PUBLICACIÓN DEL LIBRO "PEREGRINOS DE LA ETERNIDAD"
Me complace presentaros el libro que he publicado recientemente y que ojalá os sirva para avanzar en vuestro crecimiento. Podéis adquirirlo en Santiago de Compostela en la librería Couceiro, en la plaza de Cervantes.
También podéis pedírmelo por teléfono, whatsapp o mail y os lo enviaré con mucho gusto. El precio es de 15€ más gastos de envío.
PREFACIO
“Tontos se atreven donde los ángeles
temen pisar”. Esta sería la respuesta, si le
preguntásemos a un Mahatma (Alma Grande) sobre la posibilidad de escribir algo
sobre las cuestiones que, desde siempre, preocupan a la humanidad. Al menos, a
una gran parte de la misma.
¿Qué es la muerte? ¿Qué es la vida? ¿De dónde venimos? ¿Por
qué venimos? ¿A dónde nos dirigimos?
Por eso existe en lo íntimo de nuestro
ser un anhelo por un más allá inmaterial, como una esperanza de que existe una luminosa verdad,
fuera de nuestra visión material, que hemos de ver realizada algún día. Es la
aspiración de los eremitas, de los ascéticos, de un Jámblico, de un Plotino,
querer identificarse con esa verdad, única luz del espíritu a quien la
materia ofrece ruda resistencia para dejarse penetrar. Es el “cielo”, que
tenemos que conquistar por la fuerza, con la violencia, dominando la materia
que nos circunda, que nos ciega, que no nos deja ver sino a través de su
prisma, y como todos los prismas, engañoso, falseándolo todo, mostrándonos las
cosas de la vida menores o mayores de lo que son, halagadoras o terroríficas,
moviéndose a impulsos de nuestros deseos, de nuestras pasiones, tomando todas
las formas de Proteo y, por lo mismo, siendo todo Maya... mera ilusión.
Y añadiría el Mahatma: “Tu alma,
destinada a alcanzar algún día las más altas cotas, hasta florecer como un
Espíritu de Luz, como cualquier alma, vuela demasiado bajo todavía para
entender tan alta filosofía”.
Y seguramente, para disuadirnos,
abundaría: “La diferencia entre un sabio y un ignorante, es que el sabio
quiere aprender y el ignorante quiere enseñar”.
Pero somos obstinados por
naturaleza, y un tanto atrevidos por culpa de dicha ignorancia.
Por otra parte, todo el que escribe
es un ladrón de palabras, de sentimientos, de ideas que otros han pronunciado,
vivido y pensado. Nada nuevo; tan solo su crisol personal puede darles un aroma
diferente y provocar que en otros se abran nuevos y provechosos caminos. Si es
así, misión cumplida, sino otro brindis al sol, otro grito a la nada, otro
desatino controlado.
Pero este no debería ser el caso,
puesto que todo lo que viene a continuación son verdades absolutas, comprobadas
por cientos de generaciones de Maestros que dejaron sus huesos en su
comprobación, y no hay lugar para la fantasía.
Que quede claro pues que no
pretendemos ni predicar, ni vaticinar, ni pontificar. No es una obra de
proselitismo: solo exponemos.
Y le repetimos al lector lo mismo
que dijo Horacio Greeley: “No acepto sin reserva la opinión de ninguna
persona, viva o muerta”.
Si se nos objeta por casualidad que
las cosas que vamos a decir son en ocasiones demasiado extrañas, incluso
excéntricas, en el sentido de que se salen de lo corriente,
sobrepasan las tradiciones admitidas
y destacan un poco en medio de lo que se repite, de lo que se escribe y sobre
todo de lo que se cree comúnmente – sin saber demasiado por qué, –
responderíamos que es precisamente a causa de eso por lo que este tema ha sido
elegido, estudiado y tratado.
Ni que decir tiene que estas páginas
no se dirigen ni a los satisfechos, creyentes o no, ni a los indiferentes, ni a
los escépticos.
Tampoco son para aquellos que piensan que la vida no es más
que una enfermedad de transmisión sexual.
Solo podrán comprenderlas aquellos
que buscan más y mejor lo que ya poseen, los que deseen franquear las
vulgaridades tradicionales, los dogmas consagrados de la ciencia académica,
cansados de leer exaltaciones de los siete pecados capitales, y que,
hambrientos de un cierto ideal, respirando mal bajo la tapadera que nos
aplasta, están dispuestos a exclamar, como Goethe en su lecho de muerte: ¡Luz,
más luz todavía!
Es para esos lectores, personas de
deseo y de buena voluntad, para quienes han sido escritas las páginas que
siguen.
Hoy las ideas caminan aprisa; lo que
se ha dado en llamar la realidad líquida. Las hipótesis se
suceden, se sustituyen, pasan de moda y nos arrastran hacia horizontes que se
hunden, retroceden… retroceden tan bien incluso, que nos aproximan a lo
imposible, a lo paradójico.
