "cielo"... De la tierra recibe el cuerpo material, del "cielo" su índole. Así aquélla conforma su figura, y el cielo le regala la "luz de la Naturaleza". Todo hombre refleja la índole de su padre; puede hacer aquello que es innato. Y se ha dado poder a los hijos para disponer sobre la herencia de sus padres” (Opus Paramirum)

 

“Qué maravillosamente ha sido creado y configurado el hombre, cuando se penetra en su verdadero ser... y es una grandeza -pensad en esto- que no haya nada en el cielo ni en la tierra que no se encuentre también en el hombre... En él está Dios, (como bondad espiritual, no un ser antropomórfico), que también está en el cielo, y todas las fuerzas del cielo se reflejan también en el hombre. ¿En qué otro sitio puede hallarse el cielo si no es en el hombre? Dado que actúa desde nosotros, sin duda tiene que estar también en nosotros. Por eso conoce nuestro ruego antes de que lo formulemos, porque está más cercano a nuestro corazón que a nuestra palabra... Dios ha construido su cielo en el hombre, hermoso y grande, noble y bueno; porque Dios está en su cielo, es decir, en el hombre. Él mismo dice que Él está en nosotros y nosotros somos su templo” (Opus Paramirum)

 

“Como el Sol puede brillar a través de un cristal y el fuego irradia calor de las estufas, aunque no atraviesen ambos cuerpos, así el cuerpo humano puede hacer que su fuerza actúe a lo lejos y seguir quieto en su sitio, como el Sol que brilla a través del cristal y sin embargo no lo atraviesa. Por eso no se puede atribuir nada al cuerpo mismo, sino sólo a las fuerzas que brotan de él, igual que el olor del almizcle, aunque su cuerpo pueda estar quieto”. (Opus Paramirum)

 

“Los pensamientos son libres y nada los domina. En ellos reposa la libertad del hombre, y ellos aventajan la luz de la Naturaleza. Porque de los pensamientos nace una fuerza creadora que no es elemental ni sideral... Los pensamientos crean un nuevo cielo, un nuevo firmamento, una nueva fuente de energía (Kraft) de la que fluyen nuevas artes... Si uno se propone crear algo, crea por así decirlo un nuevo cielo, y del mismo afluye a él la obra que quiere crear... Porque tan poderoso es el hombre, que es más que cielo y tierra”. (Astronomía Magna)

 

“Debéis saber pues que el hombre ha sido colocado entre estas tres substancias y un cuerpo intermediario que es el "cuerpo vivo", "entidad viviente", "soplo vital" o "ánima", razón de ser de los médicos y de las enfermedades, siendo primera materia todo lo que está antes de esta vida, y última materia todo lo que está después”. (Opus Paramirum, Libro 1 cap. 3)

 

“¿Qué ha recibido el hombre de su padre y su madre de lo que pueda vanagloriarse? En su esencia y sus propiedades, no es sino lo que ellos fueron, nada más que un estómago hambriento y una burda y mísera sinrazón, nada más que una imagen desnuda, expuesta a la Muerte. ¿Qué va hacer de sí el hombre, o qué hacer consigo mismo, cuando no es más que un cuerpo desnudo? Sólo posee en realidad lo que le fue dado aparte de éste, nada más. Sólo lo que Dios (aquí Ley Natural), depositó en él y lo que está contenido en ese don es lo que sabe y lo que es”. (Un opúsculo De Generatione Hominis, 1520)

 

“Que piense el hombre quién es lo que tiene y ha de ser de él. Porque la compositio humana es poderosa y forma una unidad desde la pluralidad... El hombre necesita más que su entendimiento cotidiano para saber lo que él mismo es; sólo quien aprende a conocerse a sí mismo y sabe de dónde viene y quién es prestará más profunda atención a lo eterno”. (Astronomía Magna)

 

