Secretos - Abril de 2019





SECRETOS

Abril de 2019



De nuevo, como el año pasado, me he convertido en un ladrón de palabras e ideas y me apresuro a ofrecértelas, bien ataditas en un ramo, con la esperanza de que puedan servirte para creer un poco más en lo que haces y seguir creciendo.


Gracias por darme la oportunidad de esta charla. En pago, rompo tu paz y tranquilidad, tu confortable rutina y te obligo a pensar, a ir un poco más lejos.


Te repito lo de siempre: uso el masculino genérico, porque, como dice la RAE, el masculino genérico no oculta a la mujer, porque tampoco incluye al hombre.


Durante los cursos de Salvador, un compañero le preguntó:

__Cuando preguntamos por Bioenergética, ¿qué o quién contesta?

Su respuesta, mientras se encogía de hombros, fue:

__Se supone que el ADN.


 Pues bien, lo que viene a continuación os va a gustar porque yo, abundando en la idea, os digo: si el ADN es parte de la Conciencia Universal, y debe serlo, estoy completamente de acuerdo con él.


Alguno de vosotros se quejaba el año pasado de que no avanzaba con la bioenergética. Tal vez esto pueda ayudaros.


Permitidme que profundice un poco más en lo que hacemos, más allá del biomagnetismo y la bioenergía, de la anatomía y la patología, del balance energético, del pH, etc. Hablaré sobre el milagro que, a mi juicio, subyace no solo en lo que hacemos, sino en lo que somos como seres humanos.


Antes debo definir lo que vulgarmente se entiende por milagro: milagro es todo aquello que la ciencia es incapaz de explicar de manera racional; pero esa definición no puede satisfacernos a nosotros. Para nosotros un milagro consiste en la aplicación de una ley de rango superior en un plano inferior. Empecemos.



 Busca una rosa roja y sostenla frente a ti. Huélela y piensa:

“Sin mí, esta flor no tendría aroma”. Mira su intenso color rojo y piensa: “Sin mí, esta flor no tendría color”. Acaricia los pétalos aterciopelados y piensa: “Sin mí, esta flor no tendría textura”. Si no fuera por tus sentidos -vista, oído, tacto, gusto y olfato- la rosa no sería más que átomos vibrando en el vacío.

Ahora reflexiona en el ADN contenido en cada célula de la rosa. Visualiza billones de átomos engarzados en esta doble hélice y piensa: “Mi ADN está mirando el ADN de esta flor. No se trata de un observador mirando un objeto; es una forma de ADN observando otra forma de ADN”. Observa cómo el ADN empieza a relucir hasta convertirse en vibraciones invisibles de energía. Piensa: “La rosa se ha desvanecido; ha vuelto a ser energía original. Yo me he desvanecido y soy de nuevo energía primigenia. Ahora, un campo de energía está mirando otro campo de energía”.

Finalmente, observa como las ondas de energía de cada uno se mezclan hasta desvanecer el límite que los separa, como olas que se alzaran y cayeran en la vasta superficie de un mar infinito. Piensa: “Toda la energía proviene de una fuente y vuelve a ella. Cuando miro una rosa, una porción minúscula de la Conciencia Universal se eleva de la fuente para experimentarse a sí misma”.

Este ejercicio nos ha permitido acercarnos a la “realidad”: un campo de energía infinito y silencioso experimentó, mediante un destello, al objeto (rosa) y al sujeto (observador) sin necesidad de ir a ningún lado. La Conciencia Universal, sea esto lo que sea, simplemente contempló un aspecto de su belleza eterna. Su único móvil fue crear un momento de alegría. Tú y la rosa fuisteis los polos opuestos de ese momento, pero no estabais separados: un mismo trazo creativo os fundió en uno.

Más allá de los límites del tiempo y el espacio ocurre un proceso -uno solo-: la Creación se crea a sí misma utilizando la Conciencia a manera de arcilla. La Conciencia se convierte en las cosas del mundo objetivo y en las experiencias del mundo subjetivo. Si descomponemos cualquier experiencia en sus elementos primordiales, lo que obtenemos son ondas invisibles en el campo cuántico: Vibración.  (Deepak Chopra)

No hay diferencia, y gracias a un pase mágico supremo, el cerebro humano participa en el proceso creativo. Basta prestar atención y concebir un deseo para poner en marcha la creación.

Para lograr esto debemos saber qué estamos haciendo. La víctima de los cinco sentidos (el hombre normal) y el estudioso de las leyes naturales (científicos y filósofos) son tan creativos como quienes experimentan la conciencia pura (sabios, santos, chamanes, brujos), pero creen en limitaciones autoimpuestas. (Triste psicología la de los científicos y filósofos: nada es verdad hasta que ellos la descubren). Y porque creen en dichas limitaciones las vuelven realidad. Esta es la maravilla y la paradoja del viaje espiritual: sólo adquirirás pleno poder cuando te des cuenta de que has utilizado ese mismo poder todo el tiempo para restringirte, para limitarte. Tú eres el prisionero, el carcelero y el héroe que abre la celda, todos a la vez. Ya vimos, en charlas anteriores, el ejemplo del caballo atado a una silla de plástico. Nada físico le impide marcharse con silla y todo, su limitación es mental por medio de la educación. Igual que el hombre.

Nuestro instinto siempre lo supo. En los cuentos de hadas hay un vínculo mágico entre víctimas y héroes. La rana sabe que es un príncipe y que basta un toque mágico para volverlo a su forma original. En la mayoría de estas historias, la víctima está en peligro y es incapaz de romper el hechizo por sí mismo. La rana necesita un beso; la princesa dormida, alguien que atraviese el seto de espinas; Cenicienta, un hada madrina con una varita mágica. Todos ellos necesitan un estímulo externo, un empujón. En estos cuentos se refleja nuestra creencia en la magia -convicción de las partes más antiguas de nuestro cerebro-, así como el pesar por no dominarla.



Cuando pienso en cómo es un destello de verdad, se me ocurren algunos ejemplos:

o   Saber que no puedes ser lo que otro quiere que seas, sin importar cuánto lo ames.

o    Saber que amas aun cuando da miedo decirlo.

o    Saber que la lucha de otra persona no es tu lucha.

o    Saber que eres mejor de lo que pareces ser.

o    Saber que sobrevivirás, pase lo que pase en tu vida.

o    Saber que tienes que seguir tu propio camino.

Comienzo con la palabra saber porque el Yo es ese nivel en que te conoces, sin importar lo que otros crean que saben de ti. Decir tu verdad no es lo mismo que vociferar todas las cosas desagradables que no has dicho por miedo o cortesía. Estos arrebatos tienen siempre presión y tensión detrás de ellos, están fundados en la frustración, llevan ira y dolor. La clase de verdad que proviene de aquel que sabe, es serena; no se refiere al comportamiento de alguien más; nos da claridad sobre quiénes somos. Valora estos destellos. No puedes hacer que aparezcan, pero puedes fomentarlos siendo auténtico y no permitiéndote ser un personaje creado sólo para sentirte seguro y aceptado.

Te liberas del control de la propia imagen cuando:

o   Sientes lo que sientes, sin equívocos.

o   Las cosas dejan de ofenderte.

o   Dejas de evaluar cómo te hace ver una situación.

o   No excluyes personas a las que te sientes superior o inferior.

o   Dejas de preocuparte de lo que piensen de ti los demás.

o   Dejas de obsesionarte por el dinero, el estatus o las pertenencias.

o   Dejas de sentir la necesidad de defender tus opiniones.



Las palabras pueden decir mucho sobre el Yo, pero es necesario un encuentro auténtico para comprender qué es. Tu Yo tiene cualidades que ya estás experimentando todos los días: inteligencia, atención, sincronización, conocimiento…

Siempre que una de estas cualidades entra en juego, estás viviendo más cerca del Yo. Por otra parte, cuando te sientes distraído, perdido, confundido, temeroso, disperso o atrapado dentro de los límites de la mente, no lo estás.

La experiencia oscila entre estos dos polos; por tanto, una manera de encontrar el Yo es alejarte del polo opuesto cuando notes que estás ahí. Intenta verte a ti mismo en esos momentos y aléjate de ahí.

Elige una experiencia negativa e intensa como las siguientes (si es posible, elige una que sea recurrente para ti):

o   Enfadarte mientras conduces.

o   Discutir con otra persona, sea amigo o pareja

o   Molestarte con el jefe en el trabajo.

o   Sentirte burlado en un acuerdo o transacción.

o   Sentirte traicionado por un amigo cercano.



Distánciate de la situación y revive lo que sentiste entonces. Puedes cerrar los ojos y visualizar el coche que se te atraviesa en tu trayecto o al fontanero que te pasa una factura desproporcionada. Haz lo necesario para que la situación sea real en tu mente.

Cuando sientas esa punzada de ira, dolor, recelo, desconfianza o traición, piensa: “Eso es lo que siente mi mente. Entiendo por qué. Estoy muy acostumbrado a ello. Le seguiré la corriente mientras dure”. Ahora deja que el sentimiento corra. Enójate todo lo que tu mente quiera; visualiza fantasías de venganza o autocompasión, o lo que tu mente considere apropiado. Imagina que te hinchas con tu sentimiento como un sapo; éste se extiende desde ti como la onda de choque de una explosión a cámara lenta.