En estos tiempos líquidos, con tanto
ruido de fanfarrias, es cuando más se necesita el sonido de los violines.
He citado mucho en este libro. He
transcrito páginas enteras por dos motivos: uno, porque esas páginas son muy
bellas, y dos porque, en estas espinosas materias, he querido rodearme de
testimonios cuya autoridad fuese difícilmente cuestionable.
Aparte de los nombres que se
encontrarán más adelante, en la Bibliografía, no sabría relacionar a todos los
pensadores, Maestros y Mahatmas en los que he cosechado. Es a puñados como he
recolectado en el exquisito cultivo que han sembrado todos esos audaces
investigadores – verdaderos alpinistas de lo ideal– a los que no
asusta ninguna escalada. Desde las altas cimas soleadas desde donde regresan,
nos han traído la luz.
¡Se lo agradecemos de todo corazón!
Algo golpeará al lector con algunos
pasajes; algo dentro de sí mismo reconocerá de inmediato que lo que está
leyendo es una verdad absoluta, es decir, no tendrá la menor duda sobre su
autenticidad.
Otras verdades tendrán que esperar
algo más para abrirse paso, pero al final caerá el velo.
“Los labios de sabiduría permanecen sellados,
excepto para los oídos capaces de comprender”,
dice la Tabla Esmeralda.
“La humanidad, dice Lamartine, es un
tejedor que trabaja en el reverso de la trama de los tiempos. Un día llegará en
el que, pasando al otro lado de la tela, contemplará el cuadro magnifico y
grandioso que habrá tejido, durante siglos, con sus propias manos, sin haber
visto otra cosa antes, que el batiburrillo de los hilos entremezclados”.
Además, creemos que la educación que
se nos da en Occidente es como el lazarillo para los ciegos: nos lleva por la
vida de un lado a otro, pero no nos permite ver. De ahí este empeño por
recopilar una nueva, que no original, visión de lo que somos, desde el punto de
vista de la filosofía oriental.
“Occidente estudia el estómago,
mientras Oriente estudia el espíritu”.
De todas formas, no hay nada que
podamos aprender, como señalamos más adelante, porque el conocimiento ya es
intrínseco a nuestro Ser. Lo que parece ser enseñanza, no es más que la
sugestión que retira el velo; el velo que nos impide llegar a la luz de
sabiduría que llevamos dentro.
También creemos que nuestro paso por
la obra de teatro que es este mundo es instructivo. No somos el autor ni el
director, ni siquiera los actores principales o secundarios, tal vez los
tramoyistas. Ese es nuestro papel como cocreadores, ascendiendo con cada vida
que vivimos hasta alcanzar el grado de codirectores.
Pero, mientras estemos aquí, debemos
luchar para despertar al esclavo (Mente) que sueña creyéndose libre, de lo
contrario seguiremos soñando que vivimos en un lugar llamado Tierra.
“Venimos de un mundo divino y
volveremos a él. En nosotros existe lo efímero y lo eterno. Debemos servirnos
de lo primero para alcanzar lo segundo”.
Usaremos a menudo “hombre” como
masculino genérico, porque así está en los escritos originales de los Maestros.
De todas formas, como dice la RAE, el masculino genérico no oculta a la mujer,
porque tampoco incluye al hombre.
Esta última advertencia no debería ser necesaria, pero en los tiempos
que corren…
Repetimos: estas líneas no tienen pretensiones de originalidad. No hemos
inventado nada de su contenido sino simplemente hemos escrito sobre lo que
hemos leído, aprendido, y lo que podemos demostrar en base a lo que hemos
descubierto por nosotros mismos. Por lo tanto, todo lo que leéis es solamente
la transmisión de algo que se conoce desde hace milenios.
Reivindicamos los “derechos de
autor” tanto para los citados en la Bibliografía como para los que no constan; tanto si nos han dejado hace 50
años, 200 ó 2.000. Su sabiduría y altura moral fueron tales, que nos satisface
expresar nuestras ideas y sentimientos con sus propias palabras, más allá de
que no tengamos mayor ingenio ni otras mejores que nos ayuden.
El efecto de una mente brillante, y
aquí incluimos muchas, sobre otras normales, como la nuestra, es como el de una
vela encendida donde se van encendiendo las apagadas.
Tal vez el lector observe cierto
desorden en la presentación de los capítulos, pero enseguida apreciará que el
verdadero orden es más espiritual que mental.
También apelamos a Michael
de Montaigne: "Aquí tengo un
ramillete de flores escogidas; nada hay en él mío, sino el cordón que las ata.
Romped el cordón, hacedlo pedazos si os parece. En cuanto al ramillete de
hechos, jamás seréis capaces de destruirlo. Todo lo que podéis es ignorarlos y
nada más”.
“Es
inútil y absurdo decir peor lo que otro ha dicho antes mejor”.
Y a
Mark Twain: “La
verdad es más extraña que la ficción, pero esto se debe a que la ficción está
obligada a atenerse a la probabilidad; la verdad no”.
Comentarios
Publicar un comentario