“La muerte se mantiene (adsidet) a nuestro lado, esperando pacientemente que nuestras guerras intestinas le ofrezcan la ocasión para ponerse ante nosotros y poseernos, ya que la muerte ignora verdaderamente la hora en la que debe introducirse en nuestro cuerpo y en la que debe matar. El miedo de que escape ese preciso momento, la hace mantenerse atenta, exacta y cuidadosa del instante en que debe hacer su aparición, pero a pesar de todo jamás podrá la muerte desobedecer los designios y las órdenes que desde el cielo le dicta nuestro Señor”. (Opus Paramirum)

 

“Pues el alma (Gemüt) del hombre es algo tan grande que nadie puede expresarlo. Y así como Dios mismo, y la materia prima y el cielo son los tres eternos e inmutables, así también lo es el alma humana. Por esa razón, el hombre encuentra la felicidad a través de y con su alma. Y si conociéramos adecuadamente nuestras almas, nada nos sería imposible sobre esta tierra”. (Liber de imaginibus 12)

 

“El cuerpo es la casa del alma, pero el alma es la casa de los buenos y los malos espíritus que habitan en el hombre”. (Astronomía Magna)

 

“Quien nada sabe nada ama. Quien nada sabe nada entiende... Pero quien entiende, quien ama, quien nota, quien ve... Cuanto más conocimiento haya en una cosa, tanto mayor el amor... Todo estriba en el conocimiento. De él viene todo fruto... Cada cual cree en aquello que conoce. Un creyente debe ser un sabio y un hombre ingenioso para saber qué es lo que cree. Cuando un inútil, un necio, cree, su Fe está muerta”. (Astronomía Magna)

 

“Cuatro cosas forman parte de la concepción y el parto; el cuerpo, la imaginación, la forma y el efecto. El "cuerpo" sigue el mandato hereditario por el que ha de convertirse en cuerpo y en ninguna otra cosa. Porque es una ley de la Naturaleza que la encina tenga que nacer de una bellota, y así ocurre también con el cuerpo del hombre. De la "imaginación" y aquello a lo que se dirige su sentido recibe el hijo su razón. E igual que el cielo inculca al hijo su movimiento, su buena y mala manera, ora con más fuerza, ora con más finura, así también la imaginación del hombre sigue -como las estrellas- un curso marcado, y hace que la razón del niño se vuelva hacia lo más alto o hacia lo más bajo. La tercera cosa, la "forma", fuerza al niño a tener el aspecto de aquel de quien procede. Y, por último, es el "efecto" el que condiciona la salud y enfermedad del cuerpo. Porque del mismo modo que un constructor fuerte hace un trabajo bueno y sólido y uno débil lo hace débil, así ocurre también en la concepción”. (Escritos de Nuremberg de 1529)

“La imaginación de una mujer encinta es tan fuerte que es capaz de influir en la semilla y dirigir el fruto de su vientre en una u otra dirección. Sus "estrellas interiores" actúan fuerte y poderosamente sobre el fruto, de forma que su esencia queda fuerte y profundamente marcada y es configurada por ellas. Porque en el seno materno el hijo está expuesto a la influencia materna, y está por así decirlo confiado a la mano y a la voluntad de su madre, como el barro a la mano del alfarero. Este crea y modela de él lo que quiere y lo que le apetece”. (Escritos de los años 1537/41)

 

“La luz de la Naturaleza en el hombre viene del astro, y la carne y sangre del hombre forman parte de los elementos materiales. Así que hay dos influencias en el hombre; la una de la luz del firmamento; de ella forman parte sabiduría, arte, razón. Todas son hijas de este padre... La segunda influencia proviene de la materia... Y lo que procede de la carne y la sangre no debe ser atribuido al "astro". Porque el cielo no da ni concupiscencia ni codicia... Del cielo solo vienen sabiduría, arte y razón”. (Astronomía Magna)

 

“Sólo los que poseen una voluntad perfecta y actúan de acuerdo a ella, son capaces de engendrar un espíritu substancial y constructivo, que nunca es un envío o una gracia del cielo, sino un producto que el hombre logra de sí mismo (fabricat). Del mismo modo que el pedernal produce el fuego, es engendrado el espíritu por la voluntad, pudiéndose afirmar que el espíritu será del mismo grado que haya alcanzado la voluntad. Tened así por cierto que los que vivan en la voluntad poseerán un espíritu; el cual podrá registrar todas las enfermedades que aflijan al cuerpo en que tal espíritu mora”. (Libro de las Entidades)