Sigue esta onda tan lejos como quiera ir; mírala cómo se adelgaza más y más conforme se extiende al infinito, llenando el universo entero si así lo desea. Respira profundamente si lo necesitas, con el fin de que la onda del sentimiento salga de ti y vaya hacia fuera. No establezcas un tiempo determinado. El sentimiento puede ser tan fuerte que requiera algún tiempo antes de querer expandirse.

Ahora, conforme ves la onda desaparecer hacia el infinito, mírate y verifica si está presente alguno de los siguientes pensamientos:



o   Una risita, el deseo de reírte de ello.

o   Un encogimiento de hombros, como si no importara.

o   Una sensación de calma o paz.

o   Verte como si estuvieras viendo a otra persona.

o   Un profundo suspiro de alivio o agotamiento.

o   Un sentimiento de liberar o dejar ir.

o   Una comprensión súbita de que la otra persona puede tener razón.

Estos sentimientos reveladores surgen en nosotros cuando estamos cruzando la frontera invisible entre la mente y el Yo. Si sigues cualquier emoción lo suficiente, ésta terminará en silencio. Pero es demasiado pedir llegar tan lejos siempre. El objetivo es llegar por lo menos a la frontera, la línea donde las necesidades de la mente empiezan a perder su control sobre nosotros.

o   Cuando ríes, pierdes la necesidad de tomarte tan en serio.

o   Cuando encoges los hombros, pierdes la necesidad de exagerar las cosas.

o   Cuando te sientes calmado, pierdes la necesidad de sentirte perturbado o montar un drama.

o   Cuando puedes verte como si fueras otra persona, pierdes la necesidad de ser lo único que cuenta, el rey del mambo.

o   Cuando sientes alivio o agotamiento, pierdes la necesidad de aferrarte al estrés. (Esto también indica una reconexión con tu cuerpo en vez de vivir en tu cabeza.)

o   Cuando comprendes súbitamente que la otra persona puede tener razón, pierdes la necesidad de juzgar.



Hay otras señales reveladoras de que estás dejando la mente atrás. Si caes en el patrón de sentirte fácilmente ofendido, superior o inferior, rechazar lo que viene a ti y envidiar lo que otros obtienen, o imaginar que las personas hablan a tus espaldas, puedes manejar cada uno de estos sentimientos tal como lo hiciste en los ejemplos previos. Alivia el sentimiento, permite a tu mente llevarlo tan lejos como quiera, y mira cómo se expande hasta disolverse en la orilla del infinito.

Este ejercicio no disipa todos los sentimientos negativos.

Su propósito es proporcionarte un encuentro cercano con tu Yo. Si lo practicas con esa intención, te sorprenderá cuan fácil será escapar de las emociones que te han controlado durante años.

Es necesario conectar con tu Yo antes de pretender hacerlo con la Conciencia Universal.




Experimentar plenamente cualquier momento significa participar de manera total. Por ejemplo, conocer a una persona puede ser una experiencia totalmente efímera y sin sentido a menos que accedas a su mundo, encuentres algo que sea significativo en su vida e intercambies con ella, al menos, un sentimiento sincero. La sintonía con otros es un flujo circular: tú te proyectas hacia las personas y las recibes cuando responden. Observa cuan pocas veces sucede esto. Te mantienes apartado y te aíslas; envías sólo las señales más superficiales y recibes poco o nada.

Así no solo es difícil practicar la bioenergética, sino también relacionarse con los demás.

El mismo círculo debe estar presente aun cuando no haya nadie más. Analiza la manera en que tres personas pueden contemplar la misma puesta de sol: la primera está obsesionada con un negocio y no repara siquiera en ella, aunque sus ojos están registrando los fotones que caen en su retina; la segunda piensa: “Bonita puesta de sol. No hemos tenido una así en mucho tiempo”; la tercera es un pintor que empieza inmediatamente un boceto del paisaje. Las diferencias entre las tres es que la primera persona no envió ni recibió nada; la segunda permitió que su conciencia recibiera la puesta de sol, pero no pudo transmitir nada, su respuesta fue automática, mecánica; la tercera fue la única que cerró el círculo: interiorizó la puesta de sol y la convirtió en una respuesta creativa que envió su conciencia hacia el mundo para dar algo. Si no sabes pintar, limítate a describirla, a tu manera. Pero que otros la vivan contigo.

Si en verdad quieres experimentar plenamente la vida, debes cerrar el círculo.



En una dimensión u otra, todos los sucesos de la vida se resuelven en una de estas dos cosas: o son buenos para ti, o plantean lo que necesitas ver para crear el bien en ti. Es decir, o son una bendición o una oportunidad. En la evolución ganas de todas maneras, afirmación que proviene no de un optimismo ciego por mi parte, sino de lo que observamos en el cuerpo:

Al igual que con nosotros, todo lo que ocurre dentro de una célula es parte de su operación saludable o una señal de que se debe rectificar. La energía no se gasta al azar ni caprichosamente sólo para ver qué ocurre. Como dijo Einstein: “Dios no juega a los dados”. La vida también se corrige a sí misma de este modo. Como actor capaz de elegir puedes actuar por capricho; puedes seguir caminos arbitrarios o irracionales. Pero la maquinaria subyacente de la conciencia no se altera. Ella sigue obedeciendo los mismos principios:

o   Adaptarse a tus deseos.

o   Mantener todo en equilibrio.

o   Armonizar tu vida individual con la vida del cosmos.

o   Hacerte consciente de lo que haces.

o   Mostrarte las consecuencias de tus actos.

o   Hacer tu vida tan real como sea posible.



Como tienes libre albedrío, puedes ignorar estos principios por completo. Todos lo hacemos en un momento u otro. Pero no puedes alterarlos. (No importa si eres consciente o no de la ley de la gravedad, debes caminar pegado al suelo, aunque te gustaría poder volar). La vida depende de ellos. Son la base de la existencia. Aunque tus deseos vayan o vengan, la base de la existencia es inmutable. El Universo no cambia para ti, cambia por ti. Si tú cambias, el mundo cambia. Una vez que asimilas esta verdad, puedes alinearte con cualquier posibilidad que se cruce en tu camino, confiando en que la ganancia segura es la actitud que la vida ha mostrado durante billones de años.





Cómo nos apartamos de la Conciencia Universal



Ser puro. Cuando esta puerta se cierra, vivimos en la separación. Hay un temor subyacente a la muerte, pérdida de conexión y ausencia de cualquier presencia divina.

Dicha potencial. Cuando esta puerta se cierra, la vida carece de alegría. La felicidad es sólo un estado efímero. No hay apertura para las experiencias sublimes.

Amor. Cuando esta puerta se cierra, la vida es cruel y llega la soledad emocional. Nos sentimos aislados en un mundo gris donde las demás personas son figuras distantes, indiferentes. No se percibe la presencia de una mano amorosa en la creación.

Cognición. Cuando esta puerta se cierra, las leyes de la naturaleza resultan desconcertantes y el conocimiento se alcanza sólo mediante los hechos y la limitada experiencia personal, sin acceso al significado profundo.

Mitos y arquetipos. Cuando esta puerta se cierra, no existen modelos, héroes, dioses ni búsquedas apasionadas. No encontramos un significado mítico en nuestras vidas. No hay una dimensión más profunda en la relación entre hombres y mujeres. Todo es superficial.

Intuición. Cuando esta puerta se cierra, la vida pierde sutileza. La persona no alcanza a comprender a fondo las cosas, no tiene chispazos de genialidad ni esos momentos de júbilo en los que decimos: “¡Aja!”. La red de conexiones sutiles que sostiene al universo queda totalmente oculta.

Imaginación. Cuando esta puerta se cierra, la vida queda desprovista de fantasía. Vemos todo de manera literal; el arte y las metáforas importan poco. Las decisiones importantes se abordan mediante el análisis técnico, y no hay esperanza de un salto creativo súbito.

Razón. Cuando esta puerta se cierra, la vida no tiene sentido. Somos gobernados por impulsos aleatorios. Ninguna línea de acción se continúa hasta su conclusión, y las decisiones se toman irracionalmente. Para ir de A a B damos vueltas como un perro intentando morderse la cola.

Emoción. Cuando esta puerta se cierra, los sentimientos están congelados. Hay poco o ningún espacio para la compasión y la empatía. Los sucesos parecen desconectados, sin continuidad, y las demás personas no ofrecen oportunidad alguna de establecer lazos.

Cuerpo físico. Cuando esta puerta se cierra, la vida es completamente mental. La persona siente que su cuerpo está inerte, que es un peso muerto que debe arrastrar. El cuerpo existe como un sistema de apoyo necesario para la vida, nada más. Es el templo del Alma. Si falla no hay “combustible” para moverse y actuar en el mundo.



Como puedes ver, no hay un solo estado de avidya (en sánscrito, ignorancia) sino varios. Tradicionalmente, en India la distinción no era tan sutil y a las personas se les calificaba de ignorantes o iluminadas. Si no estabas en unidad con el Todo, se pensaba, estabas en la ignorancia absoluta. (Un equivalente aproximado en Occidente es que uno estaba perdido o estaba redimido, liberado.) Así, el número de personas en vidya (iluminación) era minúsculo, y el número de personas en avidya era enorme.

Pero la tradición pasaba por alto el funcionamiento de la conciencia. Somos criaturas multidimensionales, y por tanto una persona puede alcanzar vidya en un área, pero no en otra. Picasso era un artista supremo (imaginación) pero un pésimo marido (amor); Mozart, un creador divino de música (imaginación y amor) pero débil físicamente; Uncoln, un maestro del mito y el arquetipo, pero un desecho emocional. Estos desequilibrios también ocurren en nuestra vida. En la medida en que nos esforcemos en pasar del avidya al vidya, llevaremos una vida espiritual, más acorde con nuestra verdadera naturaleza. Sin necesidad de beaterías.

Somos una sola conciencia, y tuvimos oportunidad de comprobarlo en otras charlas anteriores. En esto se basa lo que nosotros practicamos y llamamos Bioenergética, con la que tratamos a nuestros pacientes, tanto a los que vienen a la consulta como a los que están ausentes.



La razón por la que Cristo, Buda, Sócrates o cualquier otro maestro espiritual da la impresión de que nos habla personalmente, es que nuestra conciencia limitada permite atisbos repentinos y trasparentes de una realidad que está más allá de ella. Nuestra mente quiere trascender; es su naturaleza. La atención que permanece siempre en la rutina, enfocada siempre en lo mismo, es como una luz que sólo ilumina un objeto; excluye todo lo que está fuera de su haz; el equivalente mental es el rechazo. Pero ¿qué pasaría si renunciaras a todo el proceso de rechazo? Si lo hicieras, te encontrarías prestando atención en la misma medida a todo. El rechazo es un hábito. Sin él, puedes participar en la vida tal como se te presenta.

Considera cada uno de los ámbitos de la conciencia y escribe cómo te reprimes para entrar en ellos. Con esto advertirás qué haces para limitar tu conciencia, y al identificar cada uno de estos reflejos arraigados empezarás a cambiarlos. Por ejemplo:

Ser puro.

No aminoro la marcha lo suficiente para tener una paz interior auténtica. No dedico tiempo a meditar. No he experimentado la tranquilidad de la Naturaleza recientemente. Anotaré cuando rechace la paz interior y encontraré tiempo para ella.



Dicha potencial.

No he sentido alegría por el simple hecho de estar vivo. No estoy buscando oportunidades para maravillarme. No paso suficiente tiempo con niños pequeños. No contemplo con atención el cielo estrellado. Anotaré cuando rechace la apreciación alegre y hermosa de la vida y encontraré tiempo para ella.

Amor.

No he valorado a mis seres queridos, por lo que no he expresado mucho mi amor. Me siento incómodo recibiendo amor. He dado al amor un lugar secundario en mi escala de valores. Anotaré cuando rechace esas oportunidades para hacer del amor algo importante en mi vida y encontraré tiempo para él.

Cognición.

Me dejo llevar demasiado por la duda. Automáticamente asumo una postura escéptica y sólo me conformo con hechos comprobables. No me relaciono con personas sabias, cultas o ilustradas y dedico poco tiempo a leer textos filosóficos y espirituales. Ahora señalaré cuando rechace la sabiduría tradicional y encontraré tiempo para ella.

Mitos y arquetipos.

Ya no tengo héroes. No recuerdo haber encontrado un ejemplo valioso en nada ni en nadie desde hace mucho tiempo. Sigo mi propio camino, que es tan válido como el de cualquier otro. Ahora advertiré cuando rechace la idea de que es necesaria una inspiración más elevada y encontraré tiempo para ella. (No es necesario volver al Capitán Trueno, a Mafalda, o a la homilía).

Intuición.

Utilizo mi cabeza, no creo en algo tan ridículo como la intuición. Busco pruebas antes de creer en algo. Me parece que todos los poderes extrasensoriales son fantasía. Analizo una situación y tomo mi decisión en consecuencia. Ahora advertiré cuando rechace mis corazonadas y empezaré a confiar en ellas.

Imaginación.

El arte no es lo mío. No voy a museos ni a conciertos. Mi pasatiempo favorito es la televisión. Para mí, los individuos más creativos no tienen los pies sobre la tierra. Ahora señalaré cuando rechace mi imaginación y encontraré maneras de expresarla.  

Razón.

Yo sé lo que sé y me mantengo fiel a ello. Con frecuencia no escucho a la otra parte en una discusión; sólo quiero demostrar que tengo razón. Tiendo a presentar las mismas reacciones en situaciones similares. No siempre sigo los planes que hago, aun cuando sean buenos. Ahora señalaré cuando sea poco razonable y me detendré a considerar todos los puntos de vista.

Emoción.

No hago escenas y me molesta cuando alguien las hace. No me impresionan las personas que dan rienda suelta a sus emociones. Mi lema es: guárdalo para ti. Nadie me ve llorar jamás. No recuerdo que alguien me haya enseñado en mi infancia que las emociones son positivas. Ahora advertiré cuando rechace mis sentimientos auténticos y encontraré una manera sana de expresarlos.

Cuerpo físico.

Debería cuidarme. Mi condición física es considerablemente peor de lo que era hace cinco o diez años. No estoy satisfecho con mi cuerpo y no me interesa mucho la actividad física. He oído algo sobre terapias corporales, pero creo que recibirlas sería indulgente de mi parte y un poco excéntrico. Ahora advertiré cuando rechace el aspecto físico de mi vida y le daré tiempo.



Por cuestión de tiempo y espacio, he puesto como ejemplo notas muy generales, pero tú debes ser lo más específico posible.

En el apartado “Amor” escribe el nombre de alguien a quien no hayas demostrado tu amor o un incidente en el que recuerdes haberte sentido incómodo de recibir amor. En el apartado de “Imaginación” anota el museo de tu ciudad que no visitas o el nombre de la persona con inclinaciones artísticas cuya compañía has evitado. Asimismo, sé lo más específico que puedas respecto de cómo cambiarás estos hábitos de rechazo.




Para estar plenamente vivo debes sumergirte en un ámbito no reducido, donde puedan nacer experiencias nuevas. Si desechas la idea de estar en el mundo te darás cuenta de que siempre has vivido desde ese lugar discontinuo, no circunscrito, llamado Alma. Cuando mueras entrarás al mismo lugar desconocido, y entonces tendrás una buena oportunidad de sentir que nunca estuviste más vivo.

¿Por qué esperar? Tú puedes estar tan vivo como quieras mediante un proceso conocido como rendición, liberación. Es el siguiente paso para vencer a la muerte. Si eliges repetir el pasado, impides que la vida se renueve.

Rendirse es:

o   Atención plena.

o   Apreciación de la riqueza de la vida.

o   Abrirte a lo que está frente a ti.

o   No juzgar.

o   Ausencia de ego.

o   Humildad.

o   Ser receptivo a todas las posibilidades.

o   Permitir el amor.



La mayoría de las personas cree que la rendición es un acto difícil, si no imposible. Sugiere rendirse a Dios, algo que pocos, salvo los más santos, pueden enfrentar. ¿Cómo podemos identificar si el acto de la rendición ha ocurrido? “Estoy haciendo esto por Dios” suena ejemplar, pero una cámara de vídeo colocada en el ángulo superior de alguna habitación no podría distinguir entre un acto realizado por Dios y el mismo acto realizado sin pensar en Dios.

Es mucho más fácil realizar la rendición por ti mismo y dejar que Dios se manifieste si así lo desea. Ábrete a una pintura de Rembrandt o de Monet, que es, al fin y al cabo, una creación tan gloriosa como cualquiera. Préstale toda tu atención. Aprecia la profundidad de la imagen y el cuidado en su ejecución. Ábrete a lo que está frente a ti y no permitas distracciones. No juzgues de antemano que la pintura debe gustarte porque te han dicho que es maravillosa. No te fuerces a responder para parecer inteligente o sensible.

Permite que la pintura sea el centro de tu atención, que es la esencia de la humildad. Sé receptivo a cualquier reacción que puedas tener. Si todos estos pasos de la rendición están presentes, un gran Rembrandt o Monet despertará amor porque el artista simplemente está ahí, en toda su humanidad.

Haz lo mismo con la música, escucha con atención una sinfonía de Mozart, de Beethoven, de Haydn o del compositor que más te guste (mejor solo música, sin letra), y déjate ir.

Hazlo también con la Naturaleza, sumérgete en ella.

La rendición no es difícil en presencia de otros seres humanos. Las personas son más difíciles que los cuadros, la música o la Naturaleza, pero la rendición a alguien sigue los mismos pasos que he enumerado. Quizá la próxima vez que te sientes a la mesa con tu familia o amigos decidas concentrarte en un solo paso de la rendición, como prestar plena atención o no juzgar.