 

“Como consecuencia de nuestros pensamientos y meditaciones constreñimos a nuestra voluntad con una fuerza tal que llegamos a consentir, desear y buscar infligirle una pena o un trastorno cualquiera al cuerpo de otro individuo. En tal caso esa voluntad fija, firme e intensa es la "madre" que engendra el espíritu. Retened pues la doctrina de que, así como la cosa pensada (sententia) produce la palabra y se hace "madre" del discurso, del mismo modo donde no hay pensamiento, ni la palabra ni el discurso pueden producirse. Lo cual es aplicable exactamente a los espíritus. Por eso el espíritu estará en nosotros según que nuestra voluntad sea plena y perfecta”. (Libro de las Entidades)

 

“Hay una verdad que debéis entender y observar siempre, que es la enorme fuerza e importancia que tiene en Medicina la acción de la voluntad... No olvidéis pues la fuerza de la voluntad, capaz de engendrar semejantes malignos espíritus, con los que el espíritu de la razón (mens) nada tiene en común”. (Libro de las Entidades)

 

“El hombre visible tiene su laboratorio (el cuerpo físico), y allí trabaja el hombre invisible. El Sol tiene sus rayos, los cuales no es posible coger con las manos, y que sin embargo son bastante fuertes (si se reúnen por medio de una lente) para incendiar edificios.

La imaginación es como un sol, obra dentro de su mundo do quiera que luzca. El hombre es lo que piensa. Si piensa fuego está ardiendo, si piensa guerra está guerreando”. (De virtute imaginativa).

 

“Puede decirse que la ceguera de los ojos, el glaucoma, la catarata y la mancha blanca, invaden también las otras profesiones... Estas cegueras se parecen todas entre sí e importa mucho que sean corregidas. Pues, así como la ceguera de médico es la muerte del enfermo, así la otra ceguera es la muerte del alma”. (Opus Paramirum Libro I, cap. VI)

 

“Las enfermedades extrañas requerirán así que el médico las estudie con métodos extraños, aplicándoles las concordancias que correspondan, preparando y separando las cosas visibles y reproduciendo sus cuerpos a su última materia con ayuda del arte espagírico o de la Alquimia... El médico, en efecto, sólo debe serlo de las enfermedades que conozca, pero no de las que ignore. Por eso no debe preocuparse como no nos preocupamos nosotros, de ser influidos por los árabes, bárbaros o caldeos. Y no creer en nada de los otros que no haya sufrido la prueba del fuego, pues eso no es verdadera Medicina, ya que como hemos dicho repetidamente, el fuego crea al médico. Aprended pues la Alquimia, también llamada Espagiria, y ella os enseñará a discernir lo falso de lo verdadero. Con ella poseeréis la luz de la Naturaleza y con ella por tanto podréis probar todas las cosas claramente, discurriéndolas de acuerdo a la lógica y no por la fantasía”. (Opus Paramirum, Libro I, cap. 3)

 

“Así pues, es preciso que abramos bien los ojos en este arte a fin de que distingamos las cosas no sólo médicamente sino con la verdadera mirada del fuego y no con la sencilla contemplación de los rústicos y los profanos. Este ha de ser el fundamento desde el que acometeremos el estudio del tratamiento médico, a la vez que el motivo que nos haga separarnos definitivamente de las complexiones y de los cuatro humores... La verdad es que toda enfermedad tiene que ser caliente o fría. ¿Cuál podría carecer de estos "colores"? Diremos que ninguna; y sin embargo ésos no son más que signos y no enfermedades propiamente dichas. De modo que aquel que tome los signos por la materia se engañará fatalmente”. (Opus Paramirum, Libro I, cap. IV)


Santiago de Compostela, febrero de 2017.

 


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