Elige el paso que te parezca más sencillo o, mejor aún, el que sepas que has excluido en otras ocasiones. La mayoría negamos la humildad cuando nos relacionamos con nuestras familias. ¿Qué significa ser humilde con un niño, por ejemplo? Significa considerar su opinión igual a la tuya. En el nivel de la conciencia, es igual; tu ventaja de años como padre de familia, o persona mayor sentado a la mesa, no contradice este hecho. Todos fuimos niños, y lo que entonces pensamos tuvo todo el peso y la importancia que tiene la vida a cualquier edad, y quizá más. El secreto de la rendición es que la realices en tu interior, sin tratar de satisfacer a nadie más.

Tarde o temprano, todos llegamos a la inquietante presencia de una persona longeva, débil o moribunda. Incluso todo junto en una sola persona. En esta situación son posibles los mismos pasos de la rendición. Si los sigues, la belleza de una persona agonizante es tan evidente como la de un Rembrandt o la de la mejor y más sublime composición musical. La muerte inspira una clase de asombro que puedes alcanzar cuando vas más allá de la reacción automática del miedo.

Tengo reciente experiencia sobre eso. La muerte rema en el mismo barco que la vida y por mucho que sepas que solo es un cambio de estado, no dejas de entristecerte por la desaparición de un ser querido. Pero debes intentar verlo desde la óptica del Creador.

Hace pocos años percibí esta sensación de asombro, a la que antes aludía, cuando supe de un fenómeno biológico que respalda la noción de que la muerte está completamente entrelazada con la vida. Resulta que nuestros cuerpos han encontrado ya la clave de la rendición.

El fenómeno se llama apoptosis. Esta extraña palabra, completamente nueva para algunos, pero no para vosotros porque la vimos en los cursos, nos lleva a un profundo viaje místico. Al volver de él, encontré que mis percepciones sobre la vida y la muerte cambiaron. Tal vez cambien también las tuyas.

Una de las definiciones que encontré, anunciaba en tono bíblico: “Para cada célula hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir”.

La apoptosis es la muerte programada de las células, y aunque no nos damos cuenta, todos morimos diariamente, de manera puntual, para mantenernos vivos. Las células mueren porque quieren hacerlo. Una célula invierte minuciosamente el proceso de nacimiento: se encoge, destruye sus proteínas básicas y desmonta su propio ADN. En su superficie aparecen burbujas cuando abre sus puertas al mundo exterior y expele todas las sustancias químicas vitales, que serán devoradas por glóbulos blancos cual si fueran microbios invasores. Cuando el proceso está terminado, la célula se ha disuelto sin dejar rastro.

Es imposible no sentirse conmovido por este detallado relato del sacrificio tan cuidadoso y metódico de una célula.

No obstante, la parte mística está todavía por venir. La apoptosis no es, como podría suponerse, un método para deshacerse de células enfermas o viejas. El mismo proceso nos dio la vida. En el vientre materno todos atravesamos etapas primitivas de desarrollo en las que tuvimos colas de renacuajo, branquias de pez, membranas entre los dedos y, por increíble que parezca, demasiadas neuronas. La apoptosis se hizo cargo de estos vestigios indeseables. En el caso del cerebro, el bebé recién nacido establece las conexiones neurales necesarias eliminando el tejido cerebral excesivo con el que todos nacemos. (Los neurólogos se sorprendieron al descubrir que el momento en que nuestro cerebro cuenta con un mayor número de células es al nacer, y que éstas deben reducirse por millones para que la inteligencia más elevada pueda tejer su delicada red de conexiones. Durante mucho tiempo se pensó que la muerte neuronal constituía un proceso patológico relacionado con el envejecimiento, pero ahora todo el asunto debe reconsiderarse).

¡Cuánto echarán de menos algunos las que desecharon! (Es una broma)

No obstante, la apoptosis no termina en el vientre materno. Nuestros cuerpos siguen prosperando gracias a la muerte. Las células inmunes que tragan y consumen a las bacterias invasoras, se volverían contra los tejidos del cuerpo si no provocaran la muerte entre sí y se volvieran contra ellas mismas con los mismos venenos utilizados con los invasores. Cuando una célula detecta que su ADN está dañado o es defectuoso, sabe que el cuerpo padecería si ese defecto se transmitiera.

Por fortuna, cada célula porta un gen tóxico conocido como p53 que puede activar para suicidarse.

Estos casos apenas son una mínima muestra. Los anatomistas saben desde hace mucho que las células de la piel mueren en unos pocos días, que las células de la retina, de la sangre y el estómago también tienen programadas vidas cortas para que sus tejidos puedan reponerse rápidamente. Cada una muere por una razón específica. Las células de la piel deben mudarse para que ésta se mantenga flexible y no se convierta en una rígida armadura; las células del estómago mueren en la potente combustión química que digiere los alimentos.

La muerte no puede ser nuestra enemiga si hemos dependido de ella desde que estábamos en el vientre materno.

Considera esta paradoja: el cuerpo es capaz de repudiar la muerte y producir células que vivan por siempre. Estas no secretan p53 cuando detectan defectos en su ADN. Por el contrario, renuentes a dictar su propia sentencia de muerte, estas células rebeldes se dividen de manera incesante e invasora...

Si, el cáncer, la más temida de las enfermedades, resulta del repudio de unas células del cuerpo hacia la muerte, mientras que el suicidio programado es el pasaje de ese cuerpo a la vida. Ésta es la paradoja de la vida y la muerte encarada frente a frente. La idea mística de morir cada día resulta ser el hecho más concreto del cuerpo.

Esto significa que somos sumamente sensibles al equilibrio de las fuerzas positivas y negativas, y cuando este equilibrio se pierde, la respuesta natural es la muerte. Nietzsche señaló que los seres humanos son las únicas criaturas que deben ser persuadidas a permanecer con vida. Él no podía saber que esto es literalmente cierto. Las células reciben señales positivas que les dan la instrucción de permanecer vivas, sustancias químicas llamadas factores de crecimiento e interleucina. Si estas señales positivas dejan de enviarse, la célula pierde su voluntad de vivir. Como el beso de la muerte en la mafia, la célula puede recibir mensajeros que se adhieren a sus receptores externos para anunciarle que la muerte ha llegado. De hecho, a estos mensajeros químicos se les conoce como “activadores de la muerte”.

Un profesor de medicina en Harvard descubrió un hecho sorprendente. Hay una sustancia en las células cancerígenas que activa nuevos vasos sanguíneos para proveerse de alimento.

La investigación médica se ha concentrado en descubrir cómo bloquear esta sustancia desconocida de manera que los tumores carezcan de alimento y mueran. El profesor descubrió que la sustancia, de manera exactamente opuesta, provoca toxemia en las mujeres embarazadas, la cual puede ser letal. “¿Se dan cuenta de lo que esto significa?” dijo profundamente admirado. “El cuerpo puede liberar sustancias químicas haciendo malabarismos con la vida y la muerte, pero la ciencia ha ignorado totalmente a Quien realiza los malabarismos. ¿No es cierto que el secreto de la salud reside en esa parte de nosotros, y no en las sustancias químicas utilizadas?” El hecho de que la Conciencia Universal pudiera ser el ingrediente faltante, el factor X tras bambalinas, vino a él como una revelación.

¡De nuevo la Bioenergética!

Los místicos también aquí se adelantaron a la ciencia, pues en muchas tradiciones místicas leemos que todas las personas mueren en el momento justo y que saben de antemano qué momento será ése. Pero me gustaría examinar con más profundidad el concepto de muerte diaria, una lección que todos pasamos por alto. Yo quiero verme como la misma persona día tras día para preservar mi sentido de identidad; quiero habitar el mismo cuerpo todos los días porque es demasiado extraño pensar que me está abandonando constantemente.

Sin embargo, debe hacerlo para que yo no sea una momia viviente. Al seguir el complejo programa de la apoptosis, recibo un cuerpo nuevo por el mecanismo de la muerte. Este proceso es tan sutil que pasa inadvertido. Los niños de dos años no cambian su cuerpo por uno nuevo cuando cumplen tres. Todos los días tienen el mismo cuerpo, y a la vez otro. Es como un rio, siempre parece la misma corriente, pero cambia cada instante y cada instante que pasa es un rio nuevo. Heráclito de Éfeso dijo: “nadie se baña dos veces en el mismo rio”. Yo os digo: nadie vive dos días en el mismo cuerpo.

Sólo el proceso constante de renovación —un don que nos da la muerte— le permite mantener el paso de cada etapa de desarrollo. Lo maravilloso es que uno se siente la misma persona durante este cambio incesante.

A diferencia de lo que ocurre con la muerte celular, soy consciente de cuándo nacen y mueren mis ideas. Para respaldar el paso del pensamiento infantil al pensamiento adulto, la mente debe morir todos los días. Mis ideas más preciadas mueren y nunca reaparecen; mis experiencias más intensas se consumen en sus propias pasiones; mi respuesta a la pregunta “¿Quién soy?” cambió completamente de los dos a los tres años, de los tres a los cuatro, y así durante el transcurso de mi vida.

Comprendemos la muerte cuando desechamos la ilusión de que la vida debe ser continua. Toda la naturaleza tiene un ritmo; el universo muere a la velocidad de la luz, pero se las arregla para crear este planeta y las formas de vida que lo habitan. Nuestros cuerpos mueren a muchas velocidades distintas a la vez, empezando con los fotones y siguiendo con la disolución química, la muerte celular, la regeneración de tejidos y, finalmente, la muerte de todo el organismo. ¿Qué es lo que nos produce tanto miedo?

Creo que la apoptosis nos rescata del miedo. La muerte de una sola célula no afecta al cuerpo. Lo que cuenta no es el acto sino el plan: un proyecto global controla el equilibrio de señales positivas y negativas a las que todas las células responden. El plan está más allá del tiempo porque se remonta a la construcción misma del tiempo. El plan va más allá del espacio porque está en cada lugar del cuerpo y en ninguno a la vez. Cada célula se lleva consigo el plan cuando muere, pero, aun así, el plan sobrevive.

Lo que te decía más arriba: aunque la muerte te toque de cerca y te produzca mucho dolor, procura ver todo el plan, procura ver esa pérdida con los ojos del Creador de dicho plan.

En la realidad única, la Conciencia Universal, las discusiones no se resuelven optando por una de las partes; ambos argumentos son igualmente verdaderos. Así pues, no me cuesta admitir que lo que ocurre después de la muerte es invisible para los ojos y no puede demostrarse como un suceso material. Reconozco sin dudarlo que normalmente no recordamos las vidas pasadas y podemos vivir muy bien sin conocerlas. Sin embargo, no comprendo cómo alguien puede seguir siendo materialista (creer solo en la materia) después de ver la apoptosis en acción. El argumento en contra de la vida después de la muerte, sólo parece convincente si ignoramos todo lo que hemos descubierto sobre células, fotones, moléculas, pensamientos y el cuerpo entero. Cada nivel de existencia nace y muere según su propio programa, que va de menos de una millonésima de segundo, al seguro renacimiento de un nuevo universo dentro de billones de años. La esperanza que descansa más allá de la muerte proviene de la promesa de la renovación. Si te identificas apasionadamente con la vida, y no con el desfile efímero de formas y fenómenos, la muerte adopta su posición legítima como agente de la renovación.

En uno de sus poemas, Tagore se pregunta:

“¿Qué ofrecerás cuando la muerte toque a tu puerta?”

Su respuesta refleja la alegría serena de quien se ha elevado sobre el miedo que rodea a la muerte:

“La plenitud de mi vida:

El vino dulce de los días de otoño y las noches de verano, mi modesto tesoro recogido a

Lo largo de los años, y horas colmadas de vida.

Ése será mi regalo

Cuando la muerte toque a mi puerta”.




La creación ocurre en niveles infinitesimales, y el resultado final es el génesis perpetuo.

En un universo viviente no debemos responder preguntas sobre el Creador. En distintos momentos, las religiones han mencionado un dios único, dioses o diosas múltiples, una fuerza vital invisible, una mente cósmica y —en la religión actual de la física— un juego ciego del azar. Puedes elegir cualquiera o todos, porque lo más importante acerca del génesis eres tú. ¿Eres capaz de verte como el punto alrededor del cual todo está girando?  Esto se explica ampliamente en el capítulo de mi libro dedicado al Todo.

Mira alrededor e intenta reconocer tu situación de manera integral. Desde la perspectiva de un Yo limitado resulta imposible ser el centro del cosmos. Tu atención salta de un fragmento de situación a otro: una relación, los incidentes del trabajo, tu economía, y quizá hasta alguna preocupación vaga relacionada con una crisis política o la situación de la Bolsa. No importa cuántos elementos intentes comprender; de esta manera no podrás ver tu situación total. Desde la perspectiva de la totalidad, el universo está pensando en ti. Sus pensamientos son invisibles, pero en última instancia se manifiestan como tendencias y en ocasiones tu atención percibe el plan mayor porque en cada vida inevitablemente hay sucesos cruciales, momentos decisivos, oportunidades, festividades y grandes adelantos.

Para ti, un pensamiento es una imagen o una idea que flota en tu mente. Para el universo (y con esa palabra me refiero a la Inteligencia Universal que impregna la cantidad inconmensurable de galaxias, agujeros negros y polvo interestelar) un pensamiento es un paso evolutivo. Es un acto creativo. Para vivir verdaderamente en el centro de la realidad única, la evolución debe adquirir un interés primordial para ti. Los acontecimientos secundarios de tu vida se manejan solos. Piensa en tu cuerpo, que opera con dos clases distintas de sistema nervioso. El sistema nervioso involuntario es automático; regula las funciones cotidianas del cuerpo sin que tú intervengas. Cuando una persona cae en coma, este sistema nervioso continúa trabajando más o menos normalmente, manteniendo pulso, presión sanguínea, hormonas, electrolitos y cientos de otras funciones en coordinación perfecta.

El otro sistema nervioso recibe el nombre de voluntario porque está asociado a la voluntad o volición. El sistema nervioso voluntario lleva a cabo los deseos; es su único propósito. Sin él, la vida sería exactamente como lo es para una persona en estado de coma; sin avance alguno, congelada en una muerte en vida.

El universo refleja la misma distinción. En el nivel material las fuerzas no necesitan nuestra ayuda para mantener todo regulado de manera que la vida pueda sostenerse. La ecología se estabiliza sola; las plantas y los animales viven en armonía sin darse cuenta. Podríamos imaginar un mundo en el que nada se expandiera más allá de la existencia elemental, donde las criaturas se contentaran con comer, respirar y dormir. Pero tal mundo no existe. Hasta organismos unicelulares como las amibas nadan en una dirección específica, buscan alimento, avanzan hacia la luz y prefieren determinadas temperaturas. El deseo está integrado al plan de la vida. A todo eso me refiero detalladamente en mi libro.

Por esto, no resulta descabellado buscar la segunda mitad del sistema nervioso del universo, la mitad que gira alrededor del deseo. Cuando nuestro cerebro lleva a cabo un deseo, la Conciencia Universal lo realiza al mismo tiempo. No hay diferencia entre “quiero tener un hijo” y “el universo quiere tener un hijo”. El embrión que empieza a crecer en el vientre materno se apoya en billones de años de inteligencia, memoria, creatividad y evolución. Aquello que llamamos feto es un individuo que se ha integrado al cosmos con perfecta naturalidad. Pero, ¿por qué habría de terminar ahí la fusión? El hecho de que experimentemos los deseos como individuos no significa que el universo no esté actuando a través de nosotros, así como considerar a nuestros hijos como propios no significa que no sean también hijos de un enorme acervo genético. Ese acervo genético no tiene otro padre que el universo.

Cuando preguntamos a nuestros pacientes los pares que necesitan para su curación, la Conciencia Universal nos contesta con precisión, desde su omnisciencia. Nuestro deseo de curación es el suyo.

El universo recuerda su evolución mediante el registro que escribe en el ADN. Esto significa que tus genes son el punto focal de todo lo que ocurre en el mundo. Son tu línea de comunicación con la naturaleza como un todo, no sólo con tu madre y tu padre. La ciencia ya sabe que las lenguas, los idiomas, son un reflejo exacto del ADN.

Deja de lado todo lo que has leído acerca de que el ADN es una serie de azúcares y aminoácidos base ensartados en una doble hélice. Ese modelo describe la apariencia del ADN, pero no dice nada sobre la dinámica de la vida, del mismo modo que el sistema de cables, diodos y transistores de un televisor no dice qué es lo que aparece en la pantalla. Lo que se proyecta a través de tu ADN en este momento es la evolución del universo. Tu siguiente deseo quedará registrado en su memoria, y el universo puede avanzar hacia él o no hacerlo. Solemos pensar que la evolución es una línea recta desde los organismos primitivos hasta los más complejos. Una imagen más precisa sería la de una burbuja que se expande para abarcar más y más del potencial de la vida.



o   Cuando accedes a más inteligencia estás evolucionando.

o   Si restringes tu mente a lo que ya sabes o puedes predecir, tu evolución será más lenta.

o   Cuando accedes a más creatividad estás evolucionando. Si intentas utilizar soluciones viejas para resolver problemas nuevos, tu evolución será más lenta.

o   Cuando accedes a más conciencia estás evolucionando. Si continúas utilizando una mínima parte de tu conciencia, tu evolución será más lenta.
Recuerda que la inteligencia opera como un paracaídas: funciona cuando está abierto


El Creador está pendiente de tus elecciones, pues las evidencias muestran de manera contundente que prefiere la evolución a la inmovilidad. En sánscrito, la fuerza evolutiva recibe el nombre de Dharma, palabra cuya raíz significa “conservar”. Sin ti, el Dharma estaría confinado a tres dimensiones. Aunque casi no dedicamos tiempo a pensar en nuestra relación con una cebra, una palmera o un alga, guardamos relación estrecha con cada una de ellas en la cadena de la vida.

Los seres humanos extendimos esa cadena cuando la vida alcanzó cierto límite en el aspecto físico. Después de todo, desde el punto de vista físico, el planeta depende más de las algas y el plancton que de los humanos. El Creador quería una nueva perspectiva, y por ello debía crear creadores como él mismo.

En cierta ocasión pregunté a un físico si a estas alturas de la ciencia ya todos sus colegas consideraban que la realidad no está limitada. Él reconoció que sí. Max Planck, el padre de la física cuántica, también.

-¿No es lo mismo no limitación que omnisciencia? le pregunté- No hay distancia en el tiempo ni distancia en el espacio. La comunicación es instantánea, y todas las partículas están conectadas con todas las demás. (Yo tenía la experiencia de la Bioenergética)

-Podría ser —me dijo sin convenir del todo, pero permitiéndome continuar.

-Entonces, ¿por qué el universo se molesta en limitarse? Ya lo sabe todo. Ya incluye todo, y en el nivel más profundo, ya encierra todos los sucesos que podrían ocurrir.

-No lo sé —dijo el físico—. Quizá sólo quería tomarse unas vacaciones.

Ésta no es una mala respuesta. Tal vez el Creador juega a través de nosotros. ¿Juega a qué? A ceder a alguien más el control para ver qué se le ocurre. Lo único que el Creador no puede experimentar es apartarse de sí. Por ello, en cierto sentido, somos sus vacaciones. (Esto lo digo con todo mi amor y respeto).

El problema con dilemas como el libre albedrío y el determinismo es que no dejan mucho tiempo para jugar. Éste es un universo recreativo. Nos proporciona alimento, aire, agua y una enorme cantidad de paisajes para explorar. Todo esto proviene de la parte automática de la inteligencia cósmica. Avanza por sí misma, pero la parte que quiere jugar está conectada a la evolución, y Dharma es su manera de decirnos cómo funciona el juego. Si analizas cuidadosamente los momentos decisivos de tu vida comprobarás que estabas prestando mucha atención al juego evolutivo.

Estar en el Dharma

o    Estabas listo para avanzar. La experiencia de una realidad antigua estaba agotada y lista para ser sustituida.

o   Estabas listo para prestar atención. Cuando la oportunidad llegó, tú lo notaste y diste el salto necesario.

o    El entorno te respaldó. Cuando avanzaste, los acontecimientos sucedieron de forma tal que un retroceso hubiera sido imposible.

o    Te sentiste más pleno y libre en tu nuevo lugar.

o   Te viste como una nueva persona.



Este conjunto de circunstancias internas y externas es lo que el Dharma proporciona. Esto significa que cuando te sientes listo para avanzar, la realidad cambia para mostrarte cómo. ¿Y si no estás listo para avanzar? Cuando te sientes atascado e incapaz de avanzar, normalmente es por las siguientes circunstancias:

1. La experiencia de una realidad antigua sigue fascinándote. Sigues disfrutando tu estilo de vida habitual o, si hay más dolor que felicidad, te has vuelto adicto al dolor por alguna razón que permanece en el misterio. (Al menos para mi)

2. No estás prestando atención. Tu mente permanece absorta en las distracciones de la vida diaria. Esto suele ocurrir cuando hay un exceso de estímulos externos. Mientras no estés alerta en tu interior, no podrás identificar las señales que transmite la Conciencia Universal. Tal vez tu disco duro está repleto y ya no hay lugar para un solo archivo más, por pequeño que este sea.

3. El entorno no te respalda. Cuando intentas avanzar, las circunstancias te echan atrás. Esto significa que debes aprender más o que todavía no es el momento. También puede suceder que en un nivel profundo no estés convencido de avanzar; tu deseo consciente está en conflicto con dudas e inseguridades más profundas.

4. Te sientes amenazado por la expansión que deberías realizar y prefieres la seguridad de una imagen propia limitada. Muchas personas se aferran a un estado restringido creyendo que los protege. La realidad es que la mayor protección a la que podemos aspirar es la de la evolución, la cual resuelve problemas por medio de la expansión y el avance. Pero cada aspecto de ti debe poseer este conocimiento; basta con que uno desee permanecer en un estado restringido para que la evolución se entorpezca.

5. Sigues viéndote como la persona antigua que se adaptó a una situación vieja. Ésta suele ser una elección inconsciente. Las personas se identifican con su pasado e intentan utilizar sus viejas percepciones para entender lo que ocurre. Como la percepción es todo, considerarte demasiado débil, limitado, indigno o deficiente obstaculizará cualquier avance.



La conclusión final es que el Dharma necesita que colabores con él. La fuerza de conservación está en ti tanto como “allá fuera” en el universo o el reino del Alma.

La mejor manera de alinearnos con el Dharma es dar por hecho que está escuchando. Dale al Creador la oportunidad de responderte. Comienza una relación con él como lo harías con otra persona. Los niños no tienen problemas para hablar con árboles, rocas, el mar o el cielo. Ellos dan por descontado que hay subjetividad en todas partes. “¿Ves esos dragones?”, dicen señalando un espacio vacío en mitad de la sala, nombrando a un dragón azul aquí y a uno rojo allá. A la pregunta de si le dan miedo los dragones, te aseguran que siempre han sido amigables.

Los niños habitan mundos imaginarios, no por la fantasía en sí sino para poner a prueba sus instintos creativos. Son creadores en formación, y si se les privara de su relación con árboles, rocas y dragones, serían separados de un poder que necesita crecer. A su edad, la vida es un juego permanente. Quienes, al crecer, consideran a la vida como un asunto serio (incluso con reproches a los que conservan un espíritu infantil), con pocas pausas para jugar, de ellos el Dharma espera su regreso a la cordura.






El universo está vivo e impregnado de subjetividad. Causas y efectos sólo son el mecanismo que utiliza para realizar lo que quiere. Y lo que quiere es vivir y respirar a través de ti. Para descubrir la verdad sobre esto necesitas relacionarte con el universo como si estuviera vivo.

De otra manera, ¿cómo podrías saber que lo está? A partir de hoy, comienza a adoptar los siguientes hábitos:

o   Habla con el universo.

o   Escucha su respuesta.

o   Establece una relación íntima con la naturaleza.

o   Contempla la vida en todas las cosas.

o   Condúcete como un hijo del universo.  

El primer paso, hablar con el universo, es el más importante. No implica ir por ahí susurrando a las estrellas o iniciar una conversación cósmica imaginaria. El hábito de considerar al mundo “allá fuera”, desconectado de ti, está muy arraigado; todos compartimos un prejuicio cultural que reserva la vida sólo para plantas y animales, y concede inteligencia exclusivamente al cerebro. Tú puedes empezar a derribar esta creencia reconociendo cualquier pista de que los mundos interno y externo están conectados. Ambos tienen la misma fuente; están organizados por la misma inteligencia profunda; se responden entre sí.

La mayoría de los presentes en esta sala ya lo sabemos. Practicamos el Biomagnetismo y la Bioenergética y todos los días tratamos con esa Conciencia o Mente Universal. Y todos sabemos la emoción que sentimos al recibir respuestas precisas. A los que os cuesta entablar este diálogo, debéis empezar hoy mismo a practicar.

Cuando digo que puedes hablar con el universo quiero decir que puedes conectarte con él. Sí te sientes deprimido por un día gris y lluvioso, por ejemplo, considera lo gris de tu interior y del exterior como el mismo fenómeno con aspectos objetivo y subjetivo. Si vas de regreso a casa después de trabajar y una intensa puesta de sol atrapa tu mirada, considera que la naturaleza quería llamar tu atención, no que tú y la puesta de sol tuvisteis solo un encuentro accidental. En un nivel íntimo, tu existencia se entrelaza con el universo, no por azar sino por intención.

El símil más cercano que se me ocurre en esta clase de relación privilegiada es la que se da entre personas que se aman: los momentos ordinarios están impregnados de una presencia o peculiaridad que no podría sentir una persona ajena. Algo totalmente irresistible atrae nuestra atención cuando estamos enamorados; una vez que lo hemos experimentado, no se olvida jamás. Sentimos como si estuviéramos dentro de la persona amada y ésta dentro de nosotros (sin chistes, por favor). Nuestra fusión con algo más grande que nosotros es una fusión de dos subjetividades. Se le ha llamado relación “yo y tú”, o la sensación de ser como una ola en el océano infinito del Ser. En mi libro sobre la relación de pareja se explica más detalladamente.

No permitas que nombres y conceptos te distraigan. No hay una manera determinada para relacionarte con el universo. Sólo relaciónate a tu modo. Un niño pequeño encuentra su camino hablando con árboles y dragones invisibles. Ésa es su relación privilegiada. ¿Cuál será la tuya? Estremécete de expectación y descúbrelo.

Por todas partes hay libros que ensalzan las virtudes de vivir en el momento presente. Hay buenas razones para ello, pues las cargas de la mente provienen del pasado. En sí misma, la memoria es ingrávida, y el pasado también debería serlo. Lo que llamamos “el ahora” es la desaparición del tiempo como un obstáculo psicológico. Cuando retiras el obstáculo te liberas de la carga del pasado o el futuro: has encontrado el estado de conciencia profunda (y también la felicidad, ésa que no necesita palabras ni pensamientos). Nosotros somos quienes hacemos del tiempo una carga psicológica: nos hemos convencido de que las experiencias se acumulan a lo largo del tiempo.

o   Soy mayor que tú, sé de qué estoy hablando.

o   He pasado varias veces por eso.

o   Escucha la voz de la experiencia.

o   Presta atención a tus mayores.

Estas fórmulas convierten en virtud la experiencia acumulada, no con perspicacia o atención, sino simplemente por estar sin hacer nada. No obstante, son en su mayor parte expresiones vanas. Todos sabemos en algún nivel que cargar con la pesada maleta del tiempo es lo que ensombrece a las personas.

El truco para soltar el pasado consiste en descubrir la manera de vivir ahora como si fuera para siempre. Los fotones se mueven a la velocidad de Planck, que es igual a la velocidad de la luz, mientras que las galaxias evolucionan durante billones de años. Por tanto, si el tiempo es un río, debe ser uno muy profundo y suficientemente ancho para contener la partícula más pequeña del tiempo y la infinitud de la eternidad.

Esto implica que “ahora” es más complejo de lo que parece. ¿En qué situación estamos en el ahora, cuando somos más activos y energizados, o más quietos? Observa un río. En la superficie, la corriente es rápida y agitada; a medía profundidad el flujo se hace más lento, y en el fondo, el fango sólo es agitado ligeramente. En el lecho de roca, el movimiento del agua no ejerce efecto alguno. La mente es capaz de participar en todos los niveles del río. Podemos desplazarnos con la corriente más rápida, que es lo que la mayoría procura hacer en la vida cotidiana. Su versión del ahora es lo que tiene que hacerse en este momento. Para ellos, el momento presente es un drama constante. Tiempo es lo mismo que acción, tal como en la superficie del río.

Cuando se cansan demasiado por la carrera —o sienten que la están perdiendo—, las personas apresuradas pueden reducir el paso, sólo para descubrir con sorpresa cuán difícil es pasar de correr a caminar. Pero si decides, “Está bien, simplemente seguiré adelante”, la vida trae nuevos problemas, como obsesiones, pensamiento circular, y la llamada depresión hiperactiva.

En cierto sentido, todos estos son desórdenes del tiempo.

Tagore tiene una frase maravillosa acerca de esto: “Somos demasiado pobres como para llegar tarde”. En otras palabras, corremos por la vida como si no pudiéramos desperdiciar un solo minuto. En el mismo poema, Tagore ofrece una descripción perfecta de lo que encontramos después de que toda esa premura llega donde quiere ir:

Y cuando terminó la frenética carrera

Pude ver la línea de meta

Hinchado de miedo a llegar demasiado tarde

Sólo para descubrir en el último minuto

Que aún hay tiempo.

Tagore reflexiona sobre el significado de correr por la vida como si no tuviéramos tiempo que perder, para descubrir al final que siempre tuvimos la eternidad, porque formamos parte de ella.

La depresión hiperactiva nos da una imagen clara de la paradoja, pues las personas deprimidas se sienten apáticas, congeladas en un instante y sin más sentimiento que la desesperanza. Para ellos, el tiempo no avanza, pero por su mente pasan a toda prisa ideas y emociones fragmentarias. Parece inverosímil que esta ráfaga de actividad mental ocurra en la cabeza de alguien incapaz de levantarse de la cama por las mañanas. En este caso la ráfaga mental está desconectada de la acción. Una persona deprimida piensa miles de cosas, pero no lleva a la práctica ninguna.

Cuando te encuentras con alguien a quien conoces bien - digamos tu mejor amigo—, ¿qué ocurre? Ambos os reunís en un restaurante o en un bar y vuestra conversación está llena de temas viejos y familiares que os producen una sensación de tranquilidad.

Pero también deseáis deciros algo nuevo, pues de otro modo vuestra relación sería estática y aburrida. Ya os conocéis muy bien, que es parte de ser los mejores amigos, pero no sois totalmente predecibles; el futuro traerá nuevos acontecimientos, algunos felices y otros tristes. Dentro de diez años uno de vosotros podría estar muerto, divorciado, viudo o convertido en un extraño.

Esta intersección entre nuevo y viejo, conocido y desconocido, es la esencia de las relaciones, incluyendo las que mantienes con el tiempo, el universo y contigo mismo.

Experimentamos la vida como evolución. Las relaciones crecen desde el primer atisbo de atracción hasta la intimidad profunda. (El amor a primera vista realiza el mismo viaje, pero en cuestión de minutos y no en semanas o meses.) Tu relación con el universo sigue el mismo curso, si lo permites. El propósito del tiempo es ser el vehículo de la evolución, pero si haces mal uso de él, se convierte en fuente de temor y ansiedad.

􀂉 El mal uso del tiempo

􀂉 Sentirse ansioso por el futuro.

􀂉 Revivir el pasado.

􀂉 Arrepentirse de viejos errores.

􀂉 Revivir el ayer.

􀂉 Anticipar el mañana.

􀂉 Correr contra el reloj.

􀂉 Obsesionarse con la transitoriedad.

􀂉 Resistirse al cambio.

Cuando haces mal uso del tiempo, el problema no está en el nivel del tiempo. Nada ha fallado en los relojes de la casa de quien pierde cinco horas de sueño preocupándose por la posibilidad de morir de cáncer. El mal uso del tiempo es sólo un síntoma de atención mal dirigida. Es imposible mantener una relación con alguien a quien no prestas atención, y en tu relación con el universo, la atención se presta aquí y ahora, o no se presta en absoluto. De hecho, no hay más universo que el que percibes en este instante. Por tanto, para relacionarte con el universo debes concentrarte en lo que está frente a ti. Como dijo un maestro espiritual: “La totalidad de la creación es necesaria para provocar el momento presente”.

Quizá la mejor manera de vivir esta experiencia es darnos cuenta de que la palabra presente se relaciona con la palabra presencia. Cuando el momento presente se llena de una presencia que todo lo absorbe, en completa paz y con total satisfacción, estás en el ahora.

La conciencia está en el ahora cuando se conoce a sí misma. La cualidad que está ausente en la vida de la mayoría de las personas, el factor más importante que les impide estar presentes, es la sobriedad.

Debes estar sobrio antes de experimentar el éxtasis. Ésta no es una paradoja. Lo que estamos persiguiendo —llámese presencia, ahora, éxtasis— está totalmente fuera del alcance. No puedes perseguirlo, correr tras él, ordenarle o persuadirlo de que venga a ti. Tus encantos personales resultan inútiles, tanto como tus pensamientos y conocimientos.

La sobriedad comienza al entender, con toda seriedad, que debes desechar prácticamente todas las estrategias utilizadas hasta ahora para obtener lo que quieres. Si esto te parece fascinante, cumple el propósito de abandonar las estrategias inútiles de esta manera:

o   Sobriedad espiritual

o   Comprométete a estar en el presente

o   Advierte cuando no prestes atención.

o   Escucha lo que dices en realidad.

o   Observa cómo reaccionas.

o   Apártate de los detalles.

o   Sigue el ascenso y descenso de la energía.

o   Cuestiona a tu ego.

o   Sumérgete en un entorno espiritual. 

_ ¡Estas instrucciones podrían proceder de un manual para cazadores de fantasmas o de unicornios! __ dirás. Pues bien, el momento presente es más esquivo que éstos, pero si deseas apasionadamente llegar a él, lo que necesitas es implementar un programa para la sobriedad.

No prestar atención.

El primer paso no es místico ni extraordinario. Cuando notes que no prestas atención, no te permitas divagar. Vuelve adonde-estás. Casi instantáneamente descubrirás por qué te desviaste: estabas aburrido, ansioso, inseguro, te preocupaba otra cosa o estabas anticipando un suceso. No evites ninguno de estos sentimientos. Son hábitos arraigados de la conciencia, que te has acostumbrado a seguir automáticamente. Cuando adviertes que te desvías de lo que tienes frente a ti empiezas a recuperar el ahora.

Escuchar lo que dices.

Una vez que regreses de tu distracción, escucha las palabras que dices o piensas. Las relaciones son impulsadas por las palabras. Escúchate y sabrás cómo te relacionas con el universo en ese instante. Que no te confunda el hecho de que haya otra persona frente a ti. Cualquier persona con la que hables, incluido tú, representa la realidad. Si estás quejándote de un camarero perezoso, te quejas al universo. Si alardeas frente a alguien a quien quieres impresionar, intentas impresionar al universo. Sólo hay una relación; escucha cómo está en este momento.

Observa tu reacción.

Todas las relaciones son bilaterales; por tanto, el universo responderá a todo lo que digas. Observa tu reacción. ¿Estás a la defensiva? ¿Consientes y sigues adelante? ¿Te sientes seguro o inseguro? De nuevo, que no te distraiga la persona con la cual te relacionas. Sintonízate con la respuesta del universo, cerrando el círculo que abarca al observador y a lo observado.

Apártate de los detalles.

Antes de la sobriedad debiste hallar una manera de adaptarte a la soledad que resulta de la ausencia de realidad. La realidad es totalidad, lo abarca todo. Te sumerges y no hay nada más. En la ausencia de la totalidad también ansias un abrazo similar que intentas encontrar en los fragmentos. En otras palabras, buscaste perderte en los detalles, como si el caos y el desorden pudieran saturarte hasta el punto de satisfacerte. Ahora sabes que esa estrategia no funcionó, así que renuncia a ella. Apártate de los detalles. Olvida el barullo. Ocúpate de él de la manera más eficiente posible, pero no lo tomes en serio; no permitas que sea importante para lo que realmente eres. Que el ruido no te aturda.

Sigue el ascenso y descenso de la energía.

Una vez que los detalles están fuera del camino, necesitas algo que seguir. Tu atención quiere ir a alguna parte, así es que llévala al corazón de la experiencia: es el ritmo respiratorio del universo que genera situaciones nuevas, un ascenso y descenso de energía.

Advierte cómo la tensión conduce a la liberación, la excitación al cansancio, el júbilo a la tranquilidad. Así como hay altas y bajas en todas las parejas, tu relación con el universo asciende y desciende. Al principio puedes experimentar estos vaivenes de manera emocional, pero procura evitarlo. Éste es un ritmo mucho más profundo: comienza en silencio cuando se concibe una nueva experiencia; pasa por un periodo de gestación conforme la experiencia adquiere forma en silencio; comienza a acercarse al nacimiento insinuando cómo cambiarán las cosas; finalmente, nace algo nuevo. Este “algo” puede ser una persona, un suceso, un pensamiento, una intuición; en realidad, cualquier cosa. Lo que todos tienen en común es ascenso y descenso de energía.

Necesitas conectarte con cada etapa porque en el momento presente una de ellas está justo frente a ti.

Cuestiona a tu ego.

Todo este observar, notar y percibir no pasa inadvertido. Tu ego tiene su manera “correcta” de hacer las cosas, y cuando rompas esa pauta, te hará saber su descontento. El cambio provoca miedo, pero sobre todo es una amenaza para el ego. Este miedo es sólo una táctica para someterte. (No hagas caso a todo lo que te está diciendo, quiere liarte, dirá tu ego. Sigue como hasta ahora, te ha ido muy bien, no cambies). Y el ego siempre está de acuerdo consigo mismo. No puedes combatir las reacciones de tu ego porque eso sólo afianzará tu relación con él. Pero puedes cuestionarlo, lo que significa cuestionarte a ti mismo desde una distancia tranquilizadora. “¿Por qué estoy haciendo esto?” “¿No es éste un reflejo automático?” “¿Hasta dónde he llegado en el pasado actuando así?” “¿No he comprobado ya que esto no funciona?” Debes plantear obstinadamente estas preguntas una y otra vez, no con la intención de vencer a tu ego sino de reducir el control reflexivo que ejerce sobre tu comportamiento. Debemos permitir que el ego actúe como un vigilante, nunca como un carcelero.

Sumérgete en un entorno espiritual.

Cuando analizas seriamente tu comportamiento comprendes que la mente te ha mantenido aislado todo el tiempo. Ella quiere que pienses que la vida se vive en la separación, pues con esa creencia puede justificar su aferramiento al yo y a los intereses de éste. De manera muy similar, el ego intenta aferrarse a la espiritualidad como si fuera una pertenencia nueva e invaluable. Para contrarrestar esta tendencia, que sólo traerá más aislamiento, sumérgete en otro mundo. Me refiero a un mundo donde las personas buscan conscientemente experiencias de presencia, donde hay una intención compartida de transformar la dualidad en unidad. Puedes encontrar este entorno en los grandes textos espirituales.

Como alguien que ha encontrado esperanza y consuelo inconmensurables en estos escritos, te invito fervientemente a que te acerques a ellos. Pero también hay un mundo viviente que debes buscar. Sumérgete en un contexto espiritual acorde con tu definición de espíritu. Asimismo, prepárate para sentirte decepcionado cuando llegues ahí, pues es inevitable que encuentres mucha frustración entre personas que luchan con sus imperfecciones. La agitación que encuentras es también la tuya.

Una vez que te comprometes a mantenerte sobrio, no hay nada más que hacer. La presencia aparecerá por sí misma, y cuando lo haga, tu conciencia sólo podrá estar en el ahora. Un momento en el ahora provoca un cambio interno que se refleja en todas las células. Tu sistema nervioso aprende un modo de procesar la realidad que no es viejo ni nuevo, conocido o desconocido. Nos elevamos a un nuevo nivel del ser en el que rige la presencia, y rige de manera absoluta. Cualquier otra experiencia es relativa y por tanto puede rechazarse, olvidarse, ignorarse o desecharse. La presencia es el toque de la realidad, que no puede rechazarse ni perderse. Cada encuentro nos vuelve un poco más reales.

Las pruebas de esto son muchas y variadas. La más inmediata tiene que ver con el tiempo. Cuando el único momento es el ahora, nuestra experiencia muestra las siguientes características:

1. El pasado y el futuro sólo existen en la imaginación. Todo lo que hiciste carece de realidad; todo lo que harás carece de realidad. Sólo lo que haces ahora es real. No existe ayer ni mañana, solo un eterno ahora.  

2. El cuerpo al que alguna vez llamaste “yo”, ya no es quién eres. La mente a la que alguna vez llamaste “yo”, ya no es quién eres. Los abandonas fácilmente, sin esfuerzo. Ambos son patrones temporales que el universo asumió por un instante antes de continuar.

3. Tu ser real se manifiesta en este momento como pensamientos, emociones y sensaciones proyectados en la pantalla de la Conciencia Universal. Los reconoces como el punto de encuentro del cambio y la eternidad. Te ves a ti mismo exactamente del mismo modo.


Cuando te encuentras en el momento presente, no hay nada que hacer. El río del tiempo puede fluir. Experimentas remolinos y corrientes, superficies y profundidades, en un nuevo contexto: la simplicidad. El momento presente es simple por naturaleza. El ahora resulta ser la única experiencia que no va a ninguna parte.



Gracias por vuestra atención.






Bibliografía:
Conferencias – Swami Vivekananda/  Los yogas – Swami Vivekananda/ Karma Yoga – Swami Vivekananda/  Raja Yoga – Swami Vivekananda/ Gnani Yoga - Yogi Ramacharaka/ Hatha Yoga – Yogi Ramacharaka/ Catorce lecciones Yogi – Yogi Ramacharaka/ El Mensajero del bien venidero – Gurdjieff/ La vida es real cuando Yo Soy – Gurdjieff/ Encuentro con hombres notables – Gurdjieff/ El Cuarto Camino – Ouspensky P.D./ Mahabharata – Vyasa  (Versión inglesa de Kamala Subramaniam traducida al castellano por Emilio Faro)/ El Kibalión – Los tres iniciados/ Cartas De Los Maestros De Sabiduría, 1881-1888 - C. Jinarajadasa/ Cartas Mahatmas - A. P. Sinnett / El mundo oculto – A. P. Sinnett/  Catecismo Budista – Henry Olcott/ La raza futura - Edward Bulwer Lytton/ El libro de los Espíritus – Allan Kardec/ La luz de Asia – Edwin Arnold/ Genealogía del hombre – Annie Besant/ El país de los ciegos – H.G. Wells/ La guerra de los mundos – H.G. Wells/ Las Estancias de Dyzan – H.P. Blavatsky/ Doctrina Secreta, Volúmenes I a VI – H.P. Blavatsky/ La voz del silencio – H.P. Blavatsky/ El Océano de la Teosofía – W. Q. Judge/ Ecos de Oriente – W. Q. Judge/ Upanishads – Anónimo/ Bhagavad-gītā – Anónimo (Traducción de Julio Pardilla)/ Yoga Vashista – Un compendio - Ernesto Ballesteros Arranz/ Science and the Emotions. Edward Clodd - Discurso pronunciado en la South Place Chapel Finsbury, London, diciembre 27, 1885/ The Story of Creation: A Plain Account of Evolution – Edward Clodd/ Historia del Desarrollo Intelectual de Europa - John William Draper/ Essays on Some Controverted Questions. Londres 1891- Aldous Huxley/ Ethica – Baruch de Spinoza/ Tratado de la Reforma del Entendimiento – Baruch de Spinoza/ Primeros Principios – Herbert Spencer/ Confesiones – San Agustín  Luz en el sendero – Mabel Collins / Castillo interior – Santa Teresa de Ávila/ Cántico Espiritual – San Juan de la Cruz/ Philocalie - publicada en 1782 por Nicodemo el Hagiorita/ Wen – tzu  -  Lao Tse (Versión de Thomas Cleary)/ Tao Te ChingLao Tse (Versión bilingüe de Wang Pi y traducción de José Ramón Álvarez)/ Hua Hu Ching – Lao Tse (Versión de Brian Walker)/ Popol-Vuh - Traducción de la versión francesa del profesor Georges Raynaud, director de estudios sobre las religiones de la América Precolombina, en la Escuela de Altos Estudios de París, por los alumnos titulares de la misma MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS y J. M. GONZÁLEZ DE MENDOZA./ EL Libro de los Secretos -  Deepak Chopra/ Los Señores de la Luz- Deepak Chopra.  